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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Tengo miedo

"Miedo de que esa crianza para esas nuevas generaciones no sirvan de nada cuando en un futuro esos niños tengan que ir al frente de batalla porque la generación anterior no fuimos capaces de dejar de pelear y conversar".

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Asher Permuth es Ingeniero Comercial de la U. de Concepción. Fotógrafo. Piloto Privado. Actualmente vive en Tel Aviv

Estos últimos días no he hecho más que leer y escuchar opiniones fraguadas desde el miedo; fraguadas desde el miedo y fundidas en el odio, lo cual genera dolor y sabemos que al final nos lleva al lado oscuro.

Tengo miedo cuando leo a los nuestros cuestionar el judaísmo de algunos por no compartir sus opiniones – como en el Facebook de la Hashomer Hatzair después de publicar la foto por la paz- o cuando leo a la mayoría árabe defender ciegamente a grupos extremos musulmanes quienes finalmente tienen gran parte de la culpa de que la mayoría de sus abuelos – cristianos ortodoxos-  naciera en Chile y no en sus tierras.

¿Pensarán que para el Islam radical del Hamas la libertad de culto es una virtud?

Tengo miedo al ver que ningún judío puede escribirle a sus hermanos árabes sin que su lealtad sea cuestionada, que palestinos como grupo publiquen en el diario judío o un rabino escriba  sentimientos puros emanados del más sincero dolor sin que sólo se remarquen las críticas a la Forma en vez de tratar de entender y trabajar el Fondo, y quizás así llegar a alguna parte entre todos; más aún cuando la base del pensamiento de aquellas respuestas está basado en miedos políticos de ambos lados ya que “esto lo lee el enemigo”.

Mucho peor si pensamos que el cuestionar y discutir nuestra propia autoridad nos hizo el pueblo fuerte y sobreviviente que somos hoy día. No olvidar que somos el pueblo del Libro y quienes escribimos uno el doble de grueso solo para cuestionar al de dictamen divino.

Tengo miedo cuando supe que por mostrar unidad dentro de la colectividad Árabe se callaron las voces que pedían hace más de un año condenar las decenas de miles de muertos en Siria o la ínfima convocatoria Judía para marchas pro paz o protestar contra el trato en los Territorios; mucho más después de haber visto marchar miles en Tel Aviv.

Tengo miedo al ver las noticias en Francia de cómo una protesta por la violencia en Gaza termina en ataques a plena luz del día contra una sinagoga y gente abogando para que de una vez por todas se termine lo que los nazis comenzaron; más aun cuando la idea de la República Francesa fue el faro de las libertades para el resto del mundo hace un poco más de 100 años, todo basado en la condena popular del horrible acto antisemita del Capitán Dreyfus.

Miedo de ver actitudes similares en Chile, al FPMR marchando junto a un disfrazado Hitler entre las banderas de la extrema derecha religiosa del Hamas, peor aun una funcionaria de gobierno quemando una bandera en un acto publico.

Ver como la política ciegamente lo ensucia todo y fácilmente enjaula millones de personas en una idea sin siquiera ser cuestionada. Izquierda contra derecha, comunismo contra capitalismo, igual USA, igual Israel, igual judíos contra palestinos, igual izquierda atea amiga de derecha religiosa e Islam radical es una ecuación que debiera ofender cualquier cerebro. Mucho más si pensamos que si esos ateos, comunistas o fanáticos neo nazis o cristianos fueran a las oficinas de reclutamiento del Hamas serían colgados en el acto según dice el Corán respecto del detalle de quienes y en qué orden son considerados infieles.

Miedo cuando veo demonizar un país acusado abiertamente de Apartheid en donde es posible escuchar los llamados a rezos musulmanes en medio de la marcha gay más grande del mundo y donde gran parte de la gente éramos familias con niños. Miedo de que esa crianza para esas nuevas generaciones no sirvan de nada cuando en un futuro esos niños tengan que ir al frente de batalla porque la generación anterior no fuimos capaces de dejar de pelear y conversar.

