A movilizarse para ganar la reforma estructural
La lógica de las "desconfianzas", de la prevención ante la "cooptación", responde a una diferenciación espúrea que nos ha llevado a la parálisis más que a la movilización. Y a un actuar errático. A una falta de definiciones claras que nos ha jugado en contra.
Irací Hassler es Secretaria General Fech, Senadora Universitaria. Militante de las Juventudes Comunistas y estudiante de economía de la Universidad de Chile, @Iracihassler
Este año, qué duda cabe, ha sido difícil para el movimiento estudiantil. Hemos perdido capacidad movilizadora –nuestra principal herramienta- y se ha evidenciado la falta de objetivos claros.
Sumado a esto, la derecha se ha rearticulado y ha arremetido con fuerza disputando el sentido común que habíamos ganado. Las disputas al interior de la Nueva Mayoría y la disposición de algunos a resolver la reforma en la cocina de un viejo conocido, configuran un cuadro peligroso para los objetivos del movimiento social.
El año 2011, el lienzo principal de la toma que levantamos en la Casa Central de la Universidad de Chile decía, con orgullo: “La lucha es de la sociedad entera. Todo Chile con la educación gratuita”. Los guardianes del modelo, acorralados entonces, hoy vuelven a abrirse un espacio.
¿Vivimos una resaca natural, inevitable, después de un agudo ciclo de movilizaciones que tuvo como puntos más altos la revolución pinguina del 2006 y el movimiento por la educación del 2011?
Responder que sí significa asumirse, con pesimismo, como un actor que difícilmente podrá revertir esta tendencia. Y significa también darle espacio a la autocomplacencia. Por el contrario, debemos analizar de manera crítica qué errores hemos cometido, para corregirlos y recuperar nuestra incidencia y capacidad movilizadora.
Lo primero es retomar el objetivo central del movimiento social por la educación: salir a ganar una reforma estructural en nuestros términos. La lógica de las “desconfianzas”, de la prevención ante la “cooptación”, responde a una diferenciación espúrea que nos ha llevado a la parálisis más que a la movilización. Y a un actuar errático. A una falta de definiciones claras que nos ha jugado en contra.
Es desde esta lógica que la Confech decide bajarse del Plan de Participación del gobierno, algunas semanas después de subirse tras el cumplimiento de las garantías exigidas. A cambio, se pide una mesa de negociación directa con el gobierno, buscando obtener triunfos de corto plazo, pero saltándose lo más importante: un proceso de acumulación que nos entregue real capacidad negociadora. Esta nueva vacilación nos deja en una posición desmejorada, y fortalece lade quienes quieren marginarnos.
Debemos retomar nuestra vocación de poder, en el buen sentido de la palabra. Todavía tenemos las condiciones para obtener la reforma más importante desde la dictadura, pero debemos corregir el rumbo: volver a confiar en nosotros mismos, pues no encontraremos mejor garantía que nuestra propia fuerza expresada en la movilización y la capacidad de interpretar los intereses de las grandes mayorías.
Para eso es fundamental aumentar la base de apoyo del movimiento social, empujando en unidad real con todos los actores. Haber tomado como propia la movilización de los trabajadores este 4 de septiembre hubiese significado avanzar en esa dirección.
La cuenta de ahorro de un movimiento que el 2011 generó consenso absoluto en torno a sus demandasse nos está acabando.Es urgente volver a centrarnos en recuperar la movilización social y con ello la incidencia,conquistando la reformaque recoja los anhelos de millones de familias y vuelva a consagrar la educación como un derecho social universal.