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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Uno de los papás de Nicolás está preso

Nuestros hijos merecen aprender a vivir en amistad cívica sin prejuicios, hermanándose más allá de cualquier diferencia sociocultural. Es urgente que tengamos material para educarlos en esa amistad y cuidar la comunidad que empiezan a formar. No uno, sino muchos libros sobre familias de todo tipo, con todas las situaciones posibles que las familias enfrentan, integradas en relatos de buena calidad. Y leer estos libros a su altura, conversar con ellos en su lenguaje y con honestidad.

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Óscar Marcelo Lazo es Neurobiólogo y Doctor en Fisiología. Investigador en el UCL Institute of Neurology. @omlazo

1. El problema no es que el libro “Nicolás tiene dos papás” de Leslie Nicholls y Ramón Gómez sea de buena o mala calidad, porque nadie en su sano juicio le pide a los libros infantiles que sean obras maestras de la literatura universal. La abrumadora mayoría no lo son. Tampoco es problema si se les preguntó a los padres respecto a incluir el cuento en el material de lectura pre-escolar, porque jamás han sido consultados en ocasiones anteriores y no lo serán en el futuro.

El problema es que el libro describe una familia formada por una pareja homosexual que cría un hijo y eso genera adhesiones y rechazos viscerales. Mientras a algunos grupos les parece completamente inaceptable que se naturalicen situaciones familiares de homoparentalidad, otros reivindican la necesidad de validar las diversas estructuras familiares que existen en la sociedad chilena. Detrás de eso están, por supuesto, las biografías, las historias familiares, las adhesiones emocionales y las estructuras morales de los que discuten. No hay neutralidad posible.

A mí me parece difícil no reconocer, para empezar, la enorme necesidad de material pedagógico que ayude a los niños desde la primera infancia a hablar de la diversidad de familias: mamás solas, padres separados, niños criados por abuelas, la presencia de las nuevas parejas de los padres separados, los padres que adoptan niños ya grandes. Y también de otras situaciones que generan preguntas entre los niños y que muchas veces son respondidas desde el prejuicio o desde el simplismo: la forma de vestirse, la pobreza o riqueza, el trabajo de los padres, la enfermedad, la cárcel o los estereotipos físicos (guatón, negro, cabezón, flaco o pantruca). No porque todas esas situaciones sean iguales, sino justamente porque son diferentes y los niños deben captar que no hay nada en su origen que constituya una diferencia a priori entre ellos. Queremos que aprendan a verse como iguales, miembros de una comunidad cuya riqueza es justamente la diversidad de historias. No podemos simplemente dejar alguno de esos renglones vacío, obligando a los educadores a improvisar.

2. Propongo poner el énfasis en el cuidado de los niños, no en la discusión sobre la identidad, cultura o adhesiones de los padres. Es evidente que la discusión respecto de la homoparentalidad está abierta en Chile y, por supuesto, es compleja. A ella concurren esquemas valóricos, proyectos de crianza y perspectivas científicas diversas, y es bueno que ese debate se desarrolle con apertura y respeto. Justamente por eso, los niños no pueden ser rehenes de las posiciones de los adultos y es inaceptable la manera como el libro es usado para movilizar las agendas a favor y en contra de la homoparentalidad.

Si lo que nos interesa son los niños, dejemos de lado por un momento a los padres y sus batallas. Y ayudémoslos a relacionarse entre ellos con libertad, sin que ninguna circunstancia quiebre la comunidad que están empezando a tejer en los jardines infantiles, colegios y plazas de juegos. Pensar en ellos supone hacer un esfuerzo por no cargarlos con las opciones e historias de sus familias. Si la estructura familiar genera esta controversia, ¿qué pasa con los niños cuyos padres tienen historias objetivamente reprochables?

¿Que pasaría por ejemplo si yo planteara que uno de los papás de Nicolás está preso?, ¿todavía creerían que estoy validando el delito de su padre o estarían dispuestos a acoger mi esfuerzo por ayudar a niños con historias diferentes a relacionarse como iguales?

3. «Nicolás vive solo con su mamá. Su papá no los abandonó (aunque a veces Nicolás lo piensa así), los quiere mucho y en un par de años volverán a estar juntos. Su papá no está de viaje (aunque al principio le habían dicho eso). Su papá está en la cárcel.

En el colegio todos estaban hablando de lo que hacían sus padres. A Nicolás le daba un poco de vergüenza. Trató de quedarse callado, pero cuando le preguntaron tuvo que decir que su papá estaba en la cárcel. Los niños le preguntaron si su papá era malo. Nicolás cree que no, pero se supone que es la gente mala la que va a la cárcel.

De vuelta en casa le preguntó a su mamá. Tampoco fue fácil para su mamá contestarle. Finalmente le dijo que su papá no era malo ni bueno. De hecho se había portado mal, le había robado a unas personas y estaba en la cárcel para aprender a volver a portarse bien. Nicolás pensó que a lo mejor el papá era medio tonto, porque se demoraba mucho en aprender a ser bueno. Pero tampoco le parecía tonto. En todo caso lo quería mucho y eso es lo más importante para una familia.

A los niños del colegio, sobre todo a Natalia, no les interesaba mucho si el papá de Nicolás era bueno o malo. Nicolás era buen amigo y Natalia tenía muchas ganas de conocer al papá de su amigo. Nicolás se sintió feliz de tener papás, aunque no pudiera vivir con los dos juntos por un tiempo. Le mostró fotos a Natalia y le prometió que cuando el papá saliera de la cárcel iban a ir a todos juntos al estadio.

Y fueron. Al papá de Natalia le gusta el mismo equipo de fútbol que al papá de Nicolás, y aunque son súper distintos, quizás se puedan hacer amigos también. Como Natalia y Nicolás, que son los mejores amigos».

4. Por favor, no crean que estoy comparando la delincuencia con la identidad sexual. Lo que trato de mostrar es el absurdo de cargar las relaciones entre los niños con las historias de sus padres. Lo importante de criarlos libres para hacer comunidad.

Nuestros hijos merecen aprender a vivir en amistad cívica sin prejuicios, hermanándose más allá de cualquier diferencia sociocultural. Es urgente que tengamos material para educarlos en esa amistad y cuidar la comunidad que empiezan a formar. No uno, sino muchos libros sobre familias de todo tipo, con todas las situaciones posibles que las familias enfrentan, integradas en relatos de buena calidad. Y leer estos libros a su altura, conversar con ellos en su lenguaje y con honestidad. No puede ser que los padres creamos que hay que hacer méritos o disfrazarnos para que nuestros hijos sean aceptados como iguales y validados socialmente. Ese es un derecho adquirido por ellos y nuestra primera obligación es educarlos y cuidarlos para ejercerlo en plenitud.

 

Y que vivan felices para siempre.

 

 

 

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