¿Réquiem para Dilma… Lula y el PT?
El estudio y seguimiento responsable de la crisis brasileña resulta una tarea insoslayable desde estas latitudes ya que podría proporcionar un gran aprendizaje en términos de no responder demasiado tarde ante la desconfianza de la sociedad civil en las instituciones republicanas, en los partidos políticos y en los liderazgos. Cuestiones que hoy, en nuestro país, están puestas entre signos de interrogación.
Jaime Ensignia es Director del Programa Internacional de la Fundación Chile 21.
La situación política y social en Brasil es extremadamente crítica. Lo que está en juego no es sólo la continuidad de la presidenta recién electa Dilma Rousseff, sino también el proceso político de transformaciones iniciado por el presidente Lula y el PT, a la vez que amenaza los cimientos mismos del sistema democrático brasileño.
La oposición y los derrotados ya avizoraban en la misma campaña electoral el caballito de batalla contra la presidenta Rousseff: la corrupción de la empresa estatal de petróleo, PETROBRAS y su conexión con representantes de los partidos de la coalición gobernante. Basta recordar la portada de la revista Veja dos días antes de la segunda vuelta: “Petrolao, Eles Sabiam De Tudo” rezaba el titular, con primeros planos de Dilma y Lula. Una vez más, el rol de los mega medios juega un papel sustantivo en la construcción de la realidad y, a la vez, de su distorsión.
Desde el primer día de mandato de la presidenta, la campaña de la oposición se ha enfocado a crear un clima de inestabilidad y crispación política sobre la base de un problema cierto, el de la corrupción que, sin embargo, responde a un problema endémico y estructural del sistema político de este país.
Ningún análisis serio podría atribuirle al gobierno de la presidenta Rousseff haber generado situaciones de larga data que hoy ponen en jaque la gobernabilidad de la mayor potencia de América Latina. Al respecto, la presidenta ha manifestado plena voluntad política por atacar a fondo esta incestuosa relación entre dinero y política –que, bien sabemos, no es exclusiva de Brasil-. Sin embargo, el escenario de contracción económica, recesión e inflación, la corrupción de PETROBRAS, los costos sociales del ajuste fiscal y la caída en picada de la credibilidad institucional, es la tormenta perfecta en contra del gobierno y la mandataria.
El proyecto transformador iniciado por Lula y su coalición resultaría herido de gravedad si la oposición logra tener éxito en la petición de destitución de la presidenta. Esto, no es bueno para la democracia de ese país, ni es una señal auspiciosa para los países de la región por los efectos políticos colaterales que podría traer una dimisión forzada contra Dilma. Desde sus primeras fases, el mundo del progresismo y de la izquierda democrática latinoamericana vio con simpatía y esperanzas la irrupción del PT de la mano del liderazgo de Lula.
Esto, no obstante, no debe inhibir la crítica seria y fundada acerca de los errores que se hayan producido en el transcurso de los gobiernos petistas. El estudio y seguimiento responsable de la crisis brasileña resulta una tarea insoslayable desde estas latitudes ya que podría proporcionar un gran aprendizaje en términos de no responder demasiado tarde ante la desconfianza de la sociedad civil en las instituciones republicanas, en los partidos políticos y en los liderazgos. Cuestiones que hoy, en nuestro país, están puestas entre signos de interrogación.