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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Un ejemplo de licitación: remodelación del eje Alameda-Providencia

Todavía no se mueve una piedra del proyecto pero me ya hay varias cosas que nos ha enseñado esta iniciativa de remodelar el eje Alameda-Providencia, para la cual se acaba de anunciar un ganador: un consorcio integrado por la oficina de arquitectura Lyon Bosch Arquitectos (Chile), la multinacional de proyectos ingenieriles IDOM (España), la oficina de diseño urbano Groundlab Landscape Urbanism (Reino Unido-China) y la asesoría del ingeniero en transportes Sergio Chiquetto.

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Rodrigo Quijada es Miembro de Ciudad Viva - Ingeniero de Transporte

La sola idea de hacer un concurso bien publicitado fue muy acertada. En rigor no es otra cosa que una licitación cualquiera; de hecho las bases debes buscarlas en un aburrido y formal portal con su código, siguiendo el proceso usual. Lo que no es usual es su publicidad mediática y comunitaria (con un sitio web propio), la conformación de un jurado potente que incluyó expertos internacionales que fueron de conocimiento público.

Si bien toda licitación siempre tiene un “jurado” llamado “comisión evaluadora”, casi nunca son profesionales tan destacados como en este caso. El eje Alameda-Providencia es más bien una licitación modelo, que recoge el espíritu de lo que siempre deberían ser las licitaciones de proyectos importantes. Bien.

Otro punto notable es que en paralelo hubo otra licitación: una para desarrollar las tareas de participación ciudadana que acompañará el proyecto en toda su vida (ya adjudicada a Casa de la Paz). Y “ciudadano” aquí es amplio, como debe ser, porque se entiende como el proceso de hacer conversar a todos los actores relevantes: residentes, comerciantes, usuarios, organismos públicos, etc. Eso está muy bien y es excelente que no sea el mismo quien hace el proyecto y quien conduce la participación, como es la costumbre, pues se evitan conflictos de interés muy típicos.

Estas cosas hacen que se note mucho la diferencia con por ejemplo el proyecto de autopista Vespucio Oriente o el menos conocido proyecto Autopista Costanera Central (este último afectando muchas comunas que ni saben que viene): proyectos opacos con jurados misteriosos, sin participación ciudadana. Aunque quizás la comparación más justa es con el proyecto de corredor Transantiago en Av. Independencia.

Resulta destacable que en un comienzo el proyecto Alameda-Providencia no era nada más que un corredor de buses. Pero en algún momento alguien se iluminó y le subió el pelo, transformándolo en un concurso de remodelación de todo el espacio público, en el cual ahora el corredor es solo un elemento más del paquete. Ganó mucho valor ahí, cosa que no sucede con Independencia.

Esa otra arteria, menos querida por las autoridades, sigue siendo un mero proyecto de corredor; sin concursos, sin jurado, sin publicidad, sin participación ciudadana ejecutada independientemente y sin un diseño integral. Conclusión obvia: Proyectos y barrios de primera y segunda clase, en todo su esplendor. La lección a aprender ahí es que hay que gestionar los proyectos más al estilo Alameda-Providencia y menos al estilo Independencia.

Otra lección es que el proyecto supuestamente es para diseñar un nuevo eje, pero lamentablemente muchas horas y lucas del proyecto se gastarán no en diseñar sino en “catastrar”.

Al revisar las bases uno queda pasmado con la cantidad de tareas que el proyecto dedica a levantar información: semáforos, kioskos, topografía, mediciones de velocidades, de evasión en buses, de frecuencias, de rutas usadas por camiones, estacionamientos, puntos de carga formales e informales, puntos de operación de colectivos, niveles de congestión, y mucho más. Incluso el gobierno le va a pasar al ejecutor un montón de datos GPS de los buses del Transantiago para que los procese, cosa que ni el Ministerio ha logrado hacer hasta hoy.

Claramente el gobierno está aprovechando la remodelación para recopilar toda la información que nunca ha tenido y siempre quiso tener sobre nuestra principal arteria urbana y, de pasadita, pedir que le hagan otras peguitas que tiene atrasadas.

La lección no es nueva, lo sé: no deberíamos pasar trabajos de contrabando, y necesitamos tener formas más sensatas (y baratas) de mantener bases de datos actualizadas de lo que hay en nuestro espacio público. Esto último nos pasa la cuenta una y otra vez.

Hablando de plata, la última lección tiene que ver precisamente con el costo de Alameda-Providencia. Ha sido un rumor permanente que el presupuesto definido por el gobierno simplemente no da. Y claro, con todo el mega catastro y pega pendiente que hay que hacer, además del trabajo realmente de fondo -diseñar el nuevo eje- no impresiona la conclusión. En una escueta carta de aclaración el gobierno se vio en la necesidad de decir que el presupuesto definido era “solo referencial” y que podrían aceptarse propuestas más caras.

El proyecto Alameda-Providencia está estimado en 223 millones de dólares con unos cuatro millones a gastar en este trabajo de catastro más diseño. Compárese con el aporte fiscal a la autopista concesionada Américo Vespucio Oriente (emplazada mayoritariamente en Las Condes, Vitacura y La Reina), que ya alcanza unos 400 millones de dólares (oficiales por contrato) y todavía tiene que crecer con algunos cientos más cuando se licite el tramo que falta.

Sí, es patente donde realmente tiene el corazoncito este gobierno, dicho sea de paso, pero todo parece indicar que incluso aunque no le guste poner dinero en Alameda-Providencia tendrá que incrementarlo.

Vendrán todavía más lecciones. Este proyecto promete ser muy entretenido y tengo la esperanza de que aprendamos mucho de él. Será muy interesante ver, por ejemplo, cómo evoluciona el conflicto eterno entre ingenieros de transporte que quieren capacidad de transporte en la vía principal de la ciudad y los arquitectos que prefieren que sea un espacio republicano para estar más que para transitar.

El aporte que pueda hacer el componente de participación ciudadana en estas pugnas -muy legítimas- será crucial para que lo que termine haciéndose refleje lo mejor posible las aspiraciones del ciudadano promedio y no las de filósofos. ¿Lo logrará?

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