Conductores de autobuses "secuestrados": el increíble fenómeno en las protestas de Ayotzinapa
La toma de autobuses es algo común en la protesta social en México y ya es aceptado incluso por las propias compañías.
Sin tener nada que ver con los estudiantes de Ayotzinapa ni con la causa que los mueve, los conductores de autobuses se han convertido en una pieza clave en las marchas y protestas de los jóvenes.
Muchos de los conductores que hoy operan los autobuses tomados por los estudiantes se sienten secuestrados, ya que durante el tiempo que permanecen a su disposición, viven por y para ellos.
“Así se siente uno (secuestrado) porque no hay libertad de que nos digan ‘hoy, mañana y pasado no se va a hacer nada, váyanse al pueblo a algún lugar’, no hay libertad”, dijo a Efe Juan (nombre ficticio), conductor que estuvo dos semanas con los jóvenes de Ayotzinapa.
La toma de autobuses es algo común en la protesta social en México y ya es aceptado incluso por las propias compañías, que pactan con los manifestantes la no destrucción del transporte, a cambio de un conductor los lleve y los cuide durante el tiempo que dure la acción, contaron a Efe varios ellos.
En un intento de contrastar esta información con el grupo ADO, dueños de líneas de autobuses como Estrella de Oro, una de las más afectadas por estas prácticas, fuentes de la empresa aseguraron a Efe que no pueden hacer declaraciones “por motivos de seguridad”.
Sin embargo, Juan vivió este tipo de negociaciones en su propia piel, pues fue parte del trato que acabó con una estancia de 14 días en la Escuela Normal de Ayotzinapa, en el sureño estado de Guerrero.
Un grupo de estudiantes de otra Normal que necesitaba transporte para ir a solidarizarse a Guerrero tomó un autobús nuevo de dos pisos de su empresa y “como esos no los prestan, mandaron dos sencillos para cubrir este autobús”, uno conducido por él.
“Lo que hace la empresa es dar dos carros chicos a cambio de uno de los grandes, negocia. Tienen que hablar los jefes de la empresa con ellos, tienen que ir hasta la escuela, es su obligación ir a negociar con ellos”, dijo.
Según datos publicados esta semana por la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicio y Departamentales (ANTAD), en el tiempo que han durado las protestas por los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos se han secuestrado 246 chóferes y 46 autobuses.
Aquella noche del 26 de septiembre, cuando seis personas murieron por ataques de la Policía local, los estudiantes también viajaban en autobuses que fueron tomados para poder recorrer los 120 kilómetros que separan Iguala y Tixtla y realizar una acción de “boteo” (recolección de dinero).
Desde esa noche en la que desaparecieron los 43 jóvenes, las acciones de protesta no han dejado de sucederse: marchas, quemas de edificios oficiales, asaltos a supermercados, bloqueos carreteros… y a todos esos lugares, los estudiantes han llegado en autobús.
“Teníamos que estar pendientes para si en dado momento nos ocupan para ir a una marcha o una manifestación o van a las casetas… Uno a la disposición de ellos”, comentó Juan.
Como la mayoría de las acciones son secretas para evitar la intervención policial, no les dicen dónde van, sólo les dan instrucciones de a dónde dirigirse.
“Da temor porque son lugares de conflicto y uno no sabe en un dado momento cómo va a reaccionar el Gobierno o los mismos sicarios, porque está todo lleno de gente malosa por allá. La verdad está uno con el santo en la boca”, indicó.
Por estos días, añadió, los jóvenes les dan “una propina” y la empresa les “repone los días perdidos”, pero “nada que compense el riesgo al que estamos expuestos”.
Además, en estos días soportan la incomodidad de tener que dormir en los autobuses, en uno de los maleteros adaptado con un colchón colocado sobre un palet de madera.
Entre ellos se cuentan las historias que les han pasado en el camino, las veces que los han secuestrado, las acciones en las que han participado… Juan lleva ya tres secuestros, uno para ir a Ayotzinapa, otros dos para otras acciones de estudiantes de su estado.
“Es muy común lo del secuestro de las unidades y si hasta ahora no ha habido quien les dé el alto, pues siguen los señores haciendo su despapaye”, apuntó enfadado.
Aunque Juan sí se solidariza con los estudiantes y sus familias, reconoce que durante esos días se mantuvo “al margen” de ellos, sirviendo solo como pieza operativa a sus acciones.