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19 de Noviembre de 2014

Tito Matamala, autor de Chile Garabato: "Conchesumadre es un insulto muy nuestro. 'Hijos de puta' en cambio, hay en todas partes"

La semana pasada Juan Andrés Lagos (PC) trató de "conshesumadre" al diputado UDI José Antonio Kast en una entrevista con El Dínamo. De este "exabrupto" y otros insultos políticos hablamos con el escritor nacional Tito Matamala, autor de "Chile Garbato: una historia contemporánea de las malas palabras".

Por Redacción
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“Hay viejos culiaos que no creen que en un poema se pueda decir: viejo culiao” (No Importa, Mauricio Redolés)

Tito Matamala habla como un señor antiguo. Pausado, preciso, recurriendo de tanto en tanto a palabras de aire académico como “léxico” o “polisemia”. A ratos Matamala habla como si estuviera escribiendo. Y en su último libro, por momentos, escribe como si hablara un chucheta. Pero siempre con el tono de un caballero, creando de esta forma un gracioso contrapunto que deja al lector al filo de la duda. Como preguntándose si el autor está hablando en serio o si lo está agarrando a uno sutilmente “pa’l webeo”.

“Al contrario de lo que se piensa”, escribe Matamala, “el vibrante conchetumadre es una ofensa, no a la madre, si no al aludido. Se le indica que su vida es estéril, inconducente, y que es mejor que regrese al lugar de donde salió…. La vagina de su madre. En cambio, si el interlocutor quisiera mancillar a nuestra madre optaría por el camino más corto y nos diría: hijo de puta”.

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– En su libro usted plantea que el “conchetumadre” es uno de los peores insultos que se puede recibir. Y que sería el más propio de la cultura chilena.

Así es. Es un garabato muy nuestro, mucho más sonoro que otros y posee muchas variantes: concha de tu madre, conchesumadre, chuchadesumadre y hasta esa creación de la modernidad que es el CTM, entre otros. ‘Hijos de puta’ en cambio, hay en todas partes, hasta en inglés. Más que un garabato es una expresión grosera. Su origen está perdido en el tiempo. Una de las dificultades a la hora de armar el libro fue la ausencia de bibliografía al respecto. Casi nadie se había tomado los garabatos en serio.

– ¿Y por qué usted decidió hacerlo?

Hace diez años comencé a realizar un módulo en la universidad explicando la evolución del uso del grabato en la prensa escrita. El garabato permite decir mucho con muy poco, es muy polisémico. Hace una década su aparición generaba sanciones del CNTV, hoy se entiende como parte de nuestra idiosincracia. Si a una pobladora se le acaba de quemar la casa, se comprende que se exprese de esa manera.

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– Una parte fundamental de su libro hace referencia al abuso del garabato y el insulto que realizó la prensa chilena de los años 70, previo al Golpe Militar.

Ahí hay una culpa no reconocida por parte de la prensa. Sus titulares creaban un clima de odio al por mayor. Eso de insultar al adversario político, de calificar a Allende o Fidel Castro de ‘maricón’, el uso del garabato sin relación alguna con la noticia que se desarrollaba. Fue un recurso implementado por la “prensa de batalla” de ambos lados. En la izquierda no hay inocentes en este caso, se comportaron de manera tan vil como la derecha.

– Si la prensa no hubiese hecho uso de ese lenguaje, ¿otro gallo habría cantado?

Habría cantado el mismo gallo pero más tarde. Es triste decirlo, pero estaban todas las condiciones para el Golpe: una economía desastrosa, intervención de la CIA, posiciones antagónicas, éramos un país muy pobre, cosa que la mayoría parece olvidar, etcétera. El clima estaba y la prensa se apoderó de ese ambiente.

– ¿Existen registros anteriores del uso del garabato como ataque al adversario político en Chile?

Yo no encontré. No creo, eso es más reciente. Antes eran más bien exabruptos. El libro más antiguo que revisé es el ‘Diccionario de Chilenismos’ (1875) de Zorobabel Rodríguez. Creo que antes el garabato estaba mucho más escondido, en el ámbito de los amigos, la calle y los prostíbulos.

