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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Malas noches, Providencia

La misma edil que terminó con el 11 de septiembre como nombre de una arteria principal, para convertirla en Nueva Providencia , hoy nos deja una medida que se ciñe en nuestros hombros ciudadanos como el mejor recuerdo del toque de queda.

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Recuerdo todavía lo placentero que siempre me resultaba, desde niño, transitar por las calles de Providencia al anochecer. Siempre con sus jardines bien cuidados, fachadas limpias de edificios y luces neón resplandeciendo por doquier. El olor de la buena chilean cuisine y las sandiwcherías top eran un sinónimo de opulencia y sabor. El sonido de los pubs, el murmullo de la gente, incluso en aquellos ruidosos y hasta escandalosas variaciones del barrio Suecia eran una invitación perfecta al paseo y la sensación de que Providencia era una comuna viva, y activa a las horas nocturnas, lo que incluso hablaba bien de Santiago.

Si de atraer turistas se trataba, el panorama descrito era grato y tentador. Así las calles de Provi pronto eran espacio perfecto para escuchar harto acento extranjero y otros idiomas, además de la algarabía de quienes buscan en la noche, el momento perfecto para la reunión, la cercanía y multiples conexiones con el placer. Es decir, aquello que los seres humanos necesitamos para sentirnos vivos y despiertos y que en todo el mundo se conoce como bohemia. Aquella que ha ensalzado los ambientes de París, Ciudad De Mexico o un cercano Buenos Aires.

Pero en el Chile de la nueva mayoría, esa noche es sinónimo de violencia y de malos hábitos que es mejor controlar y cercenar si es posible. Toda una sorpresa cuando la medida viene de quienes se erigieron en su momento, como lo opuesto a esos criterios restrictivos. Y se ganaron no solo los votos, sino que la empatía de toda una comunidad que anhelaba desterrar los vestigios de una dictadura sangrienta y torpe que parecían ser encarnados por las medidas del ex coronel Labbé. Esos anhelos tuvieron como referente a doña Josefa Errázuriz, que pese ostentar un apellido de rancia aristocracia vasca, era vista como una esperanza de nuevos y mejores aires.

La misma edil que terminó con el 11 de septiembre como nombre de una arteria principal, para convertirla en Nueva Providencia , hoy nos deja una medida que se ciñe en nuestros hombros ciudadanos como el mejor recuerdo del toque de queda. Esa tristemente célebre regulación que amenazó por años con sepultar lo mejor de nuestra cultura bohemia hoy parece estar de vuelta en manos de esta alcaldesa que argumenta acoger el clamor de una vecindad que quiere seguir manteniendo su pulcritud característica para “alejar” las posibles amenazas de los bohemios, que parecieran ser, a todas luces de las palabras de doña Josefa, una molesta piedra en el zapato del buen vivir, o mas bien referentes de vicios y delincuencias que, El Mercurio demuestra el domingo pasado, no proliferan después de las 2 AM.

Así las cosas, tenemos una seria amputación a la noche en la ciudad, lo que es legítimo y democrático. Pero es nocivo a muchos que se sienten puestos en sospecha en un espacio que se suponía dejaba atrás las sombras del autoritarismo. La “dueña de casa” tan ridiculizada por el coronel, prefiere que los vecinos duerman bien, antes que la gente de hábitos nocturnos tenga espacios a la conversación y la juerga. Es precisamente en esos ambientes, donde muchas veces se hace cultura y tanta vida necesaria para un país sano y libre, con más artistas y no necesariamente más delincuentes. De uno de esos artistas, el dramaturgo y premio nacional Jorge Díaz (qepd) escuché una vez que este país prefería privilegiar a los señores que se encierran cómodamente “en sus rejas, sus alarmas y sus altares de virgencitas”. La alcaldesa emblema de la Nueva Mayoría le da la razón al literato, al jugárselas por los reclamos de ese tipo de vecinos y relegar a los opuestos a vagar por la noche sin derrotero, como esos días de toque tan temido en aquellos días en que Providencia, lucía flamantes los letreros de calle 11 de septiembre y la bonita vecindad dormía en paz.

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