Infernal
José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.
¡Mal título castellano para una buena película de terror!
“Haunter” no quiere decir “infernal”, sino que se relaciona con “vagar, rondar, merodear” por lo que se usa para calificar a casas embrujadas.
Aquí tenemos una casa que aparentemente está embrujada, pero que esconde una críptica realidad que, naturalmente, no voy a revelar.
En todo caso, la temática es afín a la de Los otros de Alejandro Amenábar y recuerda también al “amigo secreto” de películas como Mente siniestra de John Polson.
Lisa, una jovencita que debería cumplir 16 años al día siguiente, se da cuenta que su vida se está repitiendo cada vez que se despierta. Pero es distinto al Hechizo del tiempo, de Harold Ramis. Aquí no hay grandes posibilidades de cambiar los eventos: la madre seguirá mandándola a lavar la ropa y dirá que faltan algunas prendas, el padre tratará de hacer funcionar el auto sin conseguirlo, el hermano pequeño que sigue jugando Pacman y compartiendo con el misterioso Edgar que lo acompaña.
En vez de asustarse, Lisa quiere entender qué es lo que está pasando y – como no puede salir de la casa rodeada por la neblina (la vez que lo intenta con su bicicleta vuelve siempre al punto de partida) – busca dentro de ella la explicación de lo que está sucediendo: en el altillo (donde ve un viejo VHS y descubre la historia de serial killer), en el sótano (donde encuentra una piececita, que recuerda a Alicia en el país de las maravillas), en el espejo (donde aparece Doris, una misteriosa coetánea). Mientras tanto, vuelve y vuelve a tocar Pedrito y el lobo con su clarinete (y escucha que otra persona también lo hace). Un siniestro individuo, que aparentemente viene a reparar el teléfono completa la inquietante trama.
Todo gira en torno a una gran actriz como Abigail Breslin, capaz de entregar todos los matices de su personaje en pequeños e imperceptibles gestos, que transmiten duda, temor, curiosidad y – sobre todo – valentía para enfrentar lo desconocido.
Nacida en 1996, es una antigua conocida nuestra: a los 6 años fue la hija de Mel Gibson en Señales de M. Night Shyamalan, a los 10 la encantadora Pequeña Miss Sunshine, a los 12 la preadolescente que trataba de entender la azarosa vida matrimonial de su padre en Definitivamente, quizás y, a esa misma edad, la atribulada hija del escritor que invocaba socorro a la agorafóbica Jodie Foster desde La isla de Nim.
El director, sobre todo televisivo, es el norteamericano Vincenzo Natali. El resto del reparto son actores canadienses (Peter Outerbridge, Michelle Nolden, Peter DaCunha, Stephen McHattie) prácticamente desconocidos en Chile, lo que contribuye a la tensión del público.
(Haunter, Canadá 2013)