Exorcismo en Georgia
Este es un filme diverso, que se apoya en las capacidades extrasensoriales de tres mujeres: la niñita Heidi Wyrick (Emily Alyn Lind), su madre Lisa (Abigail Spencer, Oz un mundo de fantasía) y su tía Joyce (la musculosa Katee Sackhoff de Oculus y Riddick). Está también el jefe de familia (Chad Michael Murray), pero la verdad es que cuenta poco.
José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.
Otro episodio paranormal basado en hechos reales.
Se le presenta como la segunda parte de Exorcismo en Connecticut, que no se ha estrenado en Chile y que protagonizan Virginia Madsen, Martin Donovan y Elias Koteas. Esa cinta trata de las peripecias de la familia Snedeker, que se fue a vivir en una casa construida sobre un depósito de cadáveres. El caso dio origen también al documental A Hauting in Connecticut de Discovery Channel.
Pero ésta es un filme diverso, que se apoya en las capacidades extrasensoriales de tres mujeres: la niñita Heidi Wyrick (Emily Alyn Lind), su madre Lisa (Abigail Spencer, Oz un mundo de fantasía) y su tía Joyce (la musculosa Katee Sackhoff de Oculus y Riddick). Está también el jefe de familia (Chad Michael Murray), pero la verdad es que cuenta poco.
Al establecerse en una semiabandonada casa de campo, la pequeña siente la presencia de un cierto Sr. Gordy, que sus padres identifican con el clásico “amigo invisible”, pero que resulta ser un personaje que realmente habitó ese lugar. Y – según aclaraciones del pastor evangélico de ese sector rural – no era un hombre de fiar, porque descendía de un taxidermista que presuntamente ayudaba a huir a los esclavos por una red de túneles subterráneos.
Tom Elkins, que estuvo a cargo de la edición del filme anterior (además de varios más), sabe hacer su trabajo como montajista. Las secuencias del columpio y de los fantasmas de raza negra que aparecen están bien logradas, al igual que el mundo visto por los ojos de la niña (por ejemplo, desde el fondo de un pozo).
En los hechos verdaderamente ocurridos, intervinieron un especialista en estos fenómenos, una médium y una vidente. No hubo coincidencia en sus diagnósticos: en la casa había presencias benignas, pero también otras que no eran necesariamente demoníacas. Estas últimas eran almas en pena que demostraban su enfado, como lo habían hecho en vida. Y allí surgen las referencias a la esclavitud, al ku klux klan, a una historia de amor inconclusa.
Hubo sí un exorcismo (que justifica el título en castellano) y que llevó más que nada a mejorar las relaciones familiares. Porque, mal que mal, había una niña incomprendida, un padre adjetivo, una madre dependiente de fármacos y una tía que atraía las malas vibras.
Al final de la película aparecen los auténticos protagonistas de los hechos, como certificación de la realidad de lo acontecido. A ellos se agrega una nueva hija del matrimonio. Entre paréntesis, Heidi, que ya va para los 30 años, ha declarado que sigue teniendo percepciones, pero que prefiere no compartirlas.
(The Haunting in Conneticut 2: Ghosts of Georgia. USA, 2013)