Un año “Caval”
Para el gobierno de la Nueva Mayoría, Caval terminó siendo su retroexcavadora internamente y vino a consolidar la baja en la aprobación ciudadana que ha mantenido al gobierno en ascuas.
Rodrigo Durán Guzmán es Académico y periodista.
El 5 de febrero de 2015 un reportaje de la revista Qué Pasa destapaba un escándalo que tomaría toda clase de ribetes y, especialmente, el golpe de knockout definitivo a la escuálida confianza y reputación presidencial: Aquél día las chilenas y chilenos “nos enterábamos por la prensa” del escándalo Caval el cual tuvo (o tiene) como protagonistas, entre otros, nada más ni nada menos que al hijo y la nuera de la presidenta Michelle Bachelet.
Con un operativo antilogístico e improvisaciones varias (destacando el mítico “me enteré por la prensa” esbozado por la Jefa de Estado que, a estas alturas, sólo sus más acérrimos e ideológicos partidarios le cree, pero no tanto por convicción sino por cuidar las lucrativas pegas estatales dicho sea de paso) lo cierto es que el destape de este caso terminó por socavar la institucionalidad presidencial y vino a ser el contrapeso que requería la oposición para “jugar al empate” tras el estallido del caso Penta, equilibrando levemente las cosas con el caso SQM pero todo bajo esa lógica vetusta y que tanto gusta al establishment político desentendido del quehacer y realidad ciudadana: juguemos al empate porque sí tú lo haces, entonces yo también y todo queda entre nos.
Para el gobierno de la Nueva Mayoría, cuando asumió el 11 de marzo de 2014 con un abrumador respaldo ciudadano y la retroexcavadora bajo el brazo, Caval terminó siendo su retroexcavadora internamente y vino a consolidar la baja en la aprobación ciudadana que ha mantenido al gobierno en ascuas ante un escenario de profundas incertezas y donde el manejo económico podría terminar de pasarles la cuenta en años sensibles como lo son tanto 2016 y especialmente 2017.
Quizás Caval podría haber sido todo lo contrario si desde un comienzo se hubieran asumido las responsabilidad, haber dado la cara a la ciudadanía (preferible ponerse colorado una vez) y no faltando a la verdad o buscar cualquier mecanismo que obstruyera procesos investigativos (el caso más evidente fue el formateo del computador del entonces director Sociocultural, Sebastián Dávalos) o moderar las declaraciones y reacciones ante los medios de comunicación (imposible no recordar a Erika Silva, una suerte de Lily Zúñiga del oficialismo, vociferando en improvisados puntos de prensa lo bien que se sentía para un socialista ganar 3 millones de pesos al mes y estar sentado en el asiento de Allende.
Generalmente a las personas se les paga por trabajar y no sólo por sentarse, pero esto ha de ser probablemente parte de las bondades del socialismo, o esas negativas a declarar que en su momento manifestó el primogénito de la presidenta por “cuestiones de agenda”, entre otros. Las aristas e interrogantes que giran en torno al caso Caval sin lugar a dudas son varias y no será un caso que pase fácilmente al olvido (al igual que Penta y SQM para los optimistas que apelan a la mala memoria criolla).
Hace sólo días se realizó la formalización de los involucrados, donde por el momento, y según declaraciones del fiscal Luis Toledo, no hay indicios que justifiquen la formalización del hijo de la Presidenta Michelle Bachelet, Sebastián Dávalos (fue Gerente de Proyectos de Caval y tuvo un rol activo en la gestación de negocios como la comercialización de metales y petróleo, la instalación de luminarias LED y la venta de equipos de telemedicina).
Probablemente las chilenas y chilenos no nos explicamos las razones (o quizás sí las inferimos, más no tenemos forma de comprobar) que tiene la Moneda para seguir blindado al administrador de Palacio, Cristian Riquelme, debido a su vínculo con el caso Caval. Probablemente quede en nada el trabajo de la Comisión Asesora Presidencial contra los Conflictos de Interés, el Tráfico de Influencias y la Corrupción (también conocida como “Comisión Engel”) la cual generó una serie de propuestas que, hasta el día de hoy y en una inexplicable falta de sentido ciudadano, el país sigue sin conocer desaprovechando una valiosa oportunidad para reestablecer las confianzas, etc.
Podríamos seguir enumerando hechos o situaciones. También podríamos seguir entreverados en esa lógica ideológica propia del Sí y el No para justificar cuestiones que realmente son injustificables y merecen sanciones ejemplares y no meros “placebos judiciales” en base al principio básico de igualdad ante la ley algo que, en teoría más no necesariamente en la práctica, debiera ser bastante más que sólo “Caval”.