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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

La educación cívica debe volver a las aulas

Alejarnos de la política por la crisis institucional y de confianza que estamos viviendo, sólo tendrá como consecuencia que la democracia futura empeore. Debiéramos estar demandando uno de los elementos claves para la mantención de una democracia medianamente sana: la educación cívica.

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Clarisa Reichhard es Coordinadora de Proyectos de Aula Cívica

La crisis que vive la política chilena ha estado protagonizada por los mismos políticos, ya sea por parte de los involucrados en boletas o dineros dudosos, como por la reacción de los que están limpios de estos vicios. Sin embargo, falta un actor clave en la discusión: los ciudadanos y la sociedad civil.

Y a raíz del anuncio que hizo la presidenta Bachelet sobre el nuevo énfasis que recae sobre la educación cívica, como programa nos satisface que el gobierno haya oído esta demanda democrática, en la cual nosotros estamos trabajando hace un año y medio. Aula Cívica ha trabajado día a día a por reinsertar la educación cívica en los jóvenes chilenos, con óptimos resultados.

La noticia del anuncio cobra relevancia, por cuanto es el propio gobierno quien debe reaccionar activamente explicando qué contenidos y cómo se contempla la inclusión de la educación cívica. Es esencial que el tema gire en torno a la cultura democrática y sus valores y no en torno a ideologías imperantes según el gobierno de turno.

Hoy pareciera que los ciudadanos y la sociedad civil nos hemos restado del debate, en gran parte debido a la desconfianza que sólo ha ido en aumento. En este sentido, urge realzar el concepto de que la democracia es del pueblo y ello lo estamos olvidando. La clase política, con todo lo que ella significa, debe trabajar por una solución al tema, labor que también es de los ciudadanos y la sociedad civil.

Por la misma razón, alejarnos de la política por la crisis institucional y de confianza que estamos viviendo, sólo tendrá como consecuencia que la democracia futura empeore. Debiéramos estar demandando uno de los elementos claves para la mantención de una democracia medianamente sana: la educación cívica.

La gran mayoría de los que protagonizan las distintas esferas del quehacer político, tuvieron enseñanzas en esta materia. Es por eso que me pregunto: ¿Podremos imaginar la calidad de los políticos futuros si los jóvenes de hoy no tienen educación cívica? La formación ciudadana en torno a la cultura de la democracia no existe hoy en día como elemento clave de la educación y del currículo.

En esta dimensión, a mi juicio, el mayor problema es que los futuros ciudadanos, si están alejados de la política, la dejan a sus anchas, teniendo poco control sobre ella y no haciéndola rendir cuentas. Lamentablemente, este círculo vicioso se podría repetir hasta hacerse constante. Los llamados a generar los cambios son los políticos y ciudadanos, quienes deben tener una relación conectada. Lo anterior no sólo cobra relevancia porque es la naturaleza de la democracia representativa, sino porque así se garantiza que los políticos oigan a los ciudadanos y estos monitoreen el poder que delegan en ellos.

A fin de cuentas, ciudadanos con formación cívica garantizan un debate elevado de las distintas temáticas que vive el país; evitan los populismos, exigen calidad en la política (y los políticos) y, por último, cuidan la democracia. Este poder ciudadano es elemental para una sana democracia. La educación cívica debe volver a las aulas.

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