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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Educación: problema de fondo, no comunicacional

El gobierno se equivoca cuando quiere cambiar los cimientos de un sistema que nos ha llevado a tener la educación con mejores resultados de América Latina, que ha aumentado exponencialmente la cobertura, y ha tenido avances considerables en cuanto a la calidad.

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José Francisco Lagos es Presidente de la Fundación Chile Siempre

En la últimas semanas personas cercanas al gobierno dijeron públicamente que el gran problema de la Reforma de Educación era comunicacional. Se trataría de una incapacidad de transmitir el espíritu de la Reforma a todos los sectores del país, tanto políticos como a los actores de la educación: profesores, padres, estudiantes y sostenedores.

Lo anterior es a lo menos una visión sesgada o lisa y llanamente equivocada de la situación política actual que vive la reforma. Si el problema fuera tan solo comunicacional, la solución se daría si la Presidenta ordena las filas y los voceros de la Nueva Mayoría se pusieran de acuerdo en qué es lo que debiera ser transmitido. Sin embargo, ese intento ya se ha hecho y los resultados han permanecido constantes, por ejemplo en el despliegue de ministros intentando explicarle la Reforma a las personas y a diversas agrupaciones gremiales.

El problema entonces pareciera ser de la reforma misma, en otra palabras es “lo” que se comunica y no “cómo” se comunica. En esa misma línea los esfuerzos que haga el gobierno por intentar cambiar la forma de comunicar -por ejemplo hablar del “segundo tiempo”- solo dará como resultado un efecto “placebo” en caso de resultar, y no apuntaría al verdadero epicentro del asunto.

De acuerdo a sus propios términos la Presidenta ha mencionado que el “corazón” de esta Reforma es el “fin al lucro, fin al copago y fin a la selección”. El problema es que el verdadero desafío es que ese corazón sea trasplantado por uno que hable de lo verdaderamente educacional y apuntar a mejorar la calidad de la misma. No llama la atención que crean o hagan ver que el problema es en parte comunicacional, ya que por ejemplo los tres ejes mencionados, todos llevan la palabra “fin”, lo que es ilustrativo en relación al verdadero espíritu de esta Reforma: destruir lo que ya existe y no construir ni proponer algo nuevo y mejor. La verdadera pregunta es cómo esperan que eso no genere al menos incertidumbre.

El gobierno se equivoca cuando quiere cambiar los cimientos de un sistema que nos ha llevado a tener la educación con mejores resultados de América Latina, que ha aumentado exponencialmente la cobertura, y ha tenido avances considerables en cuanto a la calidad. Sin lugar a dudas que hay muchos desafíos pendientes, como lograr que la calidad y la libertad no dependan de cuantos recursos posean las familias, sino que no existan restricciones sociales, económicas ni menos geográficas para acceder a proyectos educativos diversos y a la altura de lo que las familias esperan.

El ataque a la educación particular subvencionada es en último término un ataque a la decisión que han tomado la mayoría de los padres al elegir este tipo de instituciones. El gobierno, más que cuestionar y hacer analogías de mal gusto –como la de los patines– debiera respetar esa decisión, promoviendo la libertad de los padres y no poniéndoles trabas. La sociedad chilena ha entendido que una verdadera educación de calidad va de la mano con la diversidad y la inclusión, y no con los proyectos que apuntan a limitarla o eliminarla

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