¿Golpe blanco a Bachelet y el regreso del dedo de Lagos?
Chile es un país que descubrió en las últimos años que la política sin vuelo, la obsesión por el acceso al poder, la dominancia de unos pocos y la corrupción, son parte de este paisaje que se suponía ordenado y serio, casi como el único ejemplo de gobernabilidad de Latinoamérica.
Guillermo Bilancio es Profesor de Dirección General en la Escuela de Negocios de la Universidad Adolfo Ibáñez. Consultor en Política Empresarial.
Claro que la llegada mediática de casos de corrupción (Mínimos respecto al resto de los vecinos, pero corrupción al fin), la debilidad en el diagnóstico y en la toma de decisiones del gobierno, el mal momento del cobre que se traduce en una incómoda situación económica, determina el fin de la inocencia.
Hoy, los chilenos han comprendido que así es el mundo y así fue también, dejando al descubierto que esta “sorpresa” no es de hoy, sino que la mala política, la corrupción, las promesas incumplidas, la dominancia de unos pocos es algo que formó parte de ese Chile ordenado y seguro, pero también retrasado en aspectos socioculturales.
No voy a defender la ineficiencia, ni el engaño, ni la falta de liderazgo, ni la falta de capacidad para darse cuenta de este gobierno y de su Presidenta, pero si dejar en claro que los temas que hoy están en la agenda gubernamental (Salud, Educación, Justicia) tienen una sensibilidad especial cuándo se trata de una transformación profunda.
La transformación no es otra cosa que intentar transversalidad. Nada menos. Algo tan deseado, algo tan olvidado, algo tan indiferente.
Todo depende del observador. Pero en este momento de cambio, la incertidumbre creada alrededor de la continuidad de la Presidenta, es alarmante. ¿Cuántas manifestaciones en su contra ha tenido Michelle Bachelet desde el inicio de su mandato? ¿Acaso los cacerolazos de la zona oriente podemos definirlos como manifestación? Claro que no. ¿Acaso esa sensación de abandono con caras tristes y problemáticas se manifiesta activamente en las calles o es sólo un impulso mediático grave?
Me resulta patético que un periodista supuestamente serio con estilo Larry King anuncie un golpe “blanco” con fecha y con lujo de detalles acerca de una potencial renuncia y la llegada del sucesor en la presidencia, el Señor Lagos.
¿Acaso Lagos será el restaurador del “orden” que esta sociedad aniñada debe acatar para evitar entrar a una adolescencia rebelde? ¿Acaso aplicará su dedo cual proctólogo para acomodar las cosas, redefinir las leyes que se adapten a unos pocos sin hacer participar a la voz de una mayoría silenciosa?
¿Acaso el Señor Lagos será el que evite que este pueblo pase por la adolescencia y se transforme en un niño adulto obediente y grandulón?
Frente a tanta desazón aparente, estamos frente a la posibilidad cierta de poner otro ladrillo en la pared. Y otra vez volver a esperar.
Chile y su sociedad se está graduando de adolescente, con una pizca de progresismo populista necesario para que por fin, de una vez por todas, comience a transitar el camino de la evolución (más que la revolución).
Ese progresismo no es otra cosa que la transversalidad y está en un marco legal justo, actualizado, en una educación proliferada en todos los niveles y con la salud que permita a todos convivir desde una base sólida.
¿Para que sirve tener un iPhone 6S Plus ó un Jaguar ó un Mercedes si los hospitales no funcionan y si unos pocos saben leer contenidos en profundidad? No hay que tener miedo a la transformación si no se es culpable, y aquí los culpables son todos los actores que detienen la evolución social. No sólo un gobierno. Políticos, iglesia, empresarios, todos hablando de cambio pero sin una conversación sobre el cambio.
Por todo eso no creo que se necesite un restaurador de leyes y de orden. Se necesita liderazgo para convivir y para recrear este cambio preadolescente hacia una sociedad madura y que entienda que la civilidad pasa por la integración y no por un dedo de papá que nos digite que hacer.
Las hormonas están. No transformemos a esta sociedad en adultos de pantalón corto. Sería patético. Avancemos. Pero intentemos hacerlo conversando todos juntos.