/ Agencia Uno

/ Agencia Uno

 

– ¿Qué le pareció el insulto de Juan Andrés Lagos al diputado Kast?

Eso ya es mal gusto. Si yo creo que alguien es un ‘conchadesumadre’ se lo digo en privado pero no se lo mando a decir por un medio de comunicación.

– Junto al citado insulto, Lagos acusó a Kast de haber financiado su campaña con platas del caso Penta y señaló que su familia “está metida en el asesinato de gente en Paine”. A pesar de ello, a todos pareció ofenderlos más el garabato.

Es que ese insulto es más llamativo, más extemporáneo. Lo otro necesita una investigación, un juicio que respalde la acusación. El garabato en cambio es una agresión en sí misma.

– Su libro abre con un caso similar: cuando Camilo Escalona -por entonces presidente del PS- le susurra a José Antonio Gómez -por entonces presidente del PR-: “Te quisiste dar un gustito, conchetumadre”. En su libro dice que cuando eso sucedió usted pensó que Escalona caería, como cayó Juan Andrés Lagos, pero no pasó.

Escalona se lo dijo a Gómez sobre el proscenio al final de un proceso de primarias. Y los micrófonos alcanzaron a captarlo. Salió en televisión, fue comentario obligado en el país, portada de Las Últimas Noticias… la gran diferencia es que Escalona es un animal, una bestia política. Y que pese al exabrupto, ambos eran aliados. En el caso actual estamos hablando de adversarios políticos que están en los extremos del espectro: el PC y la UDI. Eso, sumado al nulo peso político de Lagos, hace una gran diferencia.

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– Otro gran momento fue el zamarreo de Moreira a Schaulson frente a las cámaras…

Sí, Moreira lo trató de “hinchapelotas”…

– …un eufemismo de “hinchagüeas” ¿no?

Sí, en Chile se da mucho el eufemismo. ‘Eso de usar el ‘chuta’ en vez de ‘chucha’, ‘miércale’ en vez de ‘mierda’ o el más antiguo ‘mata de arrayán florido’, una tonada folklórica sobre un tipo que no se da cuenta que tiene una enamorada. O sea, un “mategüea”. Como en la televisión ya no hay censura, creo que el eufemismo irá desapareciendo.

(N. de la R: en el libro de Matamala se explica que el arrayán florece en verano cuando el resto de los árboles ya tienen frutos. O sea es un árbol lento y medio pavo).

El libro de Matamala también muestra la evolución del uso del garabato en la industria cultural, particularmente en la televisión chilena: cómo las malas palabras pasaron de estar proscritas durante la dictadura a su lento emerger en el periodo democrático. Cómo se pasó de medios que se negaban a hablar claramente de películas como “El Rey de los Huevones” (Boris Quercia, 2006), en el Megavisión de Ricardo Claro, al lenguaje desatado de programas como los “Viernes sin Censura” del Mentiras Verdaderas de La Red o Morandé con Compañía en el mismo Mega.

– En su libro se plantean dos tesis contrapuestas. Una que reivindica al garabato como un espacio de libertad y complicidad, que nos retrotrae a espacios familiares o al patio del colegio. La otra, desarrollada por la periodista Alejandra Matus, define una doble cualidad en el garabato: ser un “arma siniestra de dominación de hombres sobre mujeres, heterosexuales contra quienes no lo son”, etc.. y a su vez ser una “arma de subversión, de rebeldía”.

Que no nos extrañe. El garabato es tan machista como nuestra cultura. Por eso no es muy frecuente encontrar a una mujer grosera. Con la aceptación casi cotidiana del garabato en los medios de comunicación, particularmente la televisión, el garabato pierde parte de su poder. Yo soy partidario de la libertad y no de la censura, pero ahora que la sociedad ha asumido el garabato como legítimo y algo propio, que eso sea mejor, no estoy tan seguro.

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