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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Invocando al demonio

En Invocando al demonio, Michael King, deprimido por la muerte de su esposa accidente, decide filmar un documental para demostrar que ni Dios ni el Diablo existen.

Por José Blanco J.
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José Blanco J. es Profesor de Estado (Universidad de Chile), Doctor en Filosofía y Doctor en Materias Literarias (Universidad de Florencia, Italia). Se ha dedicado a la filología medioeval y humanista, dando especial importancia a Dante, Petrarca y Boccaccio sobre los que ha escrito numerosos libros y ensayos. Ha traducido al castellano textos de cronistas florentinos que vivieron en América en los siglos XVI y XVII. También ha publicado libros de historietas de dibujantes chilenos.

El mockumentary (“falso documental”) no es necesariamente audiovisual, porque el ejemplo más impactante fue la transmisión de La Guerra de los Mundos, que realizó Orson Welles por la Columbia Broadcasting System (CBS), el 30 de octubre de 1938. Tal vez el ejemplo más preciso del género sea Zelig (1983) de Woody Allen y el más reciente Rec (2007) de Jaume Balagueró y Paco Plaza. Pero también una película que no ha sido estrenada en la pantalla grande: Proyecto Luna (2002), dirigido por el francotunecino William Karel, que propone que la transmisión del Apolo XI fue grabada en un estudio, antes de partir, bajo la dirección del mismísimo Stanley Kubrick. Queda fuera El Proyecto de la Bruja de Blair (1999) de Daniel Myrick y Eduardo Sánchez, que pertenece al género del found footage, su hijo digital, que ha dado origen a un filón aparte, del que forman parte películas como Cloverfield de Matt Reeves (2008).

En Invocando al demonio, Michael King, deprimido por la muerte de su esposa accidente, decide filmar un documental para demostrar que ni Dios ni el Diablo existen. Como es de esperarse (no se necesita ser un spoiler para ello), sus entrevistas con diversos “especialistas” lo lleva, poco a poco, a ser poseído por las fuerzas del Mal. En efecto, los seres humanos conocemos por contraposición y resulta muy fácil que el que no puede encontrar el Bien, se entregue en los brazos del Mal: recuerden al Doctor Fausto.

Con fuerte influencia de una obra maestra como El exorcista (1973) de William Friedkin y trabajos serios como El rito (2011) de Mikael Håfström, este mockumentary se desarrolla bastante bien en un principio, pero después entra en un callejón sin salida.

La posesión de Michael King resulta agobiante por la forma progresiva en que éste va modificando su aspecto físico y, sobre todo, su comportamiento, volviéndolo peligroso en particular para sus seres queridos. Los que le abrieron el umbral del horror entonces lo abandonan. ¿Es que verdaderamente no existe Dios? ¿O es que no se debe tentarlo, como, en el evangelio, recuerda Jesús al Diablo cuando éste lo intenta en el desierto?

Al salir de la sala de cine, alguien comentó: “¡la culpa la tienen los católicos, con su idea del pecado!” Me permito desmentirlo. Es verdad que sólo la Iglesia Católica Apostólica Romana realiza exorcismos, pero es el mundo judío el que introdujo el pecado y las normas morales con el Pentateuco (en particular, el Decálogo de Moisés).

Además, según las Escrituras Cristianas canónigas, el Cristo curó expresamente a seis endemoniados (Mc 1,23-28; Mc 5,1-20; Mc 7,24-30; Mc 9,14-27; Mt 9,32-34; Mt 12,22) y – además de afirmarse que de María Magdalena había expulsado siete demonios (Lc 8,2; Mc 16,9) – hay tres narraciones genéricas al respecto (Mc 1,32-34; Mc 1,39; Mc 3,10-12).

(The Possession of Michael King. USA, 2014)

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