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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

El debate educacional y el olvido de las educadoras de párvulos

La investigación nacional e internacional es vasta y clara: el acceso a la educación preescolar y la calidad impartida en este nivel son factores determinantes para combatir las brechas de la desigualdad. Si hoy en Chile se discute con tanta fuerza apuntando a ese fin ¿cómo se explica que en la reforma se postergue el origen de las diferencias?

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Todos aquellos que de una u otra forma trabajamos en educación, tenemos puesta la mirada en el proyecto de nueva carrera docente, en cuanto vemos en esta iniciativa una oportunidad para realizar mejoras significativas y sostenibles al sistema educacional.

El proyecto establece mejoras en los requisitos de ingreso a las carreras de educación y en aquellos relacionados con el ejercicio de la profesión, plantea un aumento en las remuneraciones y disminución de horas lectivas, entre otros.

Celebramos con entusiasmo estos avances, pero creemos que, para ser completo, cualquier proyecto que pretenda mejorar la calidad de la educación y que se enfoque en el profesor, debe considerar a los educadores de los niveles iniciales. Nos sorprende que ellos hayan sido considerados para una segunda fase, cuando en realidad son quienes trabajan en el punto de partida, en la etapa que marca el futuro desarrollo armónico e integral de los niños y niñas.

En ese sentido, mejorar la calidad de las condiciones laborales de los educadores de párvulos traería beneficios a los niños desde el inicio, los que eventualmente se verán también reflejados en el resto de los niveles.

La investigación nacional e internacional es vasta y clara: el acceso a la educación preescolar y la calidad impartida en este nivel son factores determinantes para combatir las brechas de la desigualdad. Si hoy en Chile se discute con tanta fuerza apuntando a ese fin ¿cómo se explica que en la reforma se postergue el origen de las diferencias?

Como fundación valoramos el interés del proyecto de reforzar y revalorizar la labor docente, pero para tener un efecto real en la calidad de la educación hay que hacerse cargo de las bases del problema. En esa línea, resulta también pertinente sumar otros factores que inciden en la calidad de la educación y que paradójicamente quedaron fuera del debate, como la disminución de la cantidad de alumnos por sala y los mecanismos para asegurar en la práctica el buen uso de las horas no lectivas. Sobre este último punto, no nos hemos preocupado en cómo resguardar que este espacio sea efectivamente para planificación y reflexión pedagógica, y que en el tiempo no se convierta en una ventana para fijar reuniones o actividades administrativas. Para lograr esto es clave que colaboren los equipos directivos.

Así, por agitada que sea la discusión y múltiples los enfoques, debe primar una visión sistémica y la coherencia en nuestras decisiones. Postergar a las y los educadores de párvulos será hacer vista gorda a la raíz de la desigualdad que tanto queremos combatir.

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