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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Teoría de Género en Chile: ¿Un asunto de izquierda?

Pese a que la derecha defiende la libertad en el plano económico, la rechaza en el moral.

Por Valentina Verbal
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No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que la derrota cultural de la derecha consiste, ante todo, en el rechazo a la cultura como tal. Dicho de otra forma, en la falta de comprensión política de la sociedad como un universo múltiple y dinámico. La derecha —hegemónicamente conservadora— ha tendido siempre a defender y justificar el control estatal sobre las libertades en el plano moral. No por nada los conceptos de autoridad, orden, naturaleza, bien común, etc., han sido fundamentales en su discurso. Pese a que defiende la libertad en el plano económico, la rechaza en el moral.

Como parte de su idea de que la libertad no se reduce a una mera elección, sino al resultado de la misma —que debe adecuarse a la “ley natural”—, la derecha conservadora no se arruga a la hora de pedir más Estado para imponer una determina visión de la vida buena. Por lo mismo, percibiendo ella misma la incoherencia arriba indicada, se esfuerza por argumentar en favor de la existencia de supuestos daños contra terceros, por ejemplo, de las parejas homosexuales contra niños y niñas.

Y, a propósito del Día Internacional de la Mujer —celebrado este 8 de marzo—, el sector referido las emprende contra lo que llama “ideología de género”. Autores y organizaciones de él señalan que la teoría de género (para ellos, “ideología”) constituye un atentado contra la naturaleza, ya que se opondría al sexo como entidad biológica. Por ejemplo, un documento de la Fundación Jaime Guzmán afirma “que el concepto de género que ha acuñado la ideología del mismo nombre ha sido provisto de un significado totalmente antagónico a lo sexual, entendido desde el punto de vista biológico” (página 3).

¿Es esto la teoría de género?

Considerando que no existe una sola versión de la misma, es posible afirmar que no necesariamente sostiene que el género se opone radicalmente al sexo como entidad biológica. Más bien lo que dice es que es que determinados sectores, justamente conservadores, construyen desde lo biológico un discurso sobre el género. Esto resulta patente en la frase “funciones propias de la mujer”, que presupone que el hecho de haber nacido con vagina viene asociado a determinados roles (justamente) de género. Roles que no emanan directamente de la biología, sino de un discurso culturalmente construido sobre la misma.

Pero, respondiendo a la pregunta del epígrafe, cabría afirmar que, en la práctica y en el caso de Chile, sí es la teoría de género un asunto de izquierda. Primero, porque la derecha hegemónica es la conservadora. Segundo, porque la liberal, además de periférica, casi no ha trabajado el tema. Y no sólo pensando en las mujeres, sino —desde una mirada más amplia— en los roles atribuidos a ambos sexos, en las diversidades sexuales, etc.

Lo curioso es que las causas de mujeres y de la población LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersex) han echado históricamente mano a principios fundamentales del liberalismo clásico, comenzando por la idea de que los individuos son universos racionales, capaces de construir por sí mismos sus propios proyectos de vida, sin la intervención de terceros, menos aún del Estado.

Este liberalismo critica —parafraseando a Hayek— la fatal arrogancia de tratar de establecer desde el Estado una determinada escala de valores para el conjunto de la sociedad. En este sentido, y aunque han existido no pocos autores liberales que han reflexionado sobre el género, los sectores políticos que en Chile se autodefinen como tales han estado casi totalmente ajenos a él. Se pasa por alto el hecho que sólo en el marco de una sociedad abierta —con coerción estatal acotada— es posible pensar, al mismo tiempo, en una sociedad diversa.

De ahí que, considerando el principio de igualdad ante la ley, los liberales chilenos deberían dar su propia respuesta sobre la cuestión de género. Y aquí más que hablar de igualdad (identitaria), habría que hacerlo de diferencia. Para los liberales, por ejemplo, no debería pensarse en las mujeres como un todo, como una “naturaleza”.

El afán revolucionario del liberalismo —la lucha histórica por superar las sociedades inmutables; basadas, por ejemplo, en privilegios estamentales— podría en Chile resignificarse frente la cuestión de género. Al fin y al cabo, mujeres, gays y transgéneros piden, ante todo, que los dejen vivir tranquilos. Y, no obstante que esto sea una idea profundamente liberal, no resulta sorprendente que los últimos en enterarse sean los propios liberales.

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