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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El Centenario de Schoenstatt y la educación

Frente a esta realidad ¿será posible educar, instruir y formar a quienes lo requieren prescindiendo de la más fundamental de nuestras convicciones? En un clima de fuertes golpes a la credibilidad de la Iglesia y del enfoque casi exclusivamente economicista que se le está dando preferentemente a la educación, pareciera una ingenuidad, una necedad no referirse prioritariamente a las exigencias de rendimiento, eficiencia y de carácter utilitario que esta requeriría.

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Anibal Wilson es Periodista sin título, pianista aficionado, amante de la música, esa que da sentido a la vida, como también amante de la naturaleza, especialmente de ese sur maravilloso que "termina" donde terminan los hielos: Ice-End…

“Un estudio en 30 países muestra a Chile como el segundo que más cree en Dios”. Ese era el título de un articulo del diario La Tercera de mayo de 2012 que trata de una investigación realizada por la Universidad de Chicago.

A la pregunta ¿cree usted en Dios? el estudio reveló que el 79,4% de los chilenos no tenía dudas de su existencia. Sólo un 1,9% se declaró no creyente. Y hablo de creyentes en general, no sólo de católicos.

Frente a esta realidad ¿será posible educar, instruir y formar a quienes lo requieren prescindiendo de la más fundamental de nuestras convicciones? En un clima de fuertes golpes a la credibilidad de la Iglesia y del enfoque casi exclusivamente economicista que se le está dando preferentemente a la educación, pareciera una ingenuidad, una necedad no referirse prioritariamente a las exigencias de rendimiento, eficiencia y de carácter utilitario que esta requeriría. Pero para los millones de creyentes en Chile y el mundo, educar en el amor a través de la confianza, los ideales y la libertad, no sólo es posible sino que permite además una cercanía, una unión creadora y positiva con los demás, y por supuesto, con Dios.

Es lo que el Padre José Kentenich, fundador del Movimiento de Schoenstatt, propuso hace un siglo atrás como método pedagógico para elevar la dignidad del hombre y desarrollar integralmente a los educandos, instruyéndolos como seres capaces de practicar la solidaridad de manera responsable y sobre todo, con amor.

Educar, decía Kentenich, “significa servir desinteresadamente a la originalidad y particularidad ajena, es decir, servir desinteresadamente a la gran vida que Dios ha depositado en cada persona”. El individuo es el ceramista de su destino, garante de su pasado, presente y futuro. Despojarlo de ese derecho es pretender manejar su existencia.Y hay una pregunta decisiva que se hace el educador schoenstattiano: “¿Eduqué hombres autónomos que puedan proseguir su camino con valentía, aun sin mí?”

Habrían otras tantas preguntas e “indicaciones” con plena vigencia en el momento que vive la educación en Chile. Para Schoenstatt la educación es la madurez humana del individuo y más allá, comprende la pedagogía del ideal, que es algo más que un proyecto de vida, porque responde a las preguntas existenciales: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo? ¿A dónde voy?.

Felizmente, la celebración de este centenario ha sido todo un acontecimiento en el Santuario original en Schoenstatt, Alemania, faltando todavía la peregrinación a Roma donde se reunirán con Francisco.Y un detalle no menor: la organización artística de este gran evento que convoca a miles de peregrinos de todo el mundo, le fue encomendada a un argentino y a un chileno. Desde Alemania y Roma, saben bien de nuestros talentos.

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