Sacerdote jesuita despedido de la UC: “La homosexualidad es obra de Dios”
El jesuita Jorge Costadoat realizó una profunda reflexión, basándose en el Sínodo sobre la familia convocado por el papa Francisco, y ciertos pasajes del catecismo. Pone, además, en paralelo, las posturas de la iglesia respecto de cómo tratar el tema y en sus conclusiones indica que “las personas homosexuales son criaturas de Dios, de su amor y, por tanto, lo único que pudiera frustrar su existencia es que no amen a su prójimo como Dios las ama a ellas”.
El sacerdote jesuita Jorge Costadoat sufrió los embates de los enclaves más conservadores de la Iglesia católica. Esto, después de que el arzobispo de Santiago, Ricardo Ezzati, que también tiene por rol ser el Gran Canciller de la Universidad Católica, no le renovara su “misión canónica”, que le permitía a Costadoat realizar clases en la facultad de Teología.
Esto ocurrió a principios del año pasado, pero el padre jesuita ha continuado con la publicación de sus reflexiones a través de su sitio web.
En su última intervención, a fines de enero, el sacerdote trata el “Concepto teológico de la homosexualidad”, y abre el debate recordando una frase del papa Francisco, que planteó “quién soy yo para juzgar a los gay”.
Luego se refiere a cómo el tema ha sido abordado en diversas partes del mundo, ya que según Costadoat, la discusión respeto de la homosexualidad en América Latina “tiene una década, a lo más dos”.
En algunas iglesias protestantes han aceptado que los ministros tengan una pareja homosexual, pero también ha habido reacciones furiosas, las que también se han ido con todo en contra de la legalización de uniones y matrimonios homosexuales.
En la iglesia católica este padre se refiere a la expectación de que en el Sínodo de la familia, convocado por el papa Francisco, se reconociera de alguna manera a las parejas homosexuales. El Catecismo de la iglesia católica “frena en seco esta posibilidad. No considera que la homosexualidad sea una perversión, pero la trata como una inclinación ‘objetivamente desordenada’”.
Luego trata de abordar que los católicos aperturistas en el mundo creen ver “en el documento del Sínodo algo como una fisura en el muro. El Sínodo pide respeto por la dignidad de las personas homosexuales. Pero, además, demanda ‘una atención específica al acompañamiento de las familias en las que viven personas con tendencia homosexual’”. En esta parte del análisis, Costadoat se pregunta si acaso esta frase se refiere a hijos o hijas homosexuales, pero apunta a que “tampoco el texto lo excluye, que la indicación se aplique a posibles padres homosexuales. ¿Ha sido esta una redacción descuidada o deliberadamente ambigua? Los moralistas de avanzada, además, hacen notar que el Sínodo no ha hecho una condena explícita de los ‘actos homosexuales’, como lo hace enérgicamente el Catecismo”.
El papa Francisco deberá cerrar pronto esta discusión, según se plantea en esta columna. Mas en tanto se sugiere que “la iglesia tiene por delante la obligación de pensar, iluminada por su fe, una realidad humana que, habiendo sido cruelmente soterrada por generaciones, ha emergido en nuestra época con una lucha por abrirse un espacio al interior de una cultura que le ha sido contraria”.
En una “reflexión teológica”, Costadoat busca poner en un plano similar las argumentaciones del magisterio versus las científicas contemporáneas. “La iglesia por creer en el Creador de la humanidad, está obligada a hacer suyas la ciencia y las convicciones éticas de la cultura en la que ella cumple su misión, cuando se puede comprobar que estos logros hacen más feliz la vida humana”.
Basándose en preceptos científicos, el sacerdote precisa que “nadie elije ser homosexual. Se llega a serlo por razones biológicas (carga genética) y/o por razones biográfica (la historia personal). La homosexualidad es una realidad pre-moral. Se es libre en cuanto al modo de vivir la homosexualidad, pero no en cuanto a serlo o no”. Incluso, para fundamentar mejor, se menciona una conclusión de la Organización mundial de la Salud entregada en 1990, que plantearía que la homosexualidad “no se trataría de una patología, sino de una variante de la sexualidad humana”.
“Dicho en términos duros: si los homosexuales son inocentes de su condición, esta es un ‘pecado’ de Dios. Dicho en términos blandos: Dios es el responsable de la sexualidad humana en todas sus versiones y, si nos cuesta entender cómo, debemos esforzarnos otra vez por entrar en el misterio del amor de dios. La homosexualidad es obra de Dios. No es creación humana. Las personas homosexuales son criaturas de Dios, de su amor y, por tanto, lo único que pudiera frustrar su existencia es que no amen a su prójimo como Dios las ama a ellas. La persona homosexual es un ‘don’ de Dios para ella misma, pero también un ‘don’ para los demás, ya que es inherente al don donarse y no restarse egoístamente a los otros”, plantea la columna, para finalizar planteándose una serie de interrogantes.
“¿Qué debe hacer una persona homosexual para amarse a sí misma como Dios la ama? Este es todo un programa de vida. Lo es también, y con igual importancia, para las personas heterosexuales. Segunda pregunta: ¿cómo una persona homosexual puede ser un don para los demás? Este es el punto teológicamente más difícil. Un amigo homosexual me dice: “¿Cómo Dios ha podido darle a las personas homosexuales la condición, pero negarles su ejercicio?”. La pregunta es difícil porque la misma Iglesia sabe y enseña que lo único que realmente arruina a las personas es el egoísmo y la indiferencia ante el sufrimiento del prójimo”.