Melancolía contemporánea: libros para individuos en crisis
Durante los últimos años han aparecido ensayos de destacados intelectuales, editores y escritores, que abordan problemas tales como la depresión, crisis nerviosas y la ansiedad: ¿por qué se transformó en un tema fundamental este problema asociado principalmente a la industria de la autoayuda?
Aldo Perán es Egresado de Licenciatura en Historia y estudiante de último año en Licenciatura en Filosofía. Ambas en la Universidad Alberto Hurtado. Actualmente trabaja para la Fundación Para la Confianza.
La vida contemporánea es demasiado rápida para sobrellevarla. Nuestra infinita capacidad de elección y de establecer nuevos comienzos, resulta para algunos sujetos el motivo para sumirse en una crisis y descontrol (corporal y mental) que se transforma en una particular manera de pensar y de sobrellevar la vida. La melancolía, esa ambigua forma de propensión a la angustia y la tristeza, a su vez ha sido fundamental en la vida de sujetos que conforman la cultura occidental desde la antigüedad. ¿Pueden las posibilidades de algunos individuos estar determinadas por un malestar que no termina nunca por definirse? Acá algunos libros que reflexionan de distintas maneras sobre esto.
¿Cual es el origen al que se recurre para explicar la melancolía como problema ya no médico sino en términos propios del pensamiento filosófico? Aristóteles, en el Problema XXX se preguntaba por qué todo individuo excepcional es melancólico. Sostenía el filósofo en este breve texto un tipo de física sobre la genialidad. El melancólico, quien posee en su cuerpo un exceso de bilis negra, es aquel que posee una inestabilidad que es fuente de su comportamiento. La mezcla inestable en el cuerpo de este humor somete al sujeto a ser determinado por las circunstancias, es decir, la bilis negra es común a todos los hombres, y sin embargo, solamente el melancólico es aquel a quien le afecta de un modo distinto.
¿Qué quería decir Aristóteles con esto? El melancólico es aquel que busca en el placer y el exceso la manera por la cual le es posible calmar el dolor producido por la sobreabundancia de bilis negra, uno de los humores constitutivos del cuerpo humano según la escuela hipocrática. Es por eso que el autor de la Ética nicomaquea se pregunta cómo es que la melancolía es capaz de explicar la creatividad de estos sujetos excepcionales. La inconstancia del exceso de bilis negra en el cuerpo del melancólico explica su propia inconstancia. Tanto la depresión como la melancolía, forman parte de la naturaleza de los sujetos excepcionales.
Siri Hustvedt es una escritora de ficción que ha incursionado en la poesía y que además, es ensayista. El año 2009 publicó un libro titulado La mujer temblorosa o la historia de mis nervios, traducido al español el año siguiente. En este ensayo, Hustvedt aborda parte de la historia de la psicología y de la filosofía para comprender los incontrolados temblores que la atacaron mientras pronunciaba un discurso fúnebre en memoria de su padre.
Luego de definir que el origen de su ataque había sido de carácter histérico, la autora realiza un completo trazado para encontrar los fundamentos que determinaron a la histeria como enfermedad mental y que la clasifican en la actualidad bajo los manuales de diagnóstico y estadísticas de trastornos mentales norteamericanos. Para eso, aborda el trabajo de Freud y sus referentes intelectuales, así como las obras de William James, Ian Hacking, Maurice Merleau-Ponty, Edmund Husserl, Francisco Varela, entre otros filósofos y científicos contemporáneos. Hustvedt entrega con este ejercicio intelectual una reflexión interdisciplinaria que pone énfasis en los múltiples aspectos que determinan la posibilidad de sufrir un ataque de histeria (o conversión, bajo los términos médicos actuales) y de ese modo, la escritora enfoca su análisis en aquellos elementos que permitirían clarificar el origen de su padecimiento.
Para Hustvedt, temblar resulta ser una reacción ante el miedo, es decir, una manifestación somática de la ansiedad. Sin embargo, ‘la mujer temblorosa’ no se puede reducir a la expresión de patrones neuronales repetitivos que se activan involuntariamente. Las doctoras a las cuales frecuenta para chequear su estado de salud mental, descartan consecutivamente que padezca de ataques histéricos (o de conversión), tal como ella se diagnostica, cruzando sus experiencias vitales con la lectura y propuestas teóricas de sus autores de cabecera, que es lo que realiza a lo largo del libro. Sin embargo, aparece una pregunta fundamental cuando el libro comienza a finalizar: ¿en que momento una dolencia se confunde con la persona? La migraña, malestar que ha sobrellevado durante largo tiempo, le da una lección a Hustvedt: se entrega a la enfermedad y de ese modo, experimenta menos dolor. La ambigüedad que determina su padecimiento, obligó a la autora a decidirse y aceptar los temblores que gobiernan su cuerpo. Siri Hustvedt y la mujer temblorosa son la misma persona.
