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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El Consejo Asesor ( o el regreso del “piñerismo”)

Como todos sabemos, el “gobierno de los mejores” no resultó. Cuando debió hacerse política, ellos-los indicados- entraron en la casa de gobierno como si entraran a una empresa de retail; vieron a los ciudadanos como consumidores y se equivocaron una y otra vez, incluso llegando a querer dejar el cargo porque les pagaban poco, y no era lo que se les había prometido.

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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

La presentación de un consejo técnico que tiene por objeto revisar la relación entre la política y los negocios, fue la solución que, hasta el momento, La Moneda ha mostrado ante una ciudadanía cada vez más indignada y odiosa cuando de política se trata. Obviamente-y como es de esperar en un lugar en donde muchos se regodean en su indignación- a muchos no les gustó; alegaron y no creyeron nada. A otros, sin embargo, la idea les pareció interesante ya que se trataba el tema con un grupo de “técnicos”, así dejando de lado la política y sometiendo el debate a unos elegidos.

Es cierto, todo lo que huela a política hoy parece atroz, lo peor que puede sucederle a una sociedad porque, como dice la monserga, “todos son ladrones”, y por lo mismo la idea de que haya personas que dicen mostrar cierta pureza-¿quién es puro totalmente?- parece una buena iniciativa.

El problema es que no se miden las dimensiones del gesto de la Presidenta al nombrar a estos hombres elegidos a dedo por sus cualidades. Nadie se ha detenido a ver cuál es la señal tras un tema que es netamente político y que se quiere solucionar con la ausencia de quienes ejercen la política. Nadie se cuestiona cuál es la idea que está entrando a la conciencia colectiva nuevamente, la que consiste en emprender, una vez más, la búsqueda de “los mejores”. ¿Se acuerda usted quién era el que decía que gobernaría con una clase de excelencia? Sí, él mismo, el ex Presidente Piñera.

Curiosamente, las ideas de cambio del 2011 y la exigencia de más política y menos tecnicismo, cayeron de la mano de los nuevos casos de corrupción. Todo lo que se pensó y lo que se ideó hacia un futuro se derrumbó, y así quienes estaban esperando salir a despotricar en contra del ejercicio democrático, entraron nuevamente y la idea de que la democracia puede ser arreglada por personas que no tengan nada que ver con el Congreso, partidos o militancia alguna, volvió a reinar. Es decir, volvió el “piñerismo” sin que nos diéramos cuenta. Sin que entendiéramos cómo y cuándo resucitó.

A muchos no le importa. Sólo quieren que se solucione esta crisis, y por ellos mandarían a todos los parlamentarios en un barco-como he escuchado por ahí- en una muestra de rabia y de frustración que muchas veces no tiene sustento real, sino más bien es producto de lo que se lee en los medios y en las redes sociales.

Como todos sabemos, el “gobierno de los mejores” no resultó. Cuando debió hacerse política, ellos-los indicados- entraron en la casa de gobierno como si entraran a una empresa de retail; vieron a los ciudadanos como consumidores y se equivocaron una y otra vez, incluso llegando a querer dejar el cargo porque les pagaban poco, y no era lo que se les había prometido.

No estoy diciendo que el consejo convocado por Michelle Bachelet tenga las mismas características, pero es claro que se está dando una respuesta equivocada: se está tratando de solucionar un tema concretamente institucional, con personas que no tienen nada que ver con las instituciones y las miran desde arriba con cierto desdén, como si la academia no tuviera defectos y bien graves.

Se está apelando nuevamente al tecnicismo cuando es precisamente el exceso de éste, el que ha transformado a nuestra política en la esclava de personas que creen tener la razón e influyen en el proceso de leyes para hacer valer su opinión por sobre el Congreso. Es el exceso de técnicos y tipos que creen pertenecer a una casta en particular, lo que ha destruido el debate democrático, por lo tanto excluir a la política de un problema principalmente político, es entregarse al discurso populista que sataniza el Parlamento y llama en rescate a un grupo de personas que muestra su superioridad como si fuera un galvano o una medalla. Y eso, permítame que le diga, no es democrático. Eso es “piñerismo” puro y duro.

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