Farkas está leyendo a Chile como nadie
Lo confieso. Cuando Leonardo Farkas emergió en la escena nacional cual filántropo atípico para nuestra idiosincrasia, sólo pude verlo así: como un ser extravagante. Como buen chileno, desconfié de sus intenciones y, peor aún, me preocupé demasiado del color de su pelo. Ha pasado el tiempo, Farkas ha seguido apareciendo en los medios de comunicación y, a estas alturas, mi percepción es muy diferente.
Si bien todavía no entiendo qué lo lleva a hacer todo lo que hace (¿es un santo? ¿ama el poder? ¿es compulsivamente generoso? ¿es inseguro y necesita atención?), sí comprendí una cosa: Farkas sabe leer el país de una forma magistral. O tiene muy buenos asesores (algo que caracteriza a la gente inteligente, poderosa y consciente de sus naturales limitaciones) o es, además de rico y dadivoso, un genio del sentido común.
Mi nueva percepción acerca de Farkas partió con las miles de banderas que regaló en la pasada Copa América y se terminó de cuajar cuando ofreció mil millones de pesos si el gobierno, éste o el próximo, le da internet gratis y de alta calidad a todos los chilenos que hoy no pueden acceder a ella. “No es sólo un tema tecnológico. Es un tema de equidad social y de acceso a reales oportunidades para todos”, escribió Farkas en su Facebook. Y agregó que “en mis viajes por el mundo he visto que los países más modernos, democráticos y participativos tienen acceso total de su población a Internet de muy alta calidad y máxima velocidad en sus hogares, plazas y medios de transporte públicos como buses, trenes, metro y mucho más… La vieja economía de Chile repleta de monopolios, oligopolios en bancos, multitiendas, supermercados, farmacias debe dar paso a la nueva economía, la economía digital donde el talento y la innovación usando la internet puede y debe cambiar el mundo”.
Yo creo que deberíamos tomar muy pero muy en serio a Leonardo Farkas. Salvo algunos columnistas asertivos, me parece que nadie está leyendo a Chile como él. En un país que hoy carece de épica, liderazgo, sueños y propuestas proactivas, el hombre de los rizos de oro está proponiendo todo eso y más. ¿Un estadio donde flamean cuarenta mil banderas chilenas? ¿Acaso alguien no se emocionó con esa fantástica imagen? ¿Un planteamiento que implica acortar la desigualdad a través de la revolución digital? ¿Acaso no se trata de un sueño absolutamente posible? ¿Un tipo que se mete la mano al bolsillo para cada una de las cosas que propone? ¿Y al mismo tiempo que el hijo de la presidenta se enriquece faltando a la ética?
Si Farkas hubiera aparecido recién, podría oler al vivaracho que quiere hacer la pasada, una especie de Parisi con presupuesto. Pero no, Farkas lleva años poniéndose y por algo, según la encuesta Paréntesis de junio 2015, hoy es el personaje público más confiable y poderoso de Chile. No hay que ser un genio para entenderlo: Farkas es un síntoma. Uno muy grande. De todo lo que hoy nos falta. De lo que nos duele. Cuando vemos que nos engañan desde la política y sentimos que nos estrangulan desde las corporaciones, cuando faltan prohombres o grandes mujeres que nos ofrezcan un camino, cuando nuestra autoestima nacional se ve dañada con la corrupción y la falta de seriedad, entonces un tipo como Farkas puede encender la mecha y contagiarnos de esperanza, de proyectos, de ideas. Y, sin querer queriendo, puede también transformarse en un líder de alta proyección, incluso con esa rara pronunciación y esos raros peinados viejos.
Les sugiero leer completa su declaración en Facebook, a propósito del “Internet para todos”, y reparar en frases como ésta: “El emprendimiento digital en nuevas empresas, servicios, teletrabajo para mujeres y hombres para ver crecer a sus hijos desde sus casas, crowdfunding , financiamiento colaborativo para la cultura, la música, deporte y apoyo social, telemedicina y más, mucho más, ya es una realidad en muchos países del Mundo. ¿Por qué no en Chile?”. O esta otra: “Con internet gratis y para todos, los chilenos pueden tener acceso a la educación, entretención, participación e información pluralista con miles de medios de comunicación, acceso a sus representantes locales y nacionales, comunicación mundial, redes sociales y humanitarias, más y mejores oportunidades para todos”. Ojo con Farkas, el hombre sabe de lo que está hablando. Y lo está haciendo extraordinariamente bien.