Los dos cuerpos de Bachelet y la Reina Elizabeth I de Inglaterra
Por todo ello, Bachelet puede recuperar su grandeza pero el precio es muy alto: Abortar a su hijo. Es el precio que pagó la reina Elizabeth I de Inglaterra: Cuando descubre que sus seres queridos la han utilizado para fines egoístas ella corta definitivamente con su amor carnal, con sus seres queridos y se casa simbólicamente con un ser no corpóreo: Inglaterra. Asume la imagen de la reina virgen. Inmaculada.
Mauro Basaure es Dr. en Filosofía de la Johann Wolfgang Goethe-Universität. Profesor e Investigador de la Escuela de Sociología de la UNAB. Investigador del Groupe de Sociologie Politique et Morale (GSPM) de la École des Hautes Études en Sciences Sociales (EHESS) de Paris y del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social, COES.
Lo que ha ocurrido con los casos Penta, Caval y sus aristas tiene la forma sociológica del escándalo. Esa forma se produce ahí donde es denunciado exitosamente en su “pequeñez” aquél que aparecía públicamente como “grande”. Pequeño es el ser común entregado a sus apetitos y ambiciones puramente particulares, a su bien propio. Grande es quien se aleja de ello para encarnar el bien público, el bien común, para alcanzar la estatura de las instituciones para encarnarlas adecuadamente, justamente.
Por eso es que, pese a sus diferencias, Penta y Caval son equivalentes a los casos de curas pedófilos: aunque de formas distintas y en ámbitos diferentes, el religioso, el económico y el político, en todos estos casos lo que aparentemente encarnaba el bien común (el cuidado de la comunidad, empresas productoras de riqueza y empleo, actos benéficos como los aportes a la Teletón, la dirección ad honorem de fundaciones, etc.); toda esa grandeza, era “en realidad” movido por apetitos pequeño, por apetitos del cuerpo, por la ambición desenfrenada. Al salir a la luz mediante la denuncia pública, la grandeza se torna mera apariencia, engaño.
En el caso de Dávalos y Compagnon, ellos nunca tuvieron grandeza pública; ni siquiera en el ámbito de los negocios: sus negocios especulativos no generaban nada más que beneficio propio. Tal vez queriendo “engrandecerlo” a la fuerza, la Presidenta Bachelet puso a su hijo Sebastián en cargos que suponen grandeza pública. Pero le quedaron muy grandes.
El resultado es que la presidenta tiene hoy serias dificultades para reclamar la posición de grandeza pública que cultivó durante toda su vida. ¿Cómo podrá salvar esa grandeza después del empequeñecimiento que vivió a costa de su propio hijo? ¿Cómo podrá dejar de ser el objeto de mil memes virales?
Para responder a esto hay que saber que la grandeza de Bachelet se hacía de la creencia generalizada de que su vida estaba entregada a Chile, a la nación; de que su pasión era la grandeza de lo público y por ello, ella era tan cercana como distante, una persona individual pero capaz de encarnar la grandeza de la nación. Kantorowicz habla de los dos cuerpos del rey, uno humano individual y el otro ungido de una cierta gracia aurática, carismática, divina. Su hijo, el hijo de sus entrañas, le ha hecho y mucho daño a este segundo cuerpo (incorpóreo) de Bachelet, y ha tendido a dejar a la vista su mero cuerpo carnal.
Por todo ello, Bachelet puede recuperar su grandeza pero el precio es muy alto: Abortar a su hijo. Es el precio que pagó la reina Elizabeth I de Inglaterra: Cuando descubre que sus seres queridos la han utilizado para fines egoístas ella corta definitivamente con su amor carnal, con sus seres queridos y se casa simbólicamente con un ser no corpóreo: Inglaterra. Asume la imagen de la reina virgen. Inmaculada. Opta básicamente por encarnar ella misma la quintaesencia de la grandeza pública: todo aquello que la aleja de lo carnal, corporal, privado, incluso terrenal. Así gobernó y fue capaz de conducir sus reformas en contra de enemigos recalcitrantes. Con ello marcó el inicio de la Edad de Oro de Inglaterra.
Cuando hoy se pide mayor liderazgo de Bachelet en el caso Dávalos, se pide en realidad eso: que renueve la grandeza de su cuerpo público cercenando su cuerpo madre, su cuerpo carnal. Se trata, sin duda, de un sacrificio personal heroico, terrible, casi inhumano. Pero se trata precisamente de ser menos humano, menos común y corriente.