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Actualizado el 25 de Noviembre de 2020

Evaluaciones con sentido en educación: medir para tomar mejores decisiones

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En un momento en que la discusión se encuentra en cuánto medir en educación, en la presión que esto significa para los profesores y el estrés que provoca en los alumnos, nosotros como Fundación Educacional Oportunidad queremos compartir una mirada diferente, preguntándonos qué queremos medir realmente, para qué o con qué fin, y cómo lo hacemos.

La primera pregunta tiene matices. ¿Queremos medir la cantidad de contenidos aprendidos, la calidad de la educación que se brinda y/o la calidad de los aprendizajes? En el caso de la segunda, ¿se busca con la medición sólo recopilar información y conocer el estado de las artes, o se busca intervenir de alguna manera en aquellos establecimientos que obtengan resultados bajo lo esperado? Si la voluntad es la de intervenir: ¿Estamos midiendo de manera tal que los resultados nos permitan identificar qué y dónde está fallando el proceso educativo? ¿En la entrega, en la interacción docente-alumno o en la realidad y las particularidades de los alumnos?

En nuestra Fundación, utilizamos una metodología de mejoramiento continuo, que tiene en su centro el uso de datos para mejorar y tomar las decisiones más adecuadas en tiempo real. Es por esto que nos hemos planteado muy cuidadosamente todas estas preguntas, de manera que las mediciones, tanto de proceso como de resultados, nos ayuden a orientar nuestras acciones y nos informen cuán cerca o lejos estamos de conseguir las metas propuestas. Es así que desarrollamos múltiples tipos de mediciones, cuidando que los niños no sean preparados específicamente para ninguna de ellas, de modo de que reflejen el estado real de los aprendizajes que corresponden a su edad.

Pero no hacemos seguimiento de los resultados de los niños: también las educadoras y técnicos son permanentemente observados y guiados por profesionales de la fundación. De este modo pueden mejorar constantemente sus prácticas e incorporar la reflexión pedagógica como parte de su quehacer.

La estructura de los tests y la naturalidad con que estos se aplican –ya que sus resultados no tienen ninguna consecuencia punitiva- están dadas para que ellos no signifiquen estrés para los párvulos. El análisis de los datos y el uso que se les da tienen dos propósitos: el de la medición interna es formativo, es decir, los datos arrojados por la evaluación le permiten a la educadora seleccionar los aspectos que debe reforzar, trabajar de manera especial con los niños más rezagados, etc.; es decir, guía sus decisiones pedagógicas. Los datos externos se usan para medir el impacto de nuestra intervención, es decir, si sirve o no lo que estamos haciendo.

Los resultados favorables –y muchas veces sobre lo esperado- han hecho que nos demos cuenta de que medir pensando en los niños, con tests que sean hechos y aplicados a su medida, cuyos resultados sean entregados de manera pertinente y rápida a quienes pueden usar los datos para intervenir e implementar las mejoras, donde este proceso además contempla un seguimiento y un apoyo para quienes están a cargo de realizar los cambios, no debe asustarnos. Eso sí, lo que debe motivarnos es no perder nunca el foco en mejorar los aprendizajes de los niños y niñas.

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