Pero ¿esto es un problema netamente relevante para el pensamiento científico y filosófico o es posible que pueda concernir a otras áreas en términos prácticos? El filósofo coreano Byung-Chul Han, quien ha adquirido una notoria popularidad durante los últimos dos años por sus libros que abordan problemas contemporáneos como el cansancio, la transparencia, el triunfo de lo pornográfico y el sistema político en los tiempos de las redes sociales, publicó el año pasado un libro titulado Psicopolítica . Neoliberalismo y nuevas técnicas de poder. En este libro, el filósofo se concentra en analizar las técnicas de poder que caracterizan al neoliberalismo, mecanismos que le permiten tener acceso a la psique, transformando la mente de los individuos en una fuerza de producción con mayor relevancia que su mera corporalidad. La psicopolítica corresponde a ejercicio que se corresponde con un capitalismo de la emoción, donde los sujetos ya no están sometidos a un régimen disciplinario, sino más bien, adquieren relevancia sus emociones, promoviendo un giro en el paradigma de la explotación capitalista. Dice el filósofo coreano: “La psicopolítica neoliberal se apodera de la emoción para influir en las acciones a este nivel prerreflexivo. Por medio de la emoción llega hasta lo profundo del individuo. Así, la emoción representa un medio muy eficiente para el control psicopolítico del individuo.
Sin duda Byung-Chul Han no está refiriéndose detalladamente al hablar de emoción a los sujetos del rendimiento que, cansados, son sometidos por los regímenes de producción a la depresión que genera el esfuerzo laboral. El management entendió, sostiene Han, que el cuidado de las emociones promueve a los sujetos y los hace más productivos. De este modo, el sujeto se considera libre, siendo que el neoliberalismo explota su libertad en tanto que el trabajador no es consciente de su sometimiento: ahí radica la importancia del psicopoder. Los datos que entregan los individuos en internet, gratuitamente, permite pronosticar el comportamiento de los individuos, transformando esa información en mecanismos condicionales. Esto lo constata Han al sostener que los tipos maginados, locos, es decir quienes padecían trastornos mentales, han desaparecido de la sociedad en la medida que se han normalizado y subsumido a la coacción de la conformidad.
El último libro que ha abordado las múltiples dimensiones de este problema es el que escribió Scott Stossel, editor jefe del Atlantic Monthly y colaborador de la revista New Yorker. El texto Ansiedad. Miedo, esperanza y búsqueda de la paz interior, aparecido el 2014, y se transformó rápidamente en uno de los libros más comentados y vendidos en Estados Unidos, el país que tiene la mayor cantidad de consumidores de antidepresivos y de la industria de autoayuda.
Dividido en cinco partes, el libro de Stossel es una investigación híbrida entre los orígenes personales y familiares de sus múltiples padecimientos así como de los orígenes de la industria farmacéutica que ha promovido la búsqueda de una solución neuroquímica del problema de la ansiedad. El editor norteamericano mantuvo (o contuvo) su trastorno prácticamente toda su vida, pero al perder el control sobre su cuerpo durante su matrimonio, le hizo cuestionarse, abrazando un sentimiento de fracaso en un momento que para él era fundamental. Convencido de que es prácticamente imposible curar su ansiedad, decide orientar sus esfuerzos en aprender a sobrellevar su enfermedad. Para eso, va a hurgar en las predisposiciones genéticas de la ansiedad y de la depresión, las historias de los trastornos mentales de su familia, los inicios psicoanalíticos de la neurosis, todo el debate que pone en discusión obedece a una misma raíz: la melancolía, su progresión y evolución conceptual.
Uno de los méritos de Stossel es no dejarse llevar por la magnitud de las cifras asociadas a la importancia de la industria farmacológica y de autoayuda en la economía norteamericana. Cada uno de los medicamentos y diagnósticos que refuerzan la idea de corrección de los desequilibrios químicos o déficit de neurotransmisores, está asociado en este libro a un completo análisis crítico. Con el surgimiento del Valium, se hizo patente en la contracultura norteamericana que las considerables cantidades de prescripciones de medicamentos asociados a estos malestares, encubrieron algunos elementos controversiales de la sociedad norteamericana, una especie de anestesia masiva de todo tipo de disconformidad y creatividad.
El origen biológico que Stossel remarca en todo el libro, es un elemento común a todas estas indagaciones: la melancolía, los nervios y la ansiedad, le recuerdan a sus autores (a quienes padecen estas afecciones) que son gobernados por su fisiología, tal cual remarcaba Aristóteles en su estudio sobre la melancolía: esta no es una enfermedad, propiamente tal, sino más bien parte de la naturaleza de un sujeto marcado por la excepcionalidad. El estómago tembloroso, el pánico escénico, la adición a fármacos que regulan la función del cerebro, el pánico, no son sino expresiones de un vínculo del sujeto con su padecimiento.
Los indicios de que la ansiedad esté asociada históricamente al surgimiento del genio creativo y artístico, cierra la reflexión de Stossel. Emily Dickinson, Franz Kafka, Woody Allen, Jerome Kagan, T. S. Eliot, pero también David Hume, John S. Mill, David Foster Wallace, Robert Lowell y Charles Darwin son parte de esta constelación. La resiliencia, cada vez más aceptada en el campo científico, se ha transformado en la posibilidad de redención a la hora de sobrellevar los padecimientos de quienes sufren de un malestar psíquico insoportable hasta los extremos. El mejor ejemplo es la magistral forma con la cual Stossel cierra su libro: repasando la vida de Samuel Johnson, aquel poeta, ensayista y lexicógrafo, famoso por su introducción a Shakespeare. El autor considera que los intensos y perseverantes esfuerzos de Samuel Johnson por mejorarse al mantener una obsesiva productividad que mantuviera sus problemas emocionales delimitados por una frontera, constituye un cierto modo de ser resiliente. En ese ejercicio y obsesión hay algo de genialidad, y es lo que ha caracterizado a muchos hombres y mujeres que forman parte del canon occidental. Eso fue lo que intentó realizar (y lograr de manera excepcional) Stossel al escribir este ensayo.