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23 de Septiembre de 2015

La precariedad laboral de las conocidas y bellas porristas del fútbol americano

Es que las porristas reciben sueldos inferiores al salario mínimo, sin horarios de trabajo registradas y falta de las protecciones básicas para cualquier trabajador, por lo que ya suman cinco demandas contra las franquicias de la NFL.

Por Redacción
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Las porristas, también conocidas como cheerleaders, son una verdadera institución en el fútbol americano de EEUU, ya que 26 de las 32 franquicias de la NFL cuentan con su propia tropa, y forman parte del equipo de 15.000 trabajadores a tiempo parcial que emplea la liga en sus cinco meses de duración.

Sin embargo, los sueldos no son tan glamorosos y deben tener en paralelo otros oficios, por lo que están pidiendo ser tratadas con la misma dignidad que los deportistas de la disciplina más lucrativa del mundo.

Y es que en 2014, la NFL tuvo ingresos por 11.200 millones de dólares, cifra que se espere que llegue a los 25.000 millones en 2027. Pero esto ha hecho que se olvide de cumplir con las normas básicas del Departamento de Trabajo de EEUU.

Es que las porristas reciben sueldos inferiores al salario mínimo, sin horarios de trabajo registradas y falta de las protecciones básicas para cualquier trabajador, por lo que ya suman cinco demandas contra las franquicias de la NFL y donde los Raiders de Oakland y los Buccaneers de Tampa Bay shan debido indemnizarlas con más de dos millones de dólares por deuda salarial.

porristas 01

“Trabajar en la NFL siempre había sido uno de mis sueños”, relata Tiffany a El País, cheerleader de 2010 a 2014, quien agrega que “ahora no diría que me arrepiento de la experiencia, pero sí que hubo tantos momentos bonitos como crueles”.

Tiffany dio detalles de su experiencia, indicando que “nadie se da cuenta del tiempo y esfuerzo que requiere. Juro que le echábamos más horas que los propios jugadores” y recordando que pudo conocer destinos exóticos, además de varias regalías.

“Me cedían entradas para que mi novio pudiera acudir a todos los partidos. Los viajes al Caribe eran increíbles, pero al fin y al cabo todo era por una sesión de fotos para un calendario del que se lucraba el propio equipo. También formé grandes amistades, y era bonito vivir el ambiente del estadio en los días de partido”.

Pero tampoco olvida el lado oscuro de la profesión, señalando que “no te sientes valorada y te imponen normas absurdas. Entiendo, por ejemplo, que quieran que mantengas una figura atractiva, pero te obligan a pesarte en los días de partido y si te pasas por un gramo, no te dejan salir del vestuario… No hay nadie que logre evitarlo siempre y es algo que te acaba marcando. Por eso apodamos el vestuario como ‘la sala de lloros’. Porque ahí nos quedábamos castigadas, llorando y viendo el encuentro por la televisión…”.

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