Los ricos también cacerolean o un cosplay de comunista
Ya llegando a los 40, puedo decir con orgullo que he ‘caceroleado’, marchado, reclamado, mandado cartas, gritado, votado y trabajado como forma de manifestar mi descontento por distintas situaciones. Con orgullo, no porque me sienta una revolucionaria, sino porque vivo en un país en que es posible manifestarse. Por supuesto, sin los efectos que quisiera, y con una represión no deseada.
Pamela Ugalde es Socióloga y docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central
Hace unos días hubo gente que se manifestó en contra de la delincuencia. Tocaron sus cacerolas para dejar en claro que están molestos con este flagelo que los afecta. Una acción ciudadana tan básica generó una ola de sátiras por la web. Un comentario me llamó especialmente la atención: al pie de una foto, cuyas protagonistas nunca sospecharon ser motivo de burla, se leía “aquí con las chiquillas haciendo un cosplay de comunista”.
¿Cuál fue el problema del cacerolazo contra la delincuencia?
El problema fue que se citó a la manifestación en Vitacura, y se entendió que era sólo para “cuicos”, lo que generó un segundo tipo de burlas, aquellas dirigidas a quienes no viven en lugares acomodados pero igual cacerolearon. Arribistas, les dijeron.
¿Por qué los “cuicos” no pueden cacerolear? Básicamente porque se golpea la olla cuando está vacía, cuando no hay qué comer. No se le pega a la olla cuando estoy molesto porque ahora tengo que guardar el auto adentro.
Pero ¿la delincuencia es un problema que sufre sólo el segmento más acomodado de la población? Por supuesto que no; todos la sufrimos. El problema es que el resto además sufre otras cosas: sufre un salario que no le alcanza para cubrir sus necesidades básicas; un sistema de salud que está colapsado y no da respuesta oportuna a las necesidades de la población; un sistema educacional público despojado del virtuosismo de cualquier sistema -de los buenos insumos y de los buenos elementos que potencian los buenos procesos-; un sistema de pensiones que mes a mes cobra comisiones y año a año retira utilidades; un seguro de salud que presta bajas prestaciones por medio de procedimientos que desalientan a los afiliados y que también retira utilidades; un sistema de transporte que no está a la altura de un sistema de transporte de personas; una ciudad segregada con densidades poblacionales radicalmente distintas entre un barrio y otro; un nivel de contaminación ambiental que también es segregado, al igual que las fuentes que generan esa contaminación.
Claro que se sufre la delincuencia y se sufre de diferente manera según donde uno se encuentre, pero son tantas las otras cosas que sufre la mayor parte de la población, que la demanda por menos delincuencia, viniendo de donde vino, aparece como un chiste de mal gusto.
Tiene un lado innegablemente bueno: es una manifestación pública, pero tiene también un lado de injusticia, puesto que se ve como tratar de empatar lo difícil de la vida de la mayoría, asunto que está lejos de resultar en un empate.