Ernesto Silva, el extremista
Es tal la radicalidad del pensamiento de Silva, que cualquier instancia que mueva una coma de lo que él piensa, es algo parecido a la “extrema izquierda” o a una revolución totalitaria con la que sueñan muchos de los de su partido casi como un sueño húmedo.
Francisco Méndez es Periodista, columnista.
“Un puñado de comunistas está dirigiendo la agenda de una presidenta cada día más izquierdizada”, fueron las palabras de Ernesto Silva que encendieron el debate de las redes sociales. Y es que según Silva, el problema no radica en la forma en que el gobierno está llevando a cabo las reformas, sino las ideas que hay detrás. Al fin se sinceró.
Lamentablemente para él, nada de lo que está diciendo es muy cierto. En la realidad, y no en el extraño mundo de una UDI cada vez más radicalizada, la injerencia comunista en La Moneda no es tanta como lo puede ser la de la Democracia Cristiana e incluso la del PPD. Si bien han sido-como es su costumbre a lo largo de la historia- los más fieles adherentes a lo que está haciendo la administración Bachelet, lo cierto es que los comunistas no tienen la fuerza que otros partidos que ejercen día a día por medio de diarios opositores.
Pero siempre la caricatura es más fácil en un régimen democrático como el nuestro que recién hoy está viendo a gran parte de sus actores políticos y sociales involucrados en el ejercicio del debate. Porque eso es lo que ha hecho Silva con esas declaraciones: ha echado mano a la caricaturesca visión que se tiene del Partido Comunista, no por sus acciones, sino por una guerra ideológica que ganaron padres y demás parientes del ex timonel gremialista. Por una estigmatización que ha dejado de lado el raciocinio político y se ha entregado a los eslóganes partidistas de parte de una derecha que siempre ha dicho estar lejano a estos.
Es tal la radicalidad del pensamiento de Silva, que cualquier instancia que mueva una coma de lo que él piensa, es algo parecido a la “extrema izquierda” o a una revolución totalitaria con la que sueñan muchos de los de su partido casi como un sueño húmedo. Pero lo concreto es que los únicos que totalizaron sus postulados y los convirtieron en el aire que vivimos, fueron ellos. Sino no se entendería el temor hacia el perfeccionamiento de algunos matices, que es lo que finalmente está haciendo el segundo gobierno de Michelle Bachelet. Nada más. No hay una revolución, y ni siquiera, me atrevería a decir, una gestión lo suficientemente reformista. Sólo hay gente que se dio cuenta de que había una hegemonía imperante que estaba demasiado estancada.
Ernesto eso no lo ve. O no lo quiere ver, porque desde el momento en que lo haga se le termina el discurso. ¿Qué otro argumento tiene el sobrino predilecto del Choclo Délano para desviar la atención de la injerencia que tenían sus tíos sobre sus votaciones en el Congreso? Al parecer ningún otro. Mientras más se le intenta preguntar por el vicio de origen de este sistema, en el que se encuentran varios de sus familiares beneficiados, Silva simplemente dispara desde su extremismo. Desde su radicalidad y desde su trinchera, acusando a los otros partidos de sectarios, sin ningún mea culpa al respecto.
Y es que los mea culpa son para otros y eso Chile lo ha visto a lo largo de su historia. El sector que determina qué es lo justo o no, nunca ha sido capaz de preguntarse qué fue lo que hizo mal y lo que ha hecho pésimo hasta el día de hoy. Los que cambiaron y los que muchas veces traicionaron sus ideas para que el poder monetario no los estrangulara, fueron los de izquierda. Ellos modificaron sus creencias para que así no los siguieran persiguiendo, o por último para que los aceptaran en los grandes directorios de empresas. En cambio, Ernesto Silva fue criado para pensar lo que piensa y no cambiar nada de lo que ha realizado a lo largo de su carrera política. Él está en lo correcto porque Chile le dijo que lo estaba. Porque las instituciones y la manera en que se concibieron le dijeron que estaba enarbolando las ideas que estaban bien.
Es por eso que nunca saldrá de su cabeza la concepción de que los comunistas son parte de un gran complot internacional. Nunca dejará de sacarle en cara lo que sucede en Cuba o en Venezuela a un partido de las credenciales democráticas del PC en chile, aunque ellos -La UDI- hayan apoyado la peor dictadura que ha vivido nuestro país. Eso a Ernesto y a los suyos no les importa. Prefieren quedarse con su curiosa percepción de sí mismos, viviendo el sueño de que tienen una postura moderada, cuando sus palabras son claramente las de un extremista que aún no sale del clóset.