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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Donde se esconde el Diablo

"Últimamente ha habido buenas películas de terror, porque se fundan en hechos reales (…) en este caso, se da un paso atrás volviendo al mundo de las profecías y de la religión entendida como fanatismo".

Por José Blanco J.
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José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.

Más que La aldea de M. Night Shyamalan (The Village, 2004) esta película me recuerda una de las primeras películas de Wes Craven: Bendición mortal (Deadly Blessing, 1981, con Ernest Borgnine y una casi debutante Sharon Stone).

En esta última, una secta religiosa convivía alejada del mundo moderno por temor a Incubus, que representaba – al mismo tiempo – la tecnología y un demonio.

El tema del profeta local está bastante repetido y es una denuncia transparente hacia un cierto tipo de predicador agresivo, con poder absoluto. Se trata de fanáticos evangélicos, pero el modus operandi recuerda a ciertos grupos laicos, organizados en torno a un candidato a santo de la Iglesia Católica Apostólica Romana, con sus respectivas denuncias de pedofilia y apego al dinero.

En esa pequeña comunidad, nacieron hace más de 17 años seis niñitas el día seis de junio (sexto mes del año). La analogía de ese 666 con el Anticristo era evidente y el Padre Elder Beacon (Colm Meaney) quería matarlas de inmediato, porque de allí habría de salir “drommelkind” (la mano del Diablo).

Las jovencitas están a punto de cumplir 18 años y sienten el natural impulso por el sexo y la existencia que se vive en la ciudad vecina. Y empiezan a morir de a una de manera horrible, generando el pánico. ¿Quién es el serial killer? ¿Se trata de alguien que quiere hacerlas desaparecer a todas antes de la fecha fatídica? ¿O es el Diablo que está escogiendo a la mejor de ellas para sus fines?

El profeta Beacon es intocable. Aparentemente la policía no puede hacer nada y las iniciativas de los adolescentes que se enamoran de las muchachas nunca llegan a buen puerto. Esa aldea sin luz eléctrica y fuera del tiempo se mantiene unida gracias al miedo. Como todos los ghettos, tiene su propio tribunal de justicia y sus propias exigencias socioeconómicas. Y lo preocupante es que podrían tener razón.

Últimamente ha habido buenas películas de terror, porque se fundan en hechos reales (Líbranos del mal, El conjuro, Annabelle) o porque tienen una trama convincente (Infernal, Oculus). En este caso, se da un paso atrás volviendo al mundo de las profecías y de la religión entendida como fanatismo.

Se está comercializando en inglés con tres títulos y el director es el danés Christian E. Christiansen, casi un debutante. El único actor conocido es Rufus Sewell y resultan convincentes las actuaciones de la australiana Alycia Debnam-Carey y el neoyorquino Thomas McDonell, como los jóvenes y castos amantes.

(The Occult/The Devils’s Hand /Where the Devil Hides. USA, 2013)

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