Me da miedo cómo la gente confunde a estos musulmanes fanáticos sin cabeza con los defensores de la causa palestina en busca de soberanía. También es de temer que solo por mi condición de judío me confundan muchas veces en las discusiones con los colonos ortodoxos extremistas, ciegos seguidores de sus rabinos y cada vez más del olvidado buen Libro.

Tengo miedo de las sirenas, cuando siempre dije que las prefería antes que el peligro del cogoteo santiaguino, pero en aquella hora lo dude 100 veces corriendo al refugio.

Tengo un miedo que aquella alarma desaparece en todos nosotros aplaudiendo irónicamente en el bar la caballerosidad del Hamas por no haber atacado durante la final del mundial. Eso sí que me hizo sentir miedo, la comodidad de ambos lados para con la violencia. Más aún cuando constantemente explico a mis amigos que pelear cada cierto tiempo se ha convertido en casi una práctica terapéutica para israelíes y palestinos, pero en realidad no lo es. En el fondo para todos, más los que la viven en carne propia, odiamos la violencia.

Tengo miedo al ver que- después del horrible bloqueo en Gaza, el cual tiene a su población civil viviendo en la miseria, convirtiendo a su gente blanco fácil de la radicalización -los misiles brotan como agua del manantial. Más miedo me da darles la razón a los Halcones que alababan el bloqueo ya que no quiero imaginar el poder de fuego con fronteras abiertas. A causa de este bloqueo Israel tiene que proveer servicios básicos a Gaza, la gente se llena la boca diciendo “¿que país en caso de ataque sigue prestando los servicios al enemigo?”. Bueno, uno que respeta el derecho interno que así lo comanda.

Viene incluido en el argumento de ser la única democracia del Medio Oriente, no lo prostituyamos. Si Gaza está bloqueada y nosotros cortamos la luz ¿podría llegar la situación de casi 2 millones de personas a ser peor aún? ¿Cómo podemos vivir con ese floreciente basural radical en el patio trasero de la Stand Up Nation? ¿O nadie más piensa en el caldo de cultivo de futuros enemigos que estamos regando, con la 13 tasa de natalidad en el mundo y un desempleo de casi el 50%?

Me da miedo seguir manteniendo civiles en los Territorios militarmente ocupados. Hubo una partición que los árabes no pidieron ni aceptaron, después vinieron las guerras, Jerusalem con los Seis Días y cada vez su territorio disminuye. Soy un (post) sionista orgulloso, creo que todos los judíos tienen derecho a vivir en Israel, pero mi moral cree que es hora de ponerle fronteras al Israel moderno, ya que hay millones de personas que llevan casi 70 años esperando un pasaporte y libre actuar. Y otros millones que quieren volver. A veces hay que dolorosamente ponerse en los zapatos ajenos y pensar que haríamos nosotros en su situación.

Si cerramos las fronteras de un estado palestino y quieren traer a sus refugiados no nos afectaría demográficamente. Por otro lado, un estado binacional como algunos proponen es una trampa mortal para la supervivencia judía como base del estado.

Este es el punto que más miedo me da, pensar que ambos extremos religiosos convergen en la idea de destrucción política del estado de Israel, con la solución de “un estado para dos pueblos”. Gran parte de la ortodoxia extrema y los colonos no creen en el actual estado de Israel y continúan esperando que el Mesías se los entregue, como dijo Ben Gurion en una entrevista televisiva, después del 67 y proponiendo crear las fronteras en ese momento para 2 estados: “llevamos 2000 esperándolo, si lo hacemos mal y llega, el sabrá cómo reordenar las cosas, para eso es el Mesías”.

Algunos Rabinos predican que el estado de Israel actual es un insulto a Dios. Los religioso de ambos lados podrán esperar más de una vida, y quizás no en 20 pero si en 100 años, la mayoría musulmana en la Knesset terminarán por votar el cambio de la bandera y la Hatikva, y el estado de Israel volverá una vez más a la clandestinidad sin haberse disparado una sola bala en su defensa.

Judea y Samaria son parte de la historia como el Yafo palestino; los refugiados deberán volver reubicados a la futura Palestina así como la Haifa árabe seguirá siendo parte de Israel.

