Adiós al Eco de una imaginación prolífica, llena de curiosidad
Una gran genialidad de Eco: haber llevado a las multitudes, -a los gustos de las masas que habla Ortega y Gasset- conocimientos que estaban enfrascados en las aulas de las escuelas de historia o filosofía.
Ernesto Evans es El Dínamo.
Falleció Umberto Eco a los 84 años. Autor de muchos libros, y famoso por “El nombre de la rosa”, novela exitosamente llevada al cine. Tengo algunos recuerdos de cuando leí el libro, y no sé si antes o después, fui a ver la película. Obviamente, me llamó la atención la apuesta, porque ese film del año ’86, nos presentaba una trama policial consistente en resolver crímenes en un convento medieval, donde se relataba sobre obras de filósofos griegos muy antiguos, como el estagirita Aristóteles (S. IV antes de Cristo).
Para mí, la filosofía antigua y la medieval fueron las asignaturas, quizás, menos interesantes, por la corta edad y los prejuicios, pese a haber tenido clases con Humberto Gianini. Pero jamás pensé, -a mí que además me gustaba y me gusta el cine-, que esos contenidos podrían ser llevados a la pantalla grande, y convertidos en una película entretenida y original. Y esa es una gran genialidad de Eco: haber llevado a las multitudes, -a los gustos de las masas que habla Ortega y Gasset- conocimientos que estaban enfrascados en las aulas de las escuelas de historia o filosofía.
La película fue dirigida por Jean-Jacques Annaud (el de la Guerra del Fuego, el Oso), y contó con los actores Sean Connery –siempre con su estampa 007-, en el papel del fraile franciscano Guillermo de Baskerville, el muy joven Christian Slater, y la chilena Valentina Vargas, entre otros. La trama, en breve, es que la Abadía contrata al fraile franciscano para investigar unos crímenes, mezclado esto con intrigas políticas del medioevo.
El fraile Guillermo –poseído de “lujuria de intelecto”- creía en la ciencia (en ciernes) y la investigación metódica. Era seguidor del filósofo Roger Bacon, uno de los precursores del método científico, para quien la ciencia debe ser aplicada para esclarecer la verdad. Lo opuesto a la ignorancia, superstición o dogmatismo que reinaba entre los demás religiosos.
¿Quién hubiera pensado que las obras de Aristóteles –en particular La Poética-, el pensamiento de Roger Bacon, la historia que como la ciencia se habría paso ante la oposición de los dogmas de la iglesia o el poder siniestro de la inquisición, podrían dar pie a una película extraordinaria? Ese fue, un gran valor en el sentido de la obra de Eco: hacer llegar a la gente la curiosidad por el pensamiento filosófico y el debate de ideas (ciencia v/s dogma, humor v/s pecado), sobre todo en épocas pretéritas de poderes absolutos.
La apuesta de Eco, la describe bien Harold Bloom: “Es muy discutible que la tragedia épica de Aquiles o la comedia épica de Odiseo posean menos verdad que los discursos del Sócrates de Platón (donde se encuentra la sabiduría)”; o, en la misma línea, no creo que exista mayor cultura en una novela bien fundamentada, que en los escritos de Heidegger.