Nico, suelta la Pepa
"Pese a los esfuerzos por connotarla como un acto solemne de la democracia, esta interpelación no tiene buen aspecto, el que sin embargo no radica ni en el contenido ni en la forma, sino en sus protagonistas".
Patricio Araya es Periodista y Licenciado en Comunicación Social (Usach).
Gracias al altísimo nivel de banalidad e inmaterialidad que ha alcanzado la política chilena en el último cuarto de siglo, y por contraste, a la bajísima calidad intelectual (algunos proyectos copy-paste, sólo por nombrar) evidenciada por una buena parte de quienes han hecho de la política su actividad laboral y comercial, este miércoles 26 de noviembre los chilenos revalidarán la desagradable sensación de estar sentados en la galería de un circo pobre, a merced del señor Corales de turno.
No obstante los desesperados esfuerzos de la oposición por convencer a la ciudadanía que la mentada interpelación ministerial de la que será objeto el titular de Educación, es una herramienta legal, útil y oportuna, que permitirá ahondar en la reforma educacional promovida por el Ejecutivo, la impresión pública es que esto no pasa de ser un nuevo show mediático de dudosa calidad.
Pese a los esfuerzos por connotarla como un acto solemne de la democracia, esta interpelación no tiene buen aspecto, el que sin embargo no radica ni en el contenido ni en la forma, sino en sus protagonistas.
Por una parte, un ministro laxo, muy poco interesado en el asunto, un tanto displicente, quien no obstante sus incuestionables calificaciones académicas y su extenso periplo por la elite de la economía mundial, carece del más elemental de los requisitos para responder preguntas públicas: se cree más inteligente de lo que es, no es empático, su modulación es pésima, tampoco domina la técnica de parafrasear a su interlocutor; por el contrario, es arrogante, burlesco, y para desgracia suya, no posee ninguno de los dotes actorales de su madre. En suma, es probable que durante el interrogatorio Nico se comporte como cabro chico castigado en la inspectoría del colegio (particular).
Y por otra, su contraparte, la diputada opositora ABC1 María José Hoffmann, la Pepa, como le gusta que la llame su fanaticada del Litoral Central, quien sin ser de una brillantez intelectual envidiable, en esta ocasión se presenta al show empoderada de un acierto indiscutido: Pepa hizo la tarea, estudió al Nico; tomó un coaching. Ella es disciplinada, viste con elegancia y sobriedad, usa los mejores perfumes y le carga que le digan señora. “Pepa, dime Pepa, soy muy joven aún”, dice.
La política chilena no es seria, por tanto, no merece análisis serios, como los que aún se esmeran en hacer algunos intelectuales, como el rector Peña, cuando aconseja a Nico cómo responderle a Pepa. Si fuera seria y responsable, en ella no tendrían cabida tanto desacierto y ordinariez; tanta mediocridad e incapacidad. Pero es lo que hay. Y a partir de esa triste constatación no cabe sino analizarla desde su levedad.
¿Cómo podría ser seria y responsable una actividad cuyos cultores deben, a falta de elementales habilidades lingüísticas –como en el caso de la diputada Hoffmann–, recurrir a instructores teatrales para hablar desde el estrado?
La interpelación de este miércoles será otro acto banal que se sumará a una interminable lista de performances de esa categoría. Si alguien se imagina que el hemiciclo de la Cámara de Diputados será el escenario de la retórica aristotélica, la arena donde se enfrentarán dos fuerzas de la razón, cuyo fin es ofrecerle al país una conclusión impostergable para su destino educacional, lo recomendable es cambiar de canal.
En su lugar, los chilenos verán a una adiestrada Marge Simpson, tratando de recordar los consejos de su libretista Vasco Moulián. Nada más lejos de aquella época fundacional de la organización republicana, cuando los políticos hablaban de corrido.
El show de este miércoles será transmitido en vivo y en directo por el canal corporativo y por todos los medios de comunicación que ese día lo pondrán en su pauta como el plato exótico de la jornada. Este día la Pepa y el Nico se verán las caras. Ella lucirá impecable, llevará un perfume neoyorkino (qué lástima no poder olerla); se levantará temprano y tomará clases de yoga. Nico se tomará su suculento desayuno, su buen arrollado y su tazón de café con leche; tal vez Delfina lo llame al amanecer y le dé un consejo de madre: “Voh déjala que hable nomás, y cuando podai, te la cagai”. Nico llegará acompañado de su flaquísima subsecretaria, quien le soplará algunos tips: “Ministro, no deje de mirarla a los ojos, se pone nerviosa”; “abróchese la chaqueta”.
Cerca del final de la contienda, desesperado desde el rincón del ring, Vasco le susurrará a su alumna en la muela, la frase terminal del coaching para que la interpelación inquisidora se materialice: ¡Ya poh, Nico, suelta la pepa!