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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¡Qué fastidio ser chileno!

Lo de Arturo Vidal es un gran ejemplo: todos nos sentimos sus padres. Nos sentimos con la autoridad moral de moldearlo según nuestra parrillada futbolera. Queríamos verlo jugar y por lo mismo inventamos una razón patriótica para esconder nuestro clasismo y darle clases de moral como si él no pudiera hacerse responsable de sus propios actos debido al lugar del que viene.

Por Francisco Méndez
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Francisco Méndez es Periodista, columnista.

Ser chileno muchas veces es un lastre. Somos unas patriotas que no dicen ser tales, escandalosos que nos ocultamos en nuestra supuesta timidez, en nuestra apatía ensayada y sacada de una mala película adolescente de gringos. Alegamos, gritamos, pataleamos y les damos lecciones a otros sin mirarnos al espejo. Nos carga mirarnos al espejo cuando estamos mal, porque nos damos cuenta de que construyeron una realidad en torno a lo que creíamos que éramos. En los noventa nos encantaba hablar de nosotros porque lucíamos mejor que ahora. Nos veíamos más democráticos y jurábamos que todo lo que habíamos vivido era parte del pasado. Y no estábamos para mirar atrás.

Hoy ese pasado se vino sobre nosotros como una avalancha. No sabemos qué hacer, solamente nos quejamos por lo que no vimos. Por lo que nos escondieron. Parecemos perros perdidos en carreteras. Niños extraviados en grandes supermercados que quieren encontrar a sus padres porque el vacío nos asusta. Nos da pánico entender lo que somos realmente, porque nos encanta negarnos. Queremos ser lo que no somos. Escapamos de lo que debería gustarnos, de lo que se parece a nosotros y de cierta hermandad con quienes nos bajen el perfil.

Creímos por años que la política era nuestro problema. Que lo mejor era dejarla de lado y comprar, adquirir, cambiar nuestra visión de lo que somos vistiéndonos con ropas ajenas, con acentos extraños y con lo que nos aconsejaban que debíamos hacer. Porque nuestro patriotismo no es un tema de identidad, sino de sentirnos mejor que el otro, de aplastar al adversario con tal de poder mirarnos a ese espejo perdido en un cajón. Nos sentimos mejor cuando el otro está mal. Cuando estamos en una mala condición únicamente nosotros nos ponemos desesperados como hoy. Decimos que todos deben irse ya que pensamos como consumidores más que como ciudadanos. Creemos en la lógica de “el cliente tiene la razón” más que la de una sociedad que deba construirse a base de derechos. Creemos que esas dos miradas son lo mismo, pero lo cierto es que no lo son. Pero no lo diferenciamos porque nos cansa el parloteo, al contrario, nos gustan más las frases taxativas, las que se escuchen con fuerza y dejen a los demás callados. Muchas veces somos pequeños Pinochets y desterramos de nuestras vidas a los que consideramos peligrosos. Somos muchas veces una mierda.

Lo de Arturo Vidal es un gran ejemplo: todos nos sentimos sus padres. Nos sentimos con la autoridad moral de moldearlo según nuestra parrillada futbolera. Queríamos verlo jugar y por lo mismo inventamos una razón patriótica para esconder nuestro clasismo y darle clases de moral como si él no pudiera hacerse responsable de sus propios actos debido al lugar del que viene. Y es que somos un país tan colonizado por la mentalidad de patrón, que creemos que vemos hasta a los jugadores de futbol como nuestros lacayos, como los esclavos destinados a salvarnos de nosotros mismos, de lo que construimos y hoy nos avergonzamos.

Convertimos el concepto Patria-bien facistoide por lo demás- en un lugar en el que podemos decir, escupir y odiar. Sentimos que es la gran opción para mostrar lo peor de lo que somos con tranquilidad. Preferimos ser nacionalistas antes que pensantes. Cuando se piensa mucho nos cansamos, nos da hastío porque nos damos cuenta de que el que está al frente sabe más que uno y eso nos produce rabia. Rencor. Pero no un rencor entendible que puede ser basado en el resentimiento, sino uno que intenta aplastar al de al lado. Pero nunca mira hacia arriba al real poder porque le da susto y porque quiere pertenecer siempre a este. Siempre. ¡Qué fastidio ser chileno! ¿No cree?

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