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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Inmigración en Chile: entre oportunidad y desafío

Es importante enterrar desde ya el estereotipo según el cual los migrantes necesariamente tienen efectos negativos sobre los trabajadores locales con habilidades similares. Los migrantes ni quitan empleos ni bajan los salarios. Aumentan el producto económico de la zona adonde llegan

Por Pierre Lebret
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Pierre Lebret es Cientista Politico UDP – La Sorbonne Nouvelle París III. Especialista en Cooperación Internacional

Históricamente los flujos migratorios generan oportunidades y complejidades dentro de nuestras sociedades. Al observar un crecimiento demográfico relativamente bajo, la inmigración representa una oportunidad para Chile. Sin embargo al no manejar los flujos de inmigración con enfoque de derechos y políticas públicas en esa materia, crecerá la tensión e incomprensión entre chilenos y la población extranjera residente en Chile.

El país ha sido históricamente receptor de flujos de inmigración,  y al demostrar buenas condiciones económicas – más allá de las turbulencias internacionales – y ventajas comparativas dentro de la región, la población inmigrante ha aumentado en los últimos años. Según Naciones Unidas, los inmigrantes en nuestro país pasaron de 107 mil a casi 400 mil, es decir el país de Sudamérica donde más creció ese número entre 1990 y 2013. A finales de 2012 el 2,10% del total de la población residente en el país era extranjera, y más del 70% de los inmigrantes en Chile eran de origen sudamericanos, principalmente población de origen fronteriza, peruanos y argentinos.

Es importante enterrar desde ya el estereotipo según el cual los migrantes necesariamente tienen efectos negativos sobre los trabajadores locales con habilidades similares. Los migrantes ni quitan empleos ni bajan los salarios. Aumentan el producto económico de la zona adonde llegan, y dan más de lo que reciben. Es en tiempos de recesión cuando las reacciones se tornan más complejas. Una crisis de empleo es muy desfavorable para los migrantes, ya que su perfil es el más vulnerable a la recesión. Por eso es necesaria una movilización del Estado de Chile en materia migratoria, una política de integración que implique el enfoque de derechos de las familias migrantes, la promoción de la educación en colegios y municipios chilenos con el objetivo de promover la comprensión mutua entre las personas y comunidades. La inmigración no es un problema de seguridad que debe ser resuelto sino una política pública que debe ser pactada entre múltiples actores y sectores.

La actual ministra de desarrollo social, Fernanda Villegas, ha sido una de las pocas autoridades en poner énfasis en la importancia que es para Chile concientizar a la población sobre ciudadanos provenientes de otros rincones de la región. En ese mismo ministerio se creó la Unidad de Migración e Inclusión Social, un paso no menor que permitirá generar mayor información pero también atender a personas migrantes en situación de vulnerabilidad como mujeres, niñas y niños. Institucionalizar el tema migratorio desde lo público con enfoque social es vital para iniciar planes y políticas públicas para enfrentar de buena manera un tema relativamente nuevo para Chile, con el fin de integrar y evitar tensiones dentro de la propia sociedad chilena.

Como expresaba el escritor y diplomático francés Stéphane Hessel « nos pertenece cuidar de manera conjunta una sociedad de la que podamos sentirnos orgullosos, no una sociedad de estigma de los sin papeles, de expulsiones, de sospechas vis-à-vis de los inmigrantes ».

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