Si ha de haber una ocupación estratégica momentánea será militar, ya que firmada la Paz las bases y los soldados se levantan en días. Los asentamientos son doloroso de erradicar, ya lo vivimos en Gaza. Por lo mismo esta vez el desalojo se transformara en una guerra civil entre los “Tag Mejir” y el Zahal, lo cual ha estado a punto de ocurrir varias veces.

Me da miedo, que un grupo de fanáticos cobardemente haya quemado vivo un joven Palestino sólo por venganza y que un equipo de fútbol exponga una bandera aplaudiendo la acción en el centro de Jerusalem.

Quizás solo tengo miedo desde este último mes de vida durante el cual he tenido las experiencia más cercanas a la vida y la muerte. Hace 1 mes nació mi hija Ronit y durante los horribles únicos 10 minutos que he estado en un refugio solo pensaba en volverla a ver.

Tengo miedo que las reacciones en búsqueda de la paz son menos de las que necesitamos, muchas menos que las radicales y violentas que solo buscan justificar las muertes del otro. Menos miedo también descubrir que no estaba tan solo, que somos cada vez más y que por cada 9 voces idiotas aparece una que con nombre y apellido se desviste frente a sus cientos de contactos y habla desde el corazón, desde la moral, con la frente en alto y pide fin a esta locura.

Detengamos la violencia

Entendamos que apuntar al otro lado con el dedo de la culpa solo traerá más muertes acá y más odio fuera. ¿Hay realmente un único culpable en las guerras?

Soy un convencido que para lograr un verdadera paz, nosotros los judíos e Israelíes tenemos la dura tarea de levantarnos de nuestros cómodos sillones de victoria y potencia militar para tenderle una mano a la desvalida, desesperada y desesperanzada población palestina.

Debemos detener la costumbre de dar la mano a la contraparte y aprobar la construcción de asentamientos al otro día. Pensemos en razones distintas a la culpa de sus líderes, los ofrecimientos de paz que tiraron por la borda, que muchos de ellos están muy locos (a nosotros locos no nos faltan) o que nunca existieron como pueblo ya que todo eso queda en el pasado. Los familiares y amigos que se perdieron en el camino no volverán y los números fríos dicen que al otro lado la cifra de muertos es mucho mayor.

Por su parte, los primos tendrán que lidiar con una línea fronteriza posterior a la partición, personalmente creo que la línea debería estar en algún lugar entre el 48 y el 67. Si nos estancamos en recuperar gran parte del territorio perdido en guerras no se avanzará y demorarse es perder cada vez más superficie contra la ortodoxia (y ganar radicales con AK47). Es muy difícil esperar devoluciones de grandes extensiones resultantes de guerras como lo fue el Sinaí. Sería para la realidad chilena devolver el norte grande y su cobre a los vecinos o que las fronteras de la Araucanía vuelvan hasta el sur del Bío Bío.

Para los que no conocen la Palestina cisjordana, los parajes de despoblado ávidos de progreso son inmensos, las proyecciones de crecimiento en términos de servicios y construcción para los palestinos siendo vecinos de un país como Israel son enormes (un mucho mayor GAP que los números del Perú vecino de Chile los últimos años). Si miran los estudios de la actividad económica en tiempos de paz v/s conflicto verán que las pérdidas de competitividad son terribles en ambos lados cuando se están corriendo bala. En Ramallah se está construyendo un hotel Hyatt y un centro comercial con tiendas como Zara y H&M.

Las oportunidades están, me pareció que la gente así lo quiere. No por nada esta vez las voces árabes defendiendo a Israel son numerosas. No solo los pocos Palestinos cristianos que van quedando por la expulsión musulmana, sino ya de países vecinos como Jordania donde los últimos años gran parte del turismo (su principal entrada) es Israelí dado la revuelta en Siria.

Dejemos de hacerle creer al resto del mundo que árabes y judíos somos su principal problema y demostremos lo ganado en inteligencia y civilización en nuestros milenios de historia juntos. Como decían los Guns: What’s so civil about war, anyway?

Ahora que releo la columna, creo que ya no tengo tanto miedo.

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