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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Reforma Laboral, el tercer piso de un castillo de naipes

Esta será una reforma con una tramitación complicada. El país ha soportado en este año los embates de otras reformas y los números demuestran que se ha debilitado. Espero sinceramente que la discusión en el Congreso logre evitar que al debilitado castillo, se le lancen naipes a destajo y hagan que la reforma venga a reforzar y no debilitar a nuestro mercado laboral.

Por Lily Pérez
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Creo que todos los que hemos tenido algún tiempo libre o de relajo y una baraja de cartas a mano, hemos intentado construir un castillo de naipes. Con paciencia y mucho pulso, intentamos improvisar una estructura sin soporte alguno, que a medida que se le van agregando niveles y aumentando altura, va perdiendo proporcionalmente su estabilidad y capacidad de mantenerse en pie.

Practicar este pasatiempo puede ser sumamente entretenido, pero transformarlo en metáfora es sumamente peligroso. Lamentablemente el actual Gobierno lo está haciendo hace ya un tiempo y sinceramente, el castillo está peligrando.

Conducidos por un apuro incomprensible, una ideología sesgada y una voluntad encaprichada, la actual administración ha dado a conocer el proyecto de Reforma Laboral. En medio de un ambiente económico adverso producto de la reforma tributaria y con una clase media levantada a partir de la reforma educacional, la actual administración ha decidido presentar una reforma que a todas luces está fuera de foco.

Tal como está, el proyecto es sumamente preocupante. El trato que se les quiere dar a las PYMES es el mismo que a las empresas grandes y eso, por donde se analice, es simplemente equivocado. Las pequeñas y medianas empresas son el motor económico de la clase media. Viven el día a día y deben, casi siempre, ir arreglándoselas a la marcha hipotecando (en todo sentido) el patrimonio, tiempo y trabajo de quienes las administran. Las grandes empresas, por su parte, representan los intereses de los grandes grupos económicos que no tienen ningún temor ni traba en sacar sus activos del país e invertir afuera. Incluso, más que temor, tienen un incentivo en hacerlo.

Quiero ser clara. Ambos grupos, tanto las PYMES como las grandes empresas aportan algo sumamente importante a nuestro país; trabajo y crecimiento económico. Están donde el Estado no está y eso se valora. Quiero subrayar, en este sentido, también que jamás he estado ni estaré en contra de una reforma per se, pero sí creo que la presentada por el gobierno es deficiente no sólo porque es ambigua y por no abordar de manera eficiente ningún tema de una agenda laboral moderna y pluralista, sino porque se está introduciendo en el peor momento posible, tal como intentar armar el tercer piso de un castillo de naipes en medio de una ventolera.

Creo que, al igual que la Reforma Tributaria, las partes ingresadas al Congreso de la Reforma Educacional (hago hincapié en partes) y políticas publicas pasadas como el Transantiago, el Gobierno está cayendo en errores y conductas similares. Está comunicando mal, o a medias los alcances reales de sus reformas, haciendo parecer a un grupo, en este caso la clase media, como el beneficiario, cuando todos sabemos que serán los perjudicados. Están ingresando reformas a destajo en los momentos cuando el país no sólo no los necesita, sino que está aún adolorido de la reforma pasada.

Esta será una reforma con una tramitación complicada. El país ha soportado en este año los embates de otras reformas y los números demuestran que se ha debilitado. Espero sinceramente que la discusión en el Congreso logre evitar que al debilitado castillo, se le lancen naipes a destajo y hagan que la reforma venga a reforzar y no debilitar a nuestro mercado laboral.

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