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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Masculinidad/es carnavalescas

Aquí la premisa más interesante es que en el medio del templo de la norma social, estadios de futbol o carnavales, se encuentra también la fisura del mismo y no se sitúan necesariamente desde/en el “margen” de la sociedad. La fragilidad o fuerza de transformar tales normas sociales resta por verse.

Por Devanir Da Silva
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En las pasadas vacaciones he podido estar, por primera vez en mi vida, en el carnaval de Rio de Janeiro. Había ido varias veces pero por primera vez fue ineludible, por fechas, toparse con la famosa congregación sudorosa de cuerpos. En este contexto me fui topando con los distintos “blocos” por distintas secciones de la ciudad de Rio, fundamentalmente Flamengo, Botafogo y las playas de Copacabana e Ipanema. Uno de los elementos centrales del carnaval es disfrazarse, bailar y tomar. Y no solamente eso sino hacerlo con cierta gracia e ingenio. Dentro de esto último pudimos ver la recurrencia de personajes como Frida Kalho, Jack Sparrow, Mario Bros, Superman, los 300, etc.

Uno de los temas que le resulto llamativo a mi hija es que los hombres andaban vestido de mujer, incluyendo aquellos casos acompañados por su pareja mujer. Sin embargo, me resaltó -y no si esto fue y ha sido recurrente ya que es mi primer carnaval – el hecho de que no vi ninguna mujer vestida de hombre. Me llama la atención, y espero no ser demasiado binarista en plantear la pregunta, pero el punto es que incluso hay cierto privilegio desde lo masculino para feminizarse pero, aparentemente, no el mismo para que lo femenino pueda masculinizarse. No pude apreciar en los “blocos” alguna Elvis Presley, Clyde, Malboro Man, etc. Ciertamente el carnaval da espacio para un transvestismo temporal y me pregunto, desde una mera observación pasiva, que efectivamente no pude apreciar mujeres vestidas de seres masculinos.

Hubo dos “blocos” GLTBI friendly y seguramente ahí sí estaban ellas vestidas hombres. Y, entonces, ese hecho creo que habla de la aceptación social de una performatividad por sobre la otra. Resulta entonces posible pensar que las mujeres, o lo femenino, resulta más castigado por el hecho de una premisa patriarcal porque no se veía fuera de los “blocos” GLTBI friendly. Los varones o lo masculino es prescindible mientras que lo femenino no. Ejemplificar esto punto podría alargarnos en aquello pero solo decir que el patriacalismo propone la defensa de lo femenino en post de su sumisión, mientras que lo masculino es alabado en post a cambio de su muerte. Esto también supone unas consecuencias, conceptuales y concretas, que también podemos ejemplificar pero para otra ocasión.

Ocurrió un similar hecho en el rock contemporáneo en donde el Glam Rock (sub categórica del primero) jugó con los estereotipos de género. El rock representaba la masculinidad trabajadora que era hábil con las herramientas (guitarra) y suficientemente fuerte para resistir horas tocando, y además consumir drogas. El Glam Rock tensionó el modo de hacer rock ya que implicó una feminización del mismo (uso de maquillaje, pantys, pelucas rosadas etc.) Lo hiper-masculino llegó a ser la trasgresión a través de lo femenino, ya que se había llegado a una imagen del sujeto que no era posible masculinizar más. En este sentido es totalmente recomendable el documental (subcapítulo de sexualidad y género) El viaje de un metalero.

Sea cual sea el caso, creo que las masculinidades presentes en un carnaval resultan ser un tensión pero también un espacio de reafirmación (de los/as observantes) de la heterosexualidad. Es un punto de fuga momentáneo que puede que no salga más allá de ese espacio concreto, y que también permite conciliar elementos suprimidos, pero que encuentran su espacio de performatividad garantizada y legitimada. Se podría argumentar que está contenida y limitada pero el hecho es que tienen su espacio.

Esto me parece sospechosamente cercano al carácter que el futbol como espacio de demostración legitimada, culturalmente, de una vinculación homo-erótica. Cómo no recordarse del beso entre Maradona y Caniggia, Scholes y Neville, y otros tantos, o de la esta foto de la escena íntima entre Piquet y Ibrahimovic, y además de los múltiples agarrones y cariños que desafían la norma heterosexual y patriarcal. Dentro y fuera del campo del futbol, y asociado al mismo, existe una cierta vigilancia social – con complicidad de los medios de comunicación masiva como el Internet – de tales conductas.

Aquí la premisa más interesante es que en el medio del templo de la norma social, estadios de futbol o carnavales, se encuentra también la fisura del mismo y no se sitúan necesariamente desde/en el “margen” de la sociedad. La fragilidad o fuerza de transformar tales normas sociales resta por verse.

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