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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Un primer recuento de la Nueva Mayoría en educación

"En un comienzo vimos a un gobierno dubitativo, donde la principal característica de la gestión Eyzaguirre era su tendencia a decirle a cada actor lo que quería escuchar. Pero luego empiezan los proyectos y las medidas concretas".

Por Andrés Fielbaum
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Andrés Fielbaum es Ex presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile (Fech).

“Una reforma educacional, para que trascienda en el tiempo, debe ser construida por mayorías lo más amplias posibles”. Frases de ese estilo se han venido escuchando durante todo el 2014. Es difícil encontrar palabras tan ciertas pero que al mismo tiempo digan tan poco. En efecto, no es posible construir un nuevo sistema educativo simplemente entre unos pocos.

En términos prácticos, unos pocos no juntamos la fuerza necesaria para vencer a quienes por décadas se han enriquecido a costa de los sueños de las familias. Pero además, tampoco es posible hacerlo entre pocos si lo que se quiere es construir una educación democrática para un país democrático.

Difícil entonces estar en desacuerdo con la necesidad de construir mayorías para una reforma educacional. La pregunta clave entonces es otra: ¿con quiénes se construyen dichas mayorías?

No responder aquello significa eludir un aspecto clave, pues en una reforma educacional no hay medias tintas posibles. El lucro se acaba o no se acaba. La educación pública se vuelve una alternativa real, natural y deseable para la mayoría de las familias en Chile, o sigue condenada a ser la última opción para los que no pueden escaparse. La educación se financia mediante aportes estatales a las instituciones educativas para desarrollar su misión, o mediante subsidios a la demanda que pongan desesperadamente a las instituciones a competir por estudiantes.

Estas polaridades expresan dos formas claras de concebir la educación. Y en el Chile del 2014, tales formas tienen rostros y actores bastante definidos. Por un lado, el movimiento social por la educación, con su refrescante energía y su agenda clara desde casi una década. Por otro, los sectores más conservadores del país, como son el empresariado de la educación, la Iglesia y buena parte del espectro político presente en las dos grandes coaliciones. Entre estos dos actores se juega la disputa sobre si la reforma educacional será una transformación profunda que avance hacia una educación entendida como un derecho, o un ajuste gatopardista para que el conflicto se cierre sin ningún cambio sustantivo, tal como ocurrió el 2008 con la LGE.

Retomemos la pregunta entonces: ¿con quiénes se construyen dichas mayorías? Si la frase inicial es abstracta, no existe mejor nada más concretos que los hechos reales. Así, ya con varios meses en el gobierno y con un primer “gran proyecto de ley” ya despachado por la Cámara, se puede hacer un primer recuento de cómo ha actuado la Nueva Mayoría en educación.

En un comienzo vimos a un gobierno dubitativo, donde la principal característica de la gestión Eyzaguirre era su tendencia a decirle a cada actor lo que quería escuchar. Pero luego empiezan los proyectos y las medidas concretas. Resumamos:

1. Los proyectos de ley originales (administrador provisional y fin al lucro, selección y copago) solamente regulan excesos del mercado manteniendo su esencia, y no van acompañados de una iniciativa clara y reconocible de fortalecimiento de la educación pública.

2. Se le hacen cambios a estos proyectos. El fin a la selección excluye a los colegios privados, luego también a los emblemáticos, y luego también a los “subvencionados emblemáticos”, dejando básicamente a aquellos que hoy tampoco seleccionan. El fin al copago extiende y extiende sus plazos. Mientras, el fin al lucro termina inventando la misma letra muerta que tenemos en las universidades desde 1981, al no tipificarlo como delito y permitir el arriendo de inmuebles.

3. La ley de presupuesto mantuvo la misma tendencia de lo que hicieron todos los gobiernos anteriores, tanto los de la Concertación como el de la Alianza: concentrar el grueso del aumento de los recursos en financiamiento a la demanda, acompañado de un aumento “simbólico” aporte directo a las instituciones educativas, como si las deudas y la precariedad fueran solamente un símbolo.

4. Para hacer “participar” al mundo social, se inventa un Plan de Participación Ciudadana sin metodología, sin actores definidos y sin objetivos claros. Un show que el propio gobierno terminó matando, al levantar espacios paralelos y al anunciar su deseo de llegar un acuerdo con la derecha.

5. Como única excepción, se redacta el proyecto de ley que deroga los DFL que impiden democratizar la educación superior. Pero como buena excepción, ésta es precisamente la única iniciativa que no nació del gobierno: fue prácticamente arrebatado por el movimiento estudiantil frente a una situación de crisis en el MINEDUC.

Por cierto que es un recuento parcial, pues la historia aún no ha llegado a su fin. Al gobierno aún le queda tiempo para no desperdiciar la oportunidad histórica de construir una reforma educacional de verdad, y el movimiento estudiantil ha demostrado una y otra vez su disposición a dialogar y contribuir para que aquello suceda

. Sin embargo, dado el recuento que hemos hecho hasta ahora, ¿queda alguna duda de cuáles son los actores que al gobierno le interesan cuando dice que quiere construir “grandes mayorías”?

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