Así es la cárcel donde los Pentaboys pasarán la prisión preventiva
Ubicada dentro de la Cárcel de Alta Seguridad, la Capitán Yáber tiene capacidad para alrededor de veinte reclusos, la mayoría formalizados por manejo en estado de ebriedad o delitos económicos. Ahí está recluido el ex funcionario del SII Iván Álvarez y estuvieron los directivos de La Polar. En Gendarmería aseguran que el recinto no tiene grandes beneficios en comparación a otras unidades: Délano y Lavín tendrán que ir a un baño común, levantarse a las ocho de la mañana, y compartir con otros internos una pieza de 4 x 3 metros.
Pese a que en una de sus pocas declaraciones públicas Carlos Eugenio Lavín aseguró que no es un mafioso ni Al Capone, de aceptarse la prisión preventiva él y su compañero de negocios, Carlos Alberto Délano, junto al ex subsecretario de minería Pablo Wagner y Hugo Bravo, corrieron la misma suerte: ir a prisión acusados, entre otras cosas, por evadir impuestos. Eso dictaminó hoy sábado el juez del Octavo Juzgado de Garantía, cuando decidió conceder la prisión preventiva a los controladores del holding Penta. La misma empresa que el fiscal Gajardo describió como “una máquina para defraudar al fisco”.
Con el fin de Capuchinos, la cárcel-resort donde solían ir los banqueros, el lugar reservado para los controladores es un lugar un poco menos VIP. Se trata del anexo Capitán Yáber, al interior de la cárcel de Alta Seguridad, en la calle Pedro Montt. Ahí se encuentra recluido el ex funcionario del SII, Iván Álvarez, estuvieron Pablo Alcalde y Julián Moreno, ejecutivos de La Polar y también el ex diputado René Alinco.
“Está aislada del resto de la población penal común en razón de entregar ciertas medidas de seguridad a algunas personas”, explica Alberto Figueroa, presidente de la Asociación de Oficiales de Gendarmería. Enrique Aldunate, abogado querellante en el caso, explica que gendarmería escogió este lugar “para mantener su seguridad. En las cárceles de Alta Seguridad o de Máxima Seguridad hay delincuentes violentos. En este caso hay otro tipo de violencia: violencia económica”.
Aunque el lugar es más tranquilo que el resto de las cárceles, para los Carlos, será una experiencia absolutamente distinta a la que tenían en sus casas avaluadas en cientos de millones de pesos.
Primero, no tendrán pieza propia. En Capitán Yáber hay cuatro habitaciones, de tres por cuatro metros, sin ventanas, en las que caben dos camarotes, un casillero y una que otra silla. Si la administración lo permite, los Carlos podrían dormir juntos en sus literas, hacer guerra de cojines y contarse historias de terror en la noche. Aunque pasada las nueve, no podrán hacer mucho ruido.
Pero también podrán hacer nuevos amigos. Actualmente hay otros siete reclusos. Todos ellos en prisión preventiva por delitos económicos, a excepción de un doctor que es presunto homicida. Algunos de ellos no deben estar muy contentos con la llegada de los controladores de Penta. Y es que aquellos que dormían solos en su celda, fueron re acomodados para hacerle un cupo a los Pentaboys.
Quienes pensaban que para los Carlos la cárcel podía ser como una casa de reposo, están equivocados. El día parte a las ocho de la mañana, cuando los gendarmes “pasan lista”. Ahí los reclusos deben levantarse, recoger el desayuno y luego hacer el aseo. “Aquí no hay mozos. Los internos tienen que hacerse sus propias cosas”, dice Alberto Figueroa, presidente de la Asociación Nacional de Oficiales de Gendarmería. Por ejemplo, los Carlos tendrán que limpiar los baños y deberán bañarse en una ducha común que sólo tiene agua fría, aunque existe la posibilidad de entibiarla con termos.
Durante el día no hay muchas opciones para pasar el tiempo. El único trayecto posible que tienen los reclusos es a través de un pasillo de tres metros de ancho, donde pueden caminar desde sus piezas al baño o a los espacios en común que tiene el lugar: uno de ellos el gimnasio. El recinto tiene un par de máquinas para hacer deporte, comúnmente en mal estado. También hay un sector acondicionado con dos salas de estar, con sus respectivas mesas, sillas de plástico, un par de sillones, televisión y mesa de pool, donde podrán recibir visitas y de vez en cuando participar en talleres.
Para ver el sol, solo tendrán una hora diaria. A eso de las 13 horas, los reclusos son llevados a la multicancha de cemento. En ocasiones se han organizado incluso pichangas con los funcionarios. Todo indica que si siguen las investigaciones, al equipo de los Carlos podrían llegar nuevos refuerzos.
Después de comer, los reclusos son obligados a volver a sus piezas. A eso de las nueve de la noche, ya nadie puede salir de ahí. Esa es su rutina durante todos los días. Aunque de darse la prisión preventiva, los Carlos tendrán cinco días para apelar a la medida cautelar. En caso de no ser revocada, deberán estar en prisión hasta que se dicte una sentencia definitiva.
“Legalmente no existe un límite de tiempo en el que una persona puede estar en prisión preventiva. Aunque la ley contempla que cada seis meses la situación debe ser revisada por el juez”, dice Polanco. Pero los juristas coinciden en que una vez que los formalizados están en prisión preventiva, el juicio se acelera. Por tanto, no pasará mucho tiempo para saber si los Carlos seguirán durante algunos años tras las rejas, o si ya estarán en sus oficinas para las próximas municipales.