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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Allende en su laberinto

Esta obra de Littin es mucho más que una denuncia o un panfleto político. En ella, la voz vibrante de Allende recuerda las de los grandes protagonistas de la mitología griega enfrentados a su destino. O la del Dr. Stockmann, de Henrik Ibsen, que, tildado de “enemigo del pueblo”, proclamara: “¡El hombre más fuerte es el que está más solo!”.

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José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.

Con El chacal de Nahueltoro (1969), Miguel Littin tiene ganado un lugar en la historia del cine universal. Todo lo demás que ha producido es un “plus”, pero esta película es mucho más que eso: es una clase magistral de arte dramático, con señales que tal vez ni el mismo Littin ha desarrollado completamente de manera consciente.

Amigo de eso que ahora llaman “biopic”, se especializa en presentar personajes y hechos realmente acaecidos (recuerdo también La tierra prometida, Actas de Marusia, Sandino y Dawson Isla 10) y, en este caso, la reconstrucción no puede ser más exacta.

Los periodistas que conocimos -personalmente o por la televisión- a los protagonistas no podemos más que estremecernos. Quiero recordar que ese 11 de septiembre de 1973 había en la Moneda algunas personas que ahora forman parte, como yo, de la denominada Generación Mario Planet, o sea los que estudiamos Periodismo en la Universidad de Chile entre 1965 y 1970. Por ello, quiero agradecer el homenaje que hace Littin a los periodistas en la persona de Augusto Olivares, que prefirió suicidarse antes que rendirse. Le decían “el Perro” y pocos saben por qué. No era por su actitud ni por su aspecto: era por su fidelidad.

Si se examina desde afuera, el relato de la película suena a historia conocida: la Batalla de la Concepción, El Álamo o Karthoum. Un solo común denominador: resistir para morir peleando. Y tal vez en el extranjero vean así esta gesta de valentía de un hombre que mantuvo su entereza hasta el final, aplastado y traicionado p-or muchos de los que habían jurado defenderlo a él y a la patria (¿se acuerdan de que hay un juramento a la bandera?).

Pero esta obra de Littin es mucho más que una denuncia o un panfleto político. Los invito a revisar su estructura y se percatarán de que en ella se encuentran las unidades aristotélicas de la tragedia: lugar, tiempo, acción. La voz vibrante de Allende recuerda las de los grandes protagonistas de la mitología griega enfrentados a su destino. O la del Dr. Stockmann, de Henrik Ibsen, que, tildado de “enemigo del pueblo”, proclamará: “¡el hombre más fuerte es el que está más solo!”.

Y hay también – volente o nolente – una lectura bíblica de los acontecimientos: el redentor es abandonado por todos. Rodeado de enemigos encuentra el apoyo de una María Magdalena y de un grupo que será masacrado por intentar defenderlo (como ocurre con el joven Chacón). El incendiado Palacio de Gobierno será el símbolo de la felonía.

Una última mención para un gran actor dramático, un comediante y un folklorista. Ése no es Daniel Muñoz: ¡es Salvador Allende!

(Allende en su laberinto. Chile/Venezuela, 2014)

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