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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Enrique Correa, Carmen Gloria Quintana y la medida de lo posible

Ayer, Carmen Gloria Quintana en entrevista con Chilevisión, manifestó que luego del retorno a la democracia, acudió al entonces Ministro Secretario General de Gobierno del Presidente Aylwin, Enrique Correa, solicitándole ayuda para investigar los hechos sucedidos en 1986 cuando fue rociada con parafina junto a Rodrigo Rojas De Negri, quien falleció por los efectos de las quemaduras. Quintana indicó que Correa le dijo que el caso no estaba dentro de las prioridades de dicho gobierno y que solo se investigaría sobre tres casos emblemáticos. Enrique Correa negó el que se haya entrevistado con Carmen Gloria. Juzguen los lectores quién habla con la verdad y quién, no.

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María Teresa Larraín es Periodista.

Conozco a Enrique Correa desde 1971 como activo y ortodoxo militante del MAPU. Fue en el Ministerio Relaciones Exteriores, como asesor del Ministro Clodomiro Almeyda. Llegamos a ser amigos. Era un tipo sonriente, acogedor, buen dispuesto y absolutamente intransigente con respecto a la defensa del gobierno del Presidente Allende. Ello no le impedía recibir a todos, escuchar incluso a los opositores al gobierno. Con su amplia sonrisa y achinados ojos miopes parecía estar de acuerdo con ellos y también con los otros. Amigo de sus amigos. Excelente diplomático o alcalde de la Pérgola de las Flores que “a todos dice que sí”.

Desde 1990 en adelante, Correo Ríos fue una caja de sorpresas. La sonrisa perfecta, los ojos miopes, pero el alma trastocándose en los vericuetos de una ambición sin límites. Todo lo cual fue traicionando sus valores hasta convertirse en lo que es hoy: una rata que ocupa todos los nidos de la casona presidencial y del ámbito de la dirigencia empresarial donde por el poder, se transa el alma de Chile.

No me sorprende entonces su respuesta ante el requerimiento de Carmen Gloria Quintana. Ya en el Gobierno de Aylwin se demostró lo que sería la justicia en el ámbito de los Derechos Humanos: “hacer justicia en lo posible”. O sea, no hacer justicia del todo. Si no hubiese sido por la presión internacional y de la base ciudadana que ayudó a elegir a quien nos gobernaba, todo habría sido aún más lento. Los jueces procesaron, investigaron, dictaron órdenes de arresto y otros, más cautos, demoraron su deber judicial “en lo posible”, hasta que los causantes de los más graves crímenes llegaran a viejos en sus casas o con demencia senil. Y si se les encerraban lo hacían en centros militares donde eran tratados como huéspedes de un hotel cinco estrellas, venerados por los subalternos, con salidas dominicales y juegos de cacho todos los días, para así seguir riéndose de sus hazañas, recreando diabólicamente el ejercicio de la memoria y hablando de sus “logros” como trofeos de guerra.

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No me extraña, por lo tanto, la respuesta de Correa Ríos a Carmen Gloria Quintana. Algo similar recibió el ya fallecido Obispo de Copiapó Fernando Ariztia. En su lecho de enfermo meses antes de morir, con lágrimas en los ojos, me contó que estuvo con el Presidente Aylwin pidiéndole su intervención ante la Justicia y los Militares para requerir informes con respecto a los desaparecidos y las violaciones a los Derechos Humanos. Entonces regía la Comandancia en Jefe del Ejército el autodenominado capitán general Augusto Pinochet.

En plena democracia el dictador imponía su sable. La Constitución hecha a su antojo, se lo permitía. Por lo que Aylwin poco o nada podía hacer: si movía una hoja, seguramente la democracia, recién ganada, habría terminado allí. Fue algo que Monseñor Ariztia concluyo ante la respuesta de Aylwin. Le pidió su mediación ante Tribunales con respecto a casos que conmocionaron a la comunidad nacional como fue el de los jóvenes quemados por una patrulla militar: Carmen Gloria Quintana y Rodrigo Rojas. El ex Presidente le sonrió y le dijo “se está haciendo todo en la medida de lo posible”.

Frase que la clase política tiene hoy enquistada en su frente, aconsejada por su principal asesor de comunicación e imagen, Enrique Correa Ríos. Alumno obediente del Presidente Aylwin a quien no dejaba de criticar cuando era MAPU y ex defensor del gobierno del Presidente Allende. Admirado posteriormente por el dictador quien comentaba: “Este joven inteligente debió ser parte de nuestro gobierno”. Cazurro y visionario, el general, acertó. Por cuanto ningún personaje ha llegado tan alto tras las sombras como el ex Mapu o socialista en los salones de las alturas.

Correa Ríos no es único en la historia de hombres que llegan al poder animando cortinajes entre las sombras. Tiene un símil en la historia: Charles Telleyrand (1754-1836), el diplomático francés que subsistió gloriosamente a la caída de Luis XVI, siguió en el poder con Napoleón y traicionando a su “patrón” después de la batalla de Waterloo (1815), en la denominado Guerra de los 100 dias, cuando el emperador es derrotado por los ejércitos británicos, holandeses y prusianos. Talleyrand forma parte de la victoria presenciando la abdicación de quien fuera su protector. Se mantuvo en el poder hasta su muerte. Transó con amigos y enemigos. Sacerdote, Obispo, sibarita y libertino, carente de todo tipo de escrúpulos.

Si Maquiavelo hablara, diría que el diplomático de Francia y el asesor de Imaginacción han sido sus mejores alumnos, siguiendo al pie de la letra los dictados de El Príncipe.

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Muy mal le ha hecho este personaje a la política, y a lo que queda de positivo de ella. Sus ansias de arribar a las estrellas políticas y codearse con los máximos empresarios de la codicia, pagándose por ello, recuerda al Infierno de Dante. Este tipo de gente tiene un triste final: el desprecio de todos quienes algún dia le admiraron como militante de un MAPU, cuyos muchos de sus integrantes yacen en algún rincón de Chile desaparecidos, asesinados, pidiendo al cielo justicia “en la medida de lo posible”.

Con este y otros tantos, así instalados en los salones del poder, se comprende el proceso de descomposición valórica de la clase política. No queda más que confiar que quienes vengan a futuro reviertan esta vergüenza colectiva que cargan los que aún creemos en la justicia y en el amplio respeto a los derechos humanos.

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