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24 de Junio de 2015

Kenia estrena cinturones de castidad para proteger a hombres de esposas enojadas

Este calzoncillo de hierro que se cierra con un candado de "extrema seguridad", encontró su sitio entre trajes, camisas y corbatas hace unas semanas, tras conocerse el caso de una mujer que le había cortado el pene a su marido como venganza por una infidelidad.

Por EFE
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En el escaparate de una céntrica tienda de Nairobi, un maniquí desnudo luce un caparazón metálico que encierra sus genitales bajo llave: es el polémico cinturón de castidad para hombres que se ha empezado a comercializar con el pretexto de proteger a los kenianos de sus mujeres.

Este calzoncillo de hierro que se cierra con un candado de “extrema seguridad”, encontró su sitio entre trajes, camisas y corbatas hace unas semanas, tras conocerse el caso de una mujer en Nyeri (centro de Kenia) que le había cortado el pene a su marido como venganza por una infidelidad.

“Después de los incidentes ocurridos en Nyeri buscamos algo como esto. Ya sabes que la prevención es mejor que la cura. Por eso hemos desarrollado esta idea, para prevenir”, cuenta Kelvin Omondi, trabajador de este pequeño establecimiento situado en Koinange Street, en pleno centro de la capital keniana.

Desde que el cinturón de castidad apareció en el escaparate, no ha dejado indiferente a nadie y las opiniones al respecto son muy diversas. Los transeúntes se quedan boquiabiertos y observan atónitos este artilugio que parece estar sacado de la Edad Media.

El éxito de este invento todavía es dudoso, ya que parece poco probable que el incidente de Nyemi se convierta en una preocupación real y generalizada entre los kenianos. Además, resulta complicado imaginar a un hombre moverse sin dificultad con este rígido y pesado artilugio.

Omondi también se muestra convencido de la viabilidad de estos cinturones, pese a que todavía no ha vendido ninguno de ellos.

“Los asuntos familiares son un tema tabú en Kenia y se resuelven en casa. Este cinturón es una buena manera de resolverlos”, insiste.

Los clientes interesados, hombres de entre 25 y 35 años, no explicaron por qué necesitan estos cinturones, pero “la razón es obvia”, dice Omondi. “Es como quien compra medicamentos. Lo que quiere es curar el resfriado”.

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