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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El fracaso del Estado con la paz

¿Cuál ha sido la responsabilidad del Gobierno en estos últimos años? Si nos detenemos en las raíces de los problemas que vive la región, estos se remontan prácticamente a la llegada del Estado de Chile a la zona, cuando no supo determinar con exactitud qué tierras pertenecían a los colonos y cuáles a los mapuches. Ahí está la génesis del conflicto que vivimos hoy en cuanto a territorialidad.

Por Pablo Sabugo
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Pablo Sabugo es Presidente IX Región Evópoli

La región de La Araucanía sin duda debe ser una de las zonas más ricas del país en cuanto a belleza natural y cultura. Existen múltiples lugares dignos de visitarse como los parques nacionales Huerquehue y Villarrica, la mágica zona de Llaguepulli en el sector del lago Budi, el lago Calafquén, por nombrar algunos. También es una región multicultural, donde conviven los descendientes de mapuches y de colonos europeos, los que en su gran mayoría conviven en paz.

Lamentablemente en los últimos años hechos de violencia han ido tensionando la relación entre sus habitantes, el gobierno con políticas y señales erradas ha facilitado que se genere un clima cada vez más hostil en las zonas rurales de la región. La última víctima de esta cadena de errores fue José Quintrileo Huaiquimil, una muerte tan lamentable como todas las que han ocurrido en este conflicto Araucanía, que ya suman casi una decena.

¿Cuál ha sido la responsabilidad del Gobierno en estos últimos años? Si nos detenemos en las raíces de los problemas que vive la región, estos se remontan prácticamente a la llegada del Estado de Chile a la zona, cuando no supo determinar con exactitud qué tierras pertenecían a los colonos y cuáles a los mapuches. Ahí está la génesis del conflicto que vivimos hoy en cuanto a territorialidad.

Pero hoy en día el conflicto escaló por dos grandes motivos: 1) La poca claridad en la política de entrega de tierras y el poco énfasis en desarrollo productivo y 2) La pérdida del Estado de derecho en el mundo rural. Sobre el primer punto, si bien uno puede entender como un acto de justicia que el Estado restituya tierras a sus pueblos originarios, lo que no se entiende fue que no puso límites de postulación y de hectáreas para esto, ya que si se hubiera hecho una comisión de restitución histórica se podría haber estipulado de una vez cuánto es el terreno que se debe comprar y a cuántas comunidades. En cambio hoy nacen y nacen comunidades que demandan nuevos territorios, lo que nos hizo caer en un círculo vicioso que parece no parar y al final del día la tierra es un bien finito que se acaba. Por lo tanto esta política termina afectando a toda la región.

Acerca de lo segundo, durante los últimos 20 años el Estado ha ido aceptando paulatinamente las llamadas tomas pacíficas, limitando el accionar de carabineros a la hora de desalojar. Al mismo tiempo se ha premiado a las comunidades más violentas a la hora de entregarles tierras. Un ejemplo claro de esto último es la toma del aeropuerto de La Araucanía, la cual fue disuelta después de que el Gobierno se comprometiera a comprar un predio de 1.200 hectáreas a la comunidad que realizó el acto. Entonces queda la impresión de que a más violencia más resultados, estrategia que sólo puede traer consecuencias nefastas.

Esta serie de hechos no ayudan a conseguir la anhelada paz. Necesitamos de manera urgente un acuerdo regional que nos haga avanzar hacia soluciones duraderas que incentiven la igualdad de oportunidades, el problema es cómo.

Lo primero que hay que revisar es la situación de pobreza en que viven las comunidades de la región. Si vamos a la comuna de Ercilla, nos encontramos con que es la más pobre del país, con casi la mitad de su población viviendo bajo la línea de la pobreza. Al mismo tiempo es uno de los lugares donde más fuerte se ha arraigado la violencia en La Araucanía. Y aquí viene una pregunta sobre la que hay que poner atención. Si soy un joven que recibió una pésima educación, que ni siquiera tuve acceso a agua potable, ¿qué camino sigo? El de tratar de ganarme la vida trabajando con muy pocas posibilidades de surgir ya que no tengo las herramientas o me voy por la vía violenta y trato de conseguir algo que me pueda dar el Estado. Si bien es cierto la violencia no se justifica bajo ninguna circunstancia, tampoco debemos olvidar que hay factores que la facilitan, los cuales debemos atacar para que las conductas antisociales estén los más lejos posible de ser opción. Por lo tanto, se debe invertir para mejorar la educación y las condiciones básicas para llevar una vida digna en las comunidades más pobres.

Por último, el problema actual que vive La Araucanía no se soluciona imponiendo la visión de unos sobre otros, llegó la hora de ponerse de acuerdo entre todos sus miembros. Parece algo lógico, pero no lo es tanto ya que hace 15 años atrás la mayoría de sus habitantes no veía sentido a tener que llegar a acuerdos con nadie, en especial la gente que no desciende de mapuche. Por lo mismo, es vital poder lograr dejar los fundamentalismos de lado y comenzar a buscar un camino de solución que sea lo más satisfactoria posible para las partes. Organismos como la fundación Aitué y Enama son buenas noticias de que hay esfuerzos en construir una Araucanía más pensada que no impone la violencia como forma de satisfacer demandas. Pese a esto, la violencia aún está arraigada en muchas partes de la región y es labor de la autoridad preocuparse de que ésta no se siga propagando. Hasta el momento ha fracasado estrepitosamente en esta tarea.

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