Los vestigios de un sueño
Se sometió a escrutinio electoral una tremenda idea: Que en el corazón histórico de la urbe, se mapuchizara un nombre para la posteridad. Una osada Alcaldesa Tohá dejaba claro que todavía Santiago puede descolonizarse más aún.
Francamente soñaba con que mis hijos aprendieran que el cerro céntrico de la metrópolis santiaguina, se llama Welén, como los rastros de un lugar de dolor, pero que también significaba alumbramiento y nueva vida. Soñé con una bandera mapuche flameando en el torreón y algún acto de desagravio al Caupolicán de la plazoleta con una instalación de un “Toqui” pero con sus atuendos reales.
Nada de eso pasó. Lo que si pasó es que, a través de un instrumento político, como una consulta comunal, se puso un importante tema en la mesa pública. Se sometió a escrutinio electoral una tremenda idea: Que en el corazón histórico de la urbe, se mapuchizara un nombre para la posteridad. Una osada Alcaldesa Tohá dejaba claro que todavía Santiago puede descolonizarse más aún. El punto de partida era tan solo una fonema. Algo importante si es que atendemos a la máxima de nuestra civilización, que dice que “en el principio era el verbo” En el caso de Santiago, el paso verbal que nos invitaba a dar la mujer fuerte del PPD era, a todas luces, significativo.
No era una solución a las demandas de autonomía del pueblo mapuche. No era la reparación que los lonkos siguen exigiendo. Era apenas un cariñito, un Candy, con sabor a pacto y a enmienda. Pero el 53 % de votantes no lo aceptó así. Y eso no es algo para rasgar vestiduras al interior del ámbito mapuche, donde hoy se construye mucho, pese a arrastrar con el lastre del despojo. Desde diversas disciplinas y escenarios, existen visiones concertadas entre mapuches que asumen el desafío de rescatar lo que por tanto tiempo estuvo oculto y acallado. En la historia que se teje en la actualidad, precisamente ha sido la palabra la que se ha impuesto con su sonido más fuerte que las bombas. Los versos en mapudungun han llegado más lejos que las piedras. Los estudios de intelectuales winkas y originarios coinciden que la retórica, es lejos, una de las expresiones donde los peñis brillaban.
Por lo tanto no era despreciable, ni un gesto menor, la propuesta de un re-bautizo y un trato “de palabra” justo en el cerro fundacional del concepto Chile. Se trataba de ensalzar un vocablo en esa lengua que hoy ya muestra brotes de revitalización. El no a ese anhelo puede ser un balde de agua fría para algunos. Puede hasta sonar como un triunfo moral, para otros. Pero hay un hecho: No estamos solos quienes compartimos el loco sueño de bajar los pendones coloniales e instalar los emblemas, rituales, versos y palabras de un pueblo originario masivo, en posiciones de cumbre.
Queda escrito que en Santiago Centro, más de un 40 % lo cree así. Y eso ya es reconfortante en un ambiente donde a pesar del bullyng, el menosprecio de medios masivos, la negación sistemática de ciertos poderes y academias, a pesar de los muertos, hoy por hoy los mapuches contemporáneos lucen sus apellidos y miran de frente al reconocer su origen. También pueden convencer al poder de generar cambios y las esperanzas siguen vivas y gozan de muy buena salud.