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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Barristas destruyen lugar histórico donde estuvieron presos de dictadura en el Estadio Nacional

El pasado fin de semana, barristas del Colo Colo destruyeron la escotilla 8 del Estadio Nacional de Chile, monumento declarado histórico, puesto que por dicha escotilla, pasaron miles de prisioneros políticos durante la dictadura de Pinochet, en el centro de tortura más grande de la dictadura.

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Janet Noseda es Psicóloga. Magister en psicología clínica. Especialista en género y diversidad sexual.

La escotilla 8, es un pasillo oscuro que cuenta con dos baños y un largo pasillo que sale hacia el exterior, donde están las galerías del Estadio. Esas mismas galerías donde en fotografías añejas, se muestran prisioneros desnutridos bajo la vigilancia de militares chilenos. La escotilla 8 desde septiembre a diciembre de 1973, estaba repleta de miles de hombres que fueron capturados por la dictadura de Pinochet y llevados al Estadio Nacional para ser sometidos a tortura. Esa galería, hasta el incidente del fin de semana, estaba intacta y no era posible de ser tocada. De hecho, era el único lugar de la cancha que no había sido restaurado con sillas nuevas y que destacaba en el lugar con sus tablas antiguas, con el propósito de mantener los tablones tal cual eran en aquella oscura época, por donde miles de personas pasaron sus días sentados luego de las sesiones de tortura.

Uno de mis mejores amigos, Manuel Méndez, es ex prisionero político del Estadio Nacional y hoy, un adulto mayor sobreviviente de los crímenes del estado de Chile. Estuvo cincuenta días prisionero en el Estadio Nacional, donde sufrió desnutrición, tortura psicológica y golpes de bototos y culatazos de ametralladora. Siempre me ha dicho que en su vida hay un antes y un después de lo ocurrido en el Estadio Nacional… y jamás recibió justicia. La única forma de intentar re significar lo vivido, era protegiendo ese lugar, su lugar, de tantos recuerdos dolorosos, porque él, junto a la Asociación de Ex Presos y Presas Políticas del Estado Nacional, saben que si resguardaban ese espacio y educaban a las generaciones nuevas de lo ocurrido, podrían beneficiarse de la tranquilidad de decir: NUNCA MÁS.

Participé con mi amigo Manuel mañanas completas dando visitas al Estadio Nacional a cualquier persona que estuviera interesada en saber lo que allí ocurrió, enseñando lo que había pasado en la escotilla 8, en la caracola, en la piscina… y Manuel se emocionaba cada vez que recordaba lo sucedido pero quedaba contento después, de haber enseñado a los demás lo que él con tanto amor cuidaba: esas galerías sucias, esos tablones añejos, los pasillos oscuros y húmedos que alguna vez, con metralletas sobre costales de harina, custodiaban a miles y miles de hombres hacinados, maltratados, torturados. Siempre pensamos que resguardando esos lugares del Estadio Nacional, podríamos intentar darle a quienes participaron en el golpe de Estado donde más les duele: en la memoria de la gente.

Cuando en febrero de este año fui a la inauguración de los memoriales que habían sido instalados en el Estadio Nacional y divisé a Manuel entre la multitud, corrí para abrazarlo. Sabía lo que para él significaba tener un memorial que recordara lo que había pasado en las diferentes partes del estadio… y no me equivoqué. Lloramos juntos por mucho rato y me mostró orgulloso cómo había quedado el estadio: la escotilla 8 mostraba las fotografías de quienes hoy son adultos mayores y que estuvieron en ese lugar. Estaba adornada con un mapa de los centros de tortura, una bandera, una fotografía gigante de los prisioneros custodiados por militares y los baños estaban resguardados de igual forma que en aquellos tiempos.

Hoy, hace sólo unos instantes, me enteré de que los barristas del Colo Colo destruyeron toda la escotilla 8. Sacaron tablas de las galerías históricas, que guardaban el recuerdo de quizás cuantas personas que allí se sentaron pensando en sus hijos y las hicieron trizas. Rompieron las fotografías de las paredes que mostraban a los sobrevivientes de aquel centro de tortura, rompieron las tazas de los baños originales de aquel tiempo… y con ello, rompieron el corazón y la ilusión de Manuel y de todas esas maravillosas personas que conforman el colectivo de Ex Presos y Presas Políticas del Estadio Nacional. Debo decir, que también rompieron mi corazón (en un nivel muy diferente a los sobrevivientes, claro está), porque me pasé años trabajando por esta causa y porque quiero a Manuel muchísimo. Quiero a Manuel, a Wally y a cada persona que pasó por el Estadio Nacional en dictadura… los conozca o no los conozca. Estén o ya no estén con nosotros.

No sé por qué los barristas hicieron esto. Lo que sí sé es que ellos seguramente no tenían idea lo que estaban destruyendo: la historia y la memoria de mi pueblo. Ahora saldrán diciendo que los barristas no sabían lo que estaban haciendo… o que no eran barristas, si no que eran delincuentes. Yo les respondo lo siguiente:

Eran barristas. A menos de hayan estado ese día muchos delincuentes paseando por el Estadio Nacional y lo que hicieron, los hace delincuentes y de los peores… porque hasta el más vil de los delincuentes, no ataca a su propia gente. Además, al entrar a la escotilla 8, vieron las consignas políticas y las fotografías de los prisioneros de militares del año 1973 y la gran fotografía de Salvador Allende. Sabían lo que estaban haciendo.

• ¿Qué sacan con tener estrellas y galardones de fútbol si no conocen ni respetan la memoria de nuestro pueblo? De nada les sirve.

• Ojalá pudieran interesarse en algo con un poco más de profundidad. Ni siquiera les pido interesarse por la historia. Interésense por el dolor ajeno, por la memoria dañada de nuestro pueblo, que también es el suyo.

Muchas gracias, barristas. Felices deben de estar quienes aprueban el golpe de Estado, porque ustedes borraron lo único que realmente les duele: la memoria, la evidencia.

No sé por cuánto tiempo más estarán en esta vida los sobrevivientes del Estadio Nacional, puesto que a pesar de ya ser ancianos, tienen secuelas físicas considerables producto de la tortura. Este país, no dio nunca justicia, ni les reconoció nunca el gran daño del que fueron víctimas… y menos, dio real castigo a sus opresores. Los sobrevivientes del Estadio Nacional sólo nos tienen a nosotros, a quienes podemos ayudarlos a transmitir a las otras generaciones lo que sucedió en ese lugar. Le pido a esa gente, a quienes sin conocer a Manuel ni a los demás sobrevivientes se hayan sentido conectados con ellos… que nos ayuden a cuidar el Estadio Nacional y los monumentos de los Derechos Humanos. Sólo el pueblo puede defender al pueblo y en este caso, sólo el pueblo puede defender la escotilla 8 y los monumentos históricos, de la gente sin memoria de nuestro propio pueblo. 

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