¡Viva la corrupción!
Pero, por desgracia, Chile avala este tipo de prácticas sin mayores cuestionamientos. La propia institucionalidad del estado chileno sufre del síndrome de Estocolmo respecto a la corrupción, Chile está enamorado de la corrupción, la venera, la necesita; consciente que la ella es nociva y cancerígena, la tolera, le da espacio y la cubre de la impunidad que requiere para su trascendencia.
Patricio Araya es Periodista y Licenciado en Comunicación Social (Usach).
Que la presidenta del Senado, Isabel Allende, diga en una entrevista que tiene pruebas sobre la intervención de funcionarios de gobierno en las elecciones internas del PS, en la que ella es candidata, sin revelar el nombre del subsecretario vinculado por ella misma en el asunto, solo permite que su afirmación pase inadvertida, y por tanto, que sus dichos no causen la conmoción pública esperable.
En rigor, la frase “conmoción pública esperable”, pareciera inherente a países con democracias más sólidas que la chilena, donde la palabra de la segunda autoridad constitucional de la nación, goza de seriedad, solemnidad y prestigio. Afirmaciones de tamaña envergadura, como las de la senadora socialista, en esos países activarían ipso facto una respuesta contundente de los sistemas de control; a partir de ella se desencadenaría una reacción connatural al estado de derecho, la que no daría cabida a tan evidente signo de corrupción, se encenderían, qué duda cabe, todas las alarmas ciudadanas e institucionales posibles, hasta que el asunto en cuestión terminara en los tribunales de justicia, con durísimas sanciones para los involucrados.
Pero, por desgracia, Chile avala este tipo de prácticas sin mayores cuestionamientos. La propia institucionalidad del estado chileno sufre del síndrome de Estocolmo respecto a la corrupción, Chile está enamorado de la corrupción, la venera, la necesita; consciente que la ella es nociva y cancerígena, la tolera, le da espacio y la cubre de la impunidad que requiere para su trascendencia.
Desde luego es gravísimo que la segunda autoridad constitucional de Chile, como es la presidenta del Senado, emplace al ministro del Interior, quien a su vez ostenta el cargo de jefe de gabinete, y que también ejerce como Vicepresidente de la República en ausencia de la titular, para que funcionarios de su gobierno se abstengan de intervenir en la elección interna de su partido.
El contexto de la afirmación de la senadora Isabel Allende está determinado por la entrevista de la periodista Constanza Atlagich (Pulso), quien pregunta:
Él (Camilo Escalona) planteó que Ricardo Solari, presidente del directorio de TVN había realizado “telefonazos no felices hacia otros militantes, haciendo ostentación del cargo público”…
A lo que la presidenta del Senado responde: “Es la acusación más falsa. Todos los que conocen a Ricardo Solari saben muy bien cómo es. No me imagino a Ricardo haciendo llamados. El Gobierno tiene que estar absolutamente ajeno, sobre todo con una militante PS que es la Presidenta. Lo peor que le podría ocurrir a Michelle Bachelet es que se tratara de enganchar al Gobierno en favor de uno u otro. Sé que gozo de la simpatía de muchos de los que están, pero no lo voy a usar. Las descalificaciones de Camilo a Ricardo Solari son las que a él le gusta hacer, pero no es mi estilo. Al contrario, y lo digo como advertencia, yo sí tengo pruebas de funcionarios de Gobierno, muy cercanos a Camilo Escalona, han usado el teléfono para ofrecer que vayan en una lista, al punto que se lo fui a decir al ministro del Interior con todas sus letras. Le dije: mira, así como el Gobierno va a ser completamente neutral, no corresponde que un subsecretario esté llamando a un militante socialista para decirle “ven para acá, te vamos a nombrar tal o cual cosa”. Fui a hacerle la advertencia porque tengo derecho a decir con la misma fuerza que cualquier otro la diría que aquí el Gobierno no tiene nada que intervenir”.
Es curioso que la presidenta del Senado utilice la palabra “advertencia”, en vez de asumir de inmediato la responsabilidad de denunciar a los involucrados. Con su tibia acción, Allende no hace más que abonar la corrupción, en vez de denunciarla en los tribunales. El fondo del problema no son sus intereses personales en la elección del PS, sino las pruebas que ella posee y que demuestran que al interior del gobierno hay actos de corrupción.
Ella lo explica mejor: “…yo sí tengo pruebas de funcionarios de Gobierno, muy cercanos a Camilo Escalona, han usado el teléfono para ofrecer que vayan en una lista, al punto que se lo fui a decir al ministro del Interior con todas sus letras…”
Los chilenos merecen saber quiénes son sus funcionarios corruptos. Para saber nomás.