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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Plan Santiago respira, necesita del esfuerzo de todos

Las medidas parecen ir en la dirección correcta, pero ¿existen los medios para fiscalizar su cumplimiento tan necesarios como la normativa misma?

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Alejandro Torres Flores es Ingeniero Civil en Obras Civiles. Doctor en Ingeniería de Caminos. Académico Universidad Central de Chile

Esta semana se ha presentado el nuevo ‘Plan de Descontaminación Atmosférica’ para la Región Metropolitana. Las medidas señaladas en el plan, se basan fundamentalmente en el esfuerzo que tendremos que hacer los ciudadanos para cambiar algunos patrones de vida: dejar un día a la semana el auto catalítico en la casa, mayor restricción a las emisiones vehiculares en su revisión técnica (esperando que quienes cumplimos con el mantenimiento de nuestros vehículos, nos entreguen un mejor servicio en las plantas) y suprimir de manera permanente la calefacción a leña (excelente medida pero que supondrá un mayor esfuerzo para los ciudadanos de los primeros quintiles de ingreso que utilizan este medio de calefacción en invierno).

También se refiere a los esfuerzos que deberán hacer las empresas privadas, aumentando las exigencias a los buses nuevos del Transantiago, (¿existe un plan de retiro de los buses antiguos?) y en las industrias se plantea una nueva normativa de emisión.

Las medidas parecen ir en la dirección correcta, pero ¿existen los medios para fiscalizar su cumplimiento tan necesarios como la normativa misma? (por ejemplo el Artículo 13 del Plan establece que un vehículo comercial detenido no puede estar más de 5 minutos con el motor en marcha, ¿cómo se fiscaliza eso?). También se echa de menos un esfuerzo mayor del Estado con medidas que impacten en la ciudad, si bien se considera la construcción de ciclovías (ya está en el Plan de Mejoramiento del Transporte Urbano de Santiago) y el aumento de las áreas verdes, que son insuficientes comparado con lo que se nos solicita a los otros actores.

Medidas de carácter profundo y que requieren de inversión pública, pueden ser, por ejemplo: programación inteligente de los semáforos de la ciudad (tecnología que existe desde la década de los años 80), lo cual podría impactar positivamente disminuyendo los tiempos de congestión vehicular. En la actualidad solo un porcentaje mínimo de los semáforos de la ciudad cuentan con programación dinámica (cambio de fases en relación con el flujo vehicular); la reparación de las calles de la ciudad dado que los baches también impactan en la capacidad de las vías, debido a que disminuyen la velocidad de circulación de los vehículos aumentando sus emisiones contaminantes, además en períodos de lluvia aflora material particulado a la superficie el que después es diseminado a la atmósfera por el paso de los vehículos.

También se ayudaría el traslado definitivo de los terminales de buses a la periferia de la ciudad, hoy en día se cuentan con estaciones de Metro en todas las salidas de Santiago (norte, sur, litoral central, costa de Valparaíso), las cuales deberían ser de intercambio modal entre el metro y los buses interurbanos (también son vehículos pesados y el plan considera restringir su circulación); una mejora definitiva en el transporte público por superficie (si debo dejar el auto en casa, necesito un medio de transporte alternativo y de calidad); y otras medidas de más largo aliento como una planificación urbana que disminuya la distancia en los traslados por la ciudad; la descentralización del país, para que la población no se concentre en las ciudades ni en la capital.

Estas medidas son de fondo, requieren una fuerte inversión pública, pero deberían ser parte de cualquier plan de descontaminación atmosférica que pretenda ser sustentable en el tiempo. Además, no solo la Región Metropolitana lo necesita, sino que también todas las ciudades de nuestro país, no olvidarse de ello.

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