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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Lo que no se dice del cambio al binominal

Constantemente se repite que el binominal favorece a la Alianza, pero la realidad ha sido otra. Las dos principales coaliciones del país se han visto sobrerrepresentadas en el Congreso en relación a los votos obtenidos.

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Pablo Rodríguez es Cientista Político de la Universidad Central. Investigador del Programa de Estudios Políticos y Electorales del Instituto Libertad.

La aprobación en el Senado del proyecto del Gobierno que cambia el binominal por un sistema electoral proporcional inclusivo ha sido catalogada de “histórica”. Sin embargo, reconociendo las falencias del binominal, es importante destacar y aclarar una serie de efectos que tendrá la reforma electoral.

El candidato con más votos en un distrito o circunscripción no garantiza su cupo en el Congreso, porque al igual que con el binominal, los votos se cuentan por lista o pacto. Por ello, y como ocurre en las elecciones de concejales, es muy posible que candidatos con baja votación salgan electos “arrastrados” por figuras fuertes y se vean perjudicados otros candidatos con mayor votación.

Vinculado con lo anterior, para ser electo diputado o senador se necesitarán menos votos que los requeridos hoy en día. Así, se favorece que otras fuerzas distintas a la Nueva Mayoría o la Alianza puedan tener cabida en el Congreso. Pero, al mismo tiempo, cuando se baja el umbral para ser electo se posibilita la reelección de los actuales parlamentarios, y por lo tanto, disminuye la competencia e incertidumbre de la elección y no se incentiva la participación electoral.

Además, se privilegió la ley de cuotas sobre la ley de primarias. Con la nueva legislación, se podrán hacer primarias solamente hasta en el 40% de los distritos o circunscripciones, garantizándose así que en el otro 60% se pueda cumplir con la ley de cuotas. Esta modificación surgió de la incompatibilidad entre cuotas y primarias, una ley aprobada recién en 2012, y demuestra la forma cómo se están haciendo las reformas políticas.

Ahora los distritos y circunscripciones serán más extensos en territorio, tendrán más electores y habrá más candidatos. Por ello, se podría generar un aumento en la distancia entre las personas y los políticos, dificultando la rendición de cuentas, la identificación y aumentado los costos reales de las campañas. Se están generando incentivos para que los candidatos concentren su atención en las comunas con más electores y dejen de lado las comunas más pequeñas o poco relevantes, porque necesitan menos votos y estos los pueden concentrar en las zonas grandes.

Si el nuevo sistema no posibilita de mejor forma el ingreso de terceras fuerzas al Congreso, la reforma electoral será un fracaso. Constantemente se repite que el binominal favorece a la Alianza, pero la realidad ha sido otra. Las dos principales coaliciones del país se han visto sobrerrepresentadas en el Congreso en relación a los votos obtenidos. En promedio, en la Cámara de Diputados la Nueva Mayoría (Concertación) se vio favorecida en 4,8% y la Alianza en 4,7%.  Entonces, es un mito que el sistema binominal ha favorecido más a la Alianza, sino que el sistema ha perjudicado a terceras fuerzas.

Por último, es poco creíble y convincente que 35 diputados y 12 senadores más no signifiquen un mayor costo al Estado. Se habla de “reasignación” de actuales recursos con los que cuenta el Congreso, pero habrá que esperar para ver si esto se cumple realmente.   

En definitiva, el oficialismo ha priorizado cumplir con la agenda de reformas de Bachelet, en lugar de tener un sistema mejor que el binominal. Hay una serie de efectos negativos para el sistema político que podrían darse y que no han sido suficientemente analizados.

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