Zamorano y Choclo Délano, ¿medidos con la misma vara mediática?
Era como un regalito para los editores de programas de televisión ver a un Zamorano debiendo cantidades enormes de plata a los principales bancos del país; un regalito que los mismos bancos les entregaron al filtrar la noticia y correr de voz en voz lo sucedido.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
Cuando se supo la deuda de Iván Zamorano, los medios, las redes sociales y toda persona que opinara al respecto dejaba entrever una especie de morbo, una especie de sensación algo extraña por ver caer a un ídolo, a una persona que el único poder que tenía era el cariño de la gente y una fortuna acumulada por años de trabajo. Era reconfortante para algunos verlo en esta situación, ya que el ex futbolista es más alcanzable, más cercano y más vulnerable a la persecución de los medios.
Era como un regalito para los editores de programas de televisión ver a un Zamorano debiendo cantidades enormes de plata a los principales bancos del país; un regalito que los mismos bancos les entregaron al filtrar la noticia y correr de voz en voz lo sucedido. Era como si de pronto el hecho de haber logrado superar las infinitas trabas que el sistema le pone a los de su clase, haya sido finalmente castigado. Como si todos los que alguna vez lo vieron mostrando sus lujos sin ningún pudor -el pudor que siempre se les exige en Chile a quienes viene de abajo solamente- hayan visto en esta crisis una oportunidad para disfrazar su clasismo cuestionando sus accionares financieros, como si eso fuera un temas país.
Lo que sí es un tema país, en cambio, y tiene bastante menos cobertura que las deudas de Iván, es el financiamiento reservado del grupo Penta a una cantidad considerable de parlamentarios, lo que se puede dar a entender como un cierto control sobre decisiones y votaciones de parte del mundo privado hacia quienes ejercen la política en el Congreso Nacional.
Pero al parecer eso no importa. Si bien hay una gran cantidad de reparos y críticas al grupo liderado por Carlos Alberto Délano -alias el “Choclo”- resulta más natural ante nuestros ojos -y el de los medios- que él haga esta clase de cosas, total viene de arriba y ejerce su poder como los de arriba deben hacerlo. Es Délano y debe cuidar sus intereses como una de las fortunas más importante del país, y eso en Chile, de manera cada vez más soterrada, es aceptable. Porque nos enseñaron que los “errores” de los ricos -quienes nacieron ricos sobre todo- son muchas veces por algo, y deben ser medidos según ese algo que lo otorga el estatus, la familia, la proveniencia de clase.
La clase en Chile es muy importante, ya que los únicos que tienen permitido a tener conciencia de tal son quienes están arriba, los que tienen antepasados que contribuyeron a crear esta república muchas veces elitista. Los demás que se la arreglen como puedan. Que peleen, que luchen por no ser aplastados, aunque sean personas como Iván Zamorano, que nos demostraron de manera fehaciente que lo que tienen se lo merecen. Porque, claro está, él debe demostrarnos más que los Délano, los que no deben demostrar nada a nadie, ya que sería una rotería hacerlo.
Si es que se quiere desarrollar una democracia más inclusiva y sobre todo menos prejuiciosa, debemos vernos, entendernos y preguntarnos por qué hay cosas que cuestionamos y otras que no. Por qué sentimos más ofensivo que una persona de cierta procedencia deba enormes cantidades a los bancos, y no que haya gente de otra procedencia que sea capaz de usar sus inmensas cifras para hacer política de manera oculta, desde la sombra. Tal vez una respuesta sea que el Choclo tiene cierto acento, cierto círculo y cierto lugar que nos parece más inalcanzable, y por lo mismo más intocable y cada respuesta que diga la entenderemos. Aunque para afuera digamos condenar con todas nuestras fuerzas lo cometido por él.
Zamorano, por otro lado, no puede darse esos más lujos. Debe pagar públicamente por ser la persona que es. Debe rogarle a los medios que lo dejen tranquilo, porque ellos se sienten un poco dueños de su imagen, de sus amores y de su vida. Total sin el aparataje mediático no hubiera sido tan querido, tan aplaudido, tan abrazado.
Es un buen ejercicio ver los artículos sobre de Zamorano y el “Choclo”. Ver dónde está puesto el énfasis de ciertos periódicos y noticiarios, y así preguntarnos si es que son medidos con la misma vara. Tomando en cuenta que uno tiene deudas personales y el otro ha incurrido en actos que podrían ser consideradas practican antidemocráticas.