Formación de profesores: Despreocupados
La sociedad chilena, desde el Gobierno hasta el ciudadano, no se está preocupando de exigir una formación docente de excelencia. Nuestra sociedad nunca ha pensado en un plan de desarrollo integral para la formación de profesores.
Jorge Schiappacasse es Cientista político UC y magíster en Ciencia Política de la Universidad Católica. Diplomado en Gestión Local en USACH. Fundador de revista digital Ciudad Liberal. cl
Hace unas semanas un dictamen de Contraloría resolvió que los institutos profesionales no pueden continuar dictando carreras de pedagogía.
Esta nueva exclusividad universitaria se dictó en el año 2009 y recién en junio de 2014 se ha puesto en marcha. ¿Cómo puede ser que por casi 5 años se haya violado sistemáticamente la ley y nadie se haya dado cuenta? ¿Qué pasará que ningún actor se preocupó de este tema primordial? ¿Será posible que nadie se haya dado cuenta de la derogación de este artículo transitorio?
Al ver que tuvieron que pasar casi cinco años para que se implementara la exclusividad universitaria, es fácil constatar que en Chile estamos despreocupados de lo que pasa con los estudiantes de pedagogía. Difícil no leer la palabra despreocupado y no acordarse de ese comercial. Despreocupado era quien estaba tranquilo por su futuro, dado que este estaba asegurado.
Lo cierto es que una parte importante de la calidad de la educación se juega en la calidad de los profesores. Y una parte importante de los profesores se juega en la calidad de la formación inicial que reciben.
Dicho lo anterior, podríamos pensar que la aplicación de la derogación de este artículo es una buena noticia dado que, al igual que en los países desarrollados, estamos dejando en manos de las universidades la formación de nuestros docentes, con todo lo que ello implica: posibilidad de formarse en diálogo con distintas disciplinas, nutrirse de la investigación, con la posibilidad para el futuro profesor de seguir aspirando a más altos grados académicos una vez egresado. Sin embargo, este dictamen de la contraloría muestra una triste realidad en Chile: La sociedad chilena, desde el Gobierno hasta el ciudadano, no se está preocupando de exigir una formación docente de excelencia. No nos estamos preocupando, en simple, de que los profesores que egresen tengan las herramientas para poder cumplir su meta: ayudar a que cada niño pueda lograr los aprendizajes que le permitan a futuro alcanzar sus sueños.
Nuestra sociedad nunca ha pensado en un plan de desarrollo integral para la formación de profesores. Jamás se ha puesto a pensar integralmente qué conjunto de políticas públicas son necesarias para crear los incentivos y programas necesarios para avanzar a una formación docente que sea responsable, no con los profesores, no con los padres, sino con los niños y sus sueños.