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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

¿A dónde debe ir la educación chilena?

El pasado martes 4 de agosto, el diario el Mercurio publicó una columna de opinión del decano de nuestra facultad de Ciencias Sociales (PUC), el Sr. Eduardo Valenzuela. Esta columna proponía una interesante -a nuestro juicio problemática- reflexión frente a la dirección que han seguidos los principales sistemas de educación superior a nivel mundial en ciertas materias.

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Representantes Estudiantiles es Representantes Estudiantiles, Facultad de Cs. Sociales, PUC.

Específicamente, se hace alusión a tres tendencias que se resumen en: a) sistemas que fortalecen la autonomía universitaria ‘’… en la perspectiva de generar un sistema diverso, abierto y plural’’, b) sistemas que potencian el financiamiento privado a IES, contrarios a la gratuidad, y finalmente c) sistemas que buscan equilibrar a cuerpos colegiados con cuerpos de administradores profesionales.

¿Qué consideramos problemático en esta columna? Si bien compartimos la preocupación de nuestro decano frente a la dirección de los sistemas de educación, mantenemos una postura diametralmente opuesta frente a los caminos que se consideran pertinentes para avanzar en una mejora del sistema educacional. Esto particularmente respecto a la educación de excelencia a la cual aspiramos: mejor construida y de mayor extensión.

En primer lugar, parecen problemáticos los dichos del profesor Valenzuela frente a políticas de marcos regulatorios y una estandarización en la educación, aludiendo al peligro de una ‘’intromisión indebida en la misión y carisma de la Universidad’’. Esto porque a nuestro parecer, frente a la grotesca desregulación tanto administrativa como financiera de nuestro sistema educativo en general, se hacen necesarias ciertas exigencias como un mínimo a nuestras IES. Pareciera inapropiado –además de alarmista- señalar una ‘’indebida intromisión’’ frente a la urgencia de una apropiada fiscalización de nuestro sistema educativo, considerando que esta misma necesidad surge debido al desgaste de la educación chilena frente al rol que el mercado ha jugado en esta. Luego, resulta aún más problemática la consideración de que la diversidad de proyectos mantenga su valor únicamente en la diversidad entre instituciones, pero que no cobre igual relevancia la inclusión e integración de la diversidad de perspectivas dentro de estas mismas. Cabe preguntarse cuál es la cabida que le otorga nuestro decano a la pluralidad y apertura en este nivel.

En segundo lugar, frente a la idea de que existe una tendencia al aumento del financiamiento privado en las IES, debemos recordar que Chile es el país de la OCDE que sostiene un menor gasto público en educación. Este es seguido de México, país que aun así mantiene un gasto tres veces mayor.
Esto no solo se traduce que el gasto en educación superior recaiga en un 80% sobre las familias, sino que también deja entrever la suma urgencia de un empoderamiento estatal como garante de la educación. Quienes somos partícipes del movimiento estudiantil y social entendemos la educación como un derecho social, es decir, de carácter tanto universal como gratuito y de libre acceso para la ciudadanía. Es de suma importancia rescatar a la educación de su estado de precarización, entendiendo que esto supone un cambio de paradigma dentro de un estado subsidiario -y a menudo decorativo- que contrario a lo expuesto, consideramos sí cuenta con los recursos necesarios para ello.

Finalmente, nuestro decano presenta una crítica sobre la tendencia de equilibrar cuerpos colegiados con cuerpos administrativos, esto debido a la captura de las instituciones por los intereses de sus medios, en desmedro de una misión institucional. Esto hace evidente que las críticas esbozadas no hacen sino apostar a una campaña del terror contra la democracia interna de las instituciones, que a su vez, hace omisión de los ya demostrados conflictos de interés que pueden suponer cuerpos administrativos profesionales en los proyectos educativos.

Ante esto, y como representantes estudiantiles de la facultad, no podemos sino mostrarnos en desacuerdo frente a estas inoportunas aseveraciones. Descansar en la creencia de que los cuerpos administrativos profesionales mantienen intachable actitud y visión frente a los proyectos educativos, de manera más desinteresada e imparcial, nos parece derechamente errado. Esto nos parece – en lo concreto -una excusa para impedir la participación y deliberación conjunta.

Es por esto que la importancia de la democracia dentro de las IES – contrario a lo planteado – es lo que consecuentemente lleva a la construcción y fortalecimiento de la identidad de los proyectos educativos- incluso de uno católico como el nuestro- impidiendo que pudiese generarse un enlace a intereses particulares y minoritarios. Así, la construcción de una perspectiva, visión y dinamismo en los proyectos educativos debiesen ser siempre fruto de la participación de todos los actores que la componen y rodean, buscando vinculación real con su medio e incorporando su pluralidad interior y exterior.

Como plantea nuestro decano, nuestra sociedad, en efecto, es “una sociedad que gana en complejidad y diversidad”. Estamos de acuerdo, sin embargo, habría que añadir que aparte de aquello, esta es una sociedad que hoy además también reclama empoderamiento, participación y democracia. Esta es, y debiese ser, la dirección de la educación en Chile.

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