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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El eterno intento de callar a Jorge González

"Es por esto que hoy las pataletas de Claudio Narea- expresadas en libros y un sinfín de declaraciones- muchas veces tartamudeadas y temerosas de su propia “verdad”, son el instrumento perfecto para contestar a esa espontaneidad que tantas ronchas sacó".

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Jorge González es el músico chileno más importante de la actualidad. Sus canciones, sus letras y su actitud han estado presentes en la historia musical de nuestro país desde hace treinta años sin que los comentarios y las opiniones en su contra puedan hacer nada al respecto. Fue el primer músico en dictadura que se atrevió a hacer pop y críticas al mismo tiempo. Sus temas bordearon lo bailable y lo criítico. Lo alegre y lo marginal, como también lo desgarrador y extremadamente humano.

Siempre que escuchamos en algún lugar los temas de Los Prisioneros, nos sentimos en casa. Los significados de su narrativa musical son parte del pensamiento de un país inteligente, marginado y que busca por sobre todas las cosas ser pleno en sus emociones, sus desgarros y sus alegrías. Ya que González puso en la palestra no solamente a un pueblo y las limitaciones propias de un sistema que se había creado en su contra, sino que también visualizó los llantos, los amores y las estrecheces de corazón del chileno normal, ese que no era el galán apuesto y prometedor, sino uno con conflictos y contradicciones.

La música del cerebro de la banda más importante del rock-pop chileno es espontánea. Es abierta y directa como lo es él cada vez que es entrevistado en algún canal que busca sus opiniones y sus reclamos. Y es por eso que molesta, desagrada y hasta causa resentimiento de parte de muchos quienes no soportan ver la agudeza y la que se manifiesta en lo que expresa.

Jorge González, con esa misma espontaneidad, se sentó sobre lo que se decía que era Chile para así mostrarnos su realidad desde las calles de un San Miguel que fue el podio desde el que habló, cantó y escribió para así poner en el mapa de la canción chilena la simpleza rítmica, y la periferia sonora de quienes no habían sido escuchados. De quienes no tenían partido político, pero sí eran seres políticos porque la vida y las circunstancias los había formado así .Y lo hizo en un país en el que estaba prohibido pensar, sentir y gritar, pero sobre todo ser algo que estuviera fuera de las caricaturas, de las ideas y de los conceptos que una sociedad se inventaba para explicarse. Porque Jorge es él y no lo que se dice que es.

Con todo esto, claramente su personalidad no ha sido del agrado de todo el mundo. Porque el solo hecho de que pueda sentir y demostrar de manera fuerte- y muchas veces cruda-, duele. Hiere el espíritu de un Chile que se concibe según relatos ficticios, según concepciones inventadas en cuatro paredes.

Es por esto que hoy las pataletas de Claudio Narea- expresadas en libros y un sinfín de declaraciones- muchas veces tartamudeadas y temerosas de su propia “verdad”, son el instrumento perfecto para contestar a esa espontaneidad que tantas ronchas sacó. Que tanto miedo causó en esos medios en los que lo real no puede aparecer, no puede verse ni menos destacarse.

Narea, a lo mejor sin quererlo, y en un afán de contarse una historia distinta como quien le cuenta a sus hijos que era bueno para la pelota en el colegio cuando lo cierto es que nunca jugó ni lo dejaron jugar, se ha convertido en la voz de esos medios. Es el vocero, el que sin darse cuenta-y por rencillas personales- está alimentando el discurso en contra de esa humanidad que González puso en frente de la sacralidad de una derecha empoderada y agresiva. Es quien está moliendo carne con la ventana abierta, triturando así  lo poco cierto que nos queda como país, que era representada por la punzante vehemencia de ese trío de jóvenes y su complejidad simple. Su tranquila intranquilidad.

Hoy Claudio, junto con tratar de rescribir lo que no fue, está rompiendo a sus otrora amigos, pero también se está rompiendo a sí mismo, tratando de callar y cambiar lo que la voz de Los Prisioneros dijo y ha dicho. Está reduciendo toda la genialidad de Jorge a la demencia de un loquito que no tiene claridad sexual, como si El Mercurio o La Tercera le escribieran los guiones y su percepción de lo que es o no correcto.

En parte, el ex cabizbajo guitarrista, está destruyendo esa historia que construyen los pueblos, para así reemplazarla por la que inventan las elites, los grupos de poder que tratan de desacreditar a quienes alguna vez se pararon frente a ellos de igual a igual y les dijeron esa verdad que no quieren escuchar. Está quebrándose por dentro al tratar de explicarnos conflictos personales que no nos interesan, y que forman parte de su vida y la de su grupo. No de la farándula. Está tratado de silenciar a  Jorge González con una montaña de dichos, historias y conspiraciones  que solamente se volverán en su contra con el tiempo. Una lástima.

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