Aborto, libertad de escoger
Escribo desde una mirada que promueve y defiende la vida, la libertad, la inclusión y el respeto. El aborto requiere al menos dos miradas: una desde donde se esgrimen infinidad de argumentos técnicos y, otra, que pretende revitalizar la idea central del derecho a la libertad de escoger.
Daniel Sanchez Brkic es Psicólogo, académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central
El gobierno ha promovido un debate respecto de la despenalización del aborto bajo tres condiciones fundamentales: inviabilidad del feto, peligro de vida de la madre o violación. Ninguno de estos abre un debate significativo respecto de las libertades individuales, las mismas que requieren toma de decisión, valentía y sagacidad.
Muchos han argumentado respecto de sus razones para decidir; la Iglesia ha reiterado una vez más su visión inspirada en las doctrinas religiosas instalando el concepto del derecho a la vida; los juristas han divagado respecto de cuando se es persona; los médicos (que han quedado virtualmente libres de esta decisión) han calculado cuántos días y horas se requieren para convertirse en persona. Nada de ello sin embargo apunta a lo central: a promover leyes que permitan en pleno ejercicio de las libertades ciudadanas y decidir respecto de la vida, la libertad, los derechos reproductivos y la continuidad de la especie.
Quizá el principal escollo reside en este interés absolutista por instalar lo que han llamado una “agenda valórica”; es decir: hablar, discutir y negociar los valores que guían nuestras conductas. Nada de ello resuelve la principal característica que tiene la decisión de abortar y que dice relación con hacerse cargo de la propia vida.
Los valores, en verdad, no se discuten ni transan, menos aún en el Congreso. Lamentablemente suele desviarse la discusión hacia temas valóricos; los que claramente, por su naturaleza afectiva, moral y doctrinal, no pueden ser discutidos.
Allí radica el principal problema: intentar regular un tema tan profundamente personal como es el aborto y la carga ideológica que trae como si fuese un artículo de intercambio; con ello nunca se llegará a acuerdo al respecto.
Los mismos senadores y diputados que hoy defienden dichas iniciativas son los mismos que han sido electos bajo un régimen de insignificante representatividad y dudosa calidad. Y son ellos los que intentan decidir respecto de lo que es bueno o no para nuestra sociedad; ahí otro problema mayúsculo.
Ellos han sembrado temor sobre una ciudadanía que cada vez los escucha menos; han indicado que entraríamos en una suerte de debacle de las instituciones sociales y que caeríamos en profunda crisis de aprobarse proyectos como el divorcio, AUC, legalización de la marihuana, etc. Los mismos discursos que se tramaron cuando se pensó en darles voto a las mujeres, en la ley de la silla o en el derecho a sindicalizarse.
Se ha dicho que para ser responsables se debe educar a la ciudadanía… ¡por favor! Dicho argumento tardío, bizantino y mezquino atenta también contra las propias capacidades de una ciudadanía que hoy quiere decidir. Cuando decimos que el “tema” es educativo, en verdad es signo que perdimos argumentos de análisis.
Promover en las personas la libertad de decidir por sus vidas de manera democrática, volitiva y personal no puede bajo pretexto alguno imponerse como ley. De ahí la decisión respecto del aborto es una decisión individual, difícil, intrincada y sentida; sin embargo, personal y no colectiva.
La tarea es decidir cómo queremos construir nuestra sociedad, si en la libertad de escoger y hacernos responsables de nuestros actos, o en la senda habitual de ocultar, callar, y simplemente golpear cacerolas desde la comodidad, cambiando de foco cuando se parlamenta al fin de Rodrigo Rojas, los crímenes de Karadima y llenamos nuestra mesa con el triunfo de “La Roja”, mientras dejamos a parlamentarios decidir respecto de cuán partícipes nos hacemos del ejercicio de nuestra